domingo, 7 de julio de 2013

El mundo al revés

He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.
Aullidos. Allen Ginsberg
 

La noche se inicia con la única certeza de un concierto de los artistas invitados y, de aquí en adelante, barra libre para los músicos con agallas y discurso. Cuatro horas y media en total de música hasta bien entrada la noche, sinónimo de jazz y cobijo de las pasiones más espurias y los espíritus más indómitos, también al saxo o la trompeta. “La actitud que predomina es la de no prejuicios, dejar que la música canalice a través tuyo. Evidentemente, el ego también debes dejarlo aparcado fuera. Yo con ver las cabezas del público sacudiéndose arriba y abajo ya estoy contento”, confiesa Marc Ayza, adictivo a la batería. Y añade: “En ocasiones las jams asimilan el espíritu de una audición de final de curso con músicos nerviosos a la espera de su momento o frustrados por no haber tocado bien. Yo lo que busco en una jam session es que sea una fiesta donde se mezcle la creación, la amistad, la euforia…y las WTF son lo mas cercano a ello”. En opinión del contrabajista Thomas Kent Warburton, las WTF “tienen su propio perfil, más amplio que otras jams, con una fusión entre muchos estilos que no tiene la típica jam, algo más cerrada en general”. 
“Es un lujo espectacular. Es como tocar en familia y son muchos años de educación mutua”, afirma LLibert Fortuny, l’enfant terrible del jazz europeo, capaz de releer un sábado a Mozart en clave de jazz y un lunes experimentar con los pedales de creación de loops en clave funky. Con licencia inexcusable para experimentar, el escenario se transforma en un laboratorio donde el músico testea libremente sus hipótesis, manipulando variables con el objetivo de cotejar la respuesta de los asistentes y, en definitiva, retroalimentarse recabando una información de primera mano. Un sentimiento imperceptible para el artista confinado en el estudio. Aunque, como advierte LLibert, “si el músico de creaciones propias se deja arrastrar por una tendencia quizás todos nos estemos perdiendo algo que podría ser más interesante”.
“Improvisación sólo existe en el momento y hay que vivirlo, tanto el artista como el público. El momento es todo lo que tenemos, todo lo que compartimos, y el jazz lo comunica si estás atento”, opina Warburton. Y allí, sobre el escenario, una vez la jam da comienzo, se rinde un tributo a la improvisación como campo de batalla del músico. “El espíritu de los músicos de jazz es la improvisación y para ello nos preparamos, para entender un lenguaje y desarrollar ideas y conceptos musicales al momento, al igual que un MC hace con las letras o los trovadores en su época”, apunta LLibert. Un apetito por las distancias cortas que no es consecuencia de la reestructuración de la industria musical, ni sorprende al jazz: “Durante muchos años se hacían producciones de pop/rock que duraban meses. Ahora todo ha cambiado: no se venden discos, las grabaciones tienen una producción menor y los grupos tienen que sonar más en directo. El músico de jazz siempre ha sido un músico del directo, nunca de estudio, en parte debido a que jamás hemos tenido los recursos de producción y ventas necesarios”.  
Si en la tan cacareada sociedad posmoderna reina la indiferencia de masa y un sentimiento de reiteración, que únicamente premia la experiencia reflejada en los grandes titulares, la música en directo y, sobre todo el jazz, vive aquejada por el refulgir de las grandes citas. Aquellas que abusan de la obcecación de nuestras instituciones por colocar Barcelona en la agenda cultural de la plena ocupación hotelera, construyendo castillos en el aire que una vez chalaneados por el mejor postor desvelan una planicie árida con cuatro matojos mal irrigados. “Siempre he dicho que los festivales de jazz funcionan por si solos como acontecimiento. El público, muchas veces, acude al acontecimiento y no al concierto”, reflexiona Ayza. ¿Y el músico? “Recuerdo una vez que en las noticias anunciaban el inicio de un festival. Me impacto ver cómo entrevistaban al organizador mientras los músicos estaban tocando al fondo. De los músicos que estaban tocando no se dijo ni pío. El mundo al revés”.  

Albert Caraco



“Nuestras revoluciones son puramente verbales y cambiamos las palabras para darnos la ilusión de estar reformando las cosas, tenemos miedo de todo y de nosotros mismos, encontramos la manera de eliminar la audacia yendo más allá de la audacia y tener ocupada la locura exagerando la locura”.

Albert Caraco (Constantinopla, 1919 – Paris, 1971) es un provocador incendiario con las heridas abiertas que zigzaguea entre la delgada línea que separa la locura de la lucidez más incómoda, la más lacerante, aunque no menos que el actual orden y sus simulacros de revoluciones y conflictos. Una mezcolanza que no priva de sufrimiento a muchos, si bien estos se debaten camino del matadero y de siglos (felizmente) pretéritos entre los dos polos opuestos de la cobardía: el optimismo y la autocompasión. Mientras, la razón sufre desde la distancia de la vida misma, allí donde un fatalismo superlativo e irreversible se instala, y donde los razonamientos acaban cediendo terreno a un lamento seco que a nadie busca ya seducir. Caraco es una voz crepuscular sin la profundidad ni matices, ni la inteligencia ni la ironía, de Emile Cioran (aquella que Octavio Paz creía que “nos ayudaba paradójicamente a vivir”), pero que también acusa al hombre de ser el único responsable de su precaria condición y lo hace desde prismas más peligrosos, desde púlpitos que ignoran la complejidad del mundo y todo lo reducen a una ecuación matemática. En parte también desde el odio mal disimulado que llevaba dentro y que se convirtió en el peor enemigo de sí mismo. Desde la derrota. Con su desprecio al mundo se enterró a sí mismo: su suicidio, horas después de la muerte de su padre, reveló su obra póstuma y le libró de más escarnio público. El miedo a existir en un mundo donde todo parece tan gratuito que acontece insoportable y la pérdida del último de sus progenitores, que lo condenaba a enfrentarse sólo a la vida, pesaron demasiado sobre él. Las profecías apocalípticas de sus escritos no se han cumplido, y, sin embargo, la cuerda sigue tensandose y el caos se agazapa enmascarado en las ficciones de las gacetillas, cada vez más amenazadoras e incomprensibles en su origen y devenir, siempre tan mitigadoras. Quizás Caraco subestimó la insondable capacidad de sufrimiento del hombre o su resignada esperanza, quizás olvidó la larga tradición de explotación del hombre por el hombre. Mucha poesía se ha escrito después de Auschwitz, muchas páginas se escriben cada día después de cada día. Las denuncias y las tropelías que deberían prender la mecha se repiten y caen en saco roto, en frívolas entrevistas y otros masajes mediáticos: la información no es un problema, la nula conciencia sí, las imágenes que nos adiestran para la vida, y, sobre todo, la corrupción de todos los discursos, la cobardía a dar la cara cuando importa y, en cambio, empalabrar la realidad a nuestro antojo.

Aburrimiento

Por alguna razón he comenzado a sentirle a la existencia una falta de sal, quizá sean los últimos acontecimientos.
Lo cierto es que cada vez siento la necesidad de hablar menos, las conversaciones no me satisfacen, miro a la gente hablar y de sus bocas sale ruido, y estoy comenzando a añorar el silencio.
Mientrás más leo me queda la sensación de entender menos lo que miro, quizá sea que la realidad se comienza a diluir en algo que no es, o que antes yo no veía, o no me gustaba ver. Cómo esa película que ví ayer.
Tengo deseos de diluirme momentáneamente, tengo muchas cosas en la cabeza, a veces trivialidades, a veces pensamientos puros, pero que a nadie interesan, a veces fantasías de vivir por alguna razón más poderosa que la finalidad de concluir esta vida.

Enamorada

«Nadie aprecia jamás cómo es la experimentación consigo mismo. Por esa circunstancia, todos los compromisos, técnicas, moralización, escapismo, cierran nuestro crecimiento, inhibiendo y torciendo la providencia de Ser.»

Pues, chicos, que a estos filósofos yo no los entiendo na-da de na-da. Ando de paso por la histórica capital de Alemania, y lo primero que me cuentan es que la lumbrera de la filosofía Hannah Arendt, de 23 años, ¡se acaba de casar!, con un compañero de la escuela llamado Günther Stern.
Esto está muy bien. Ambos habían causado un poco de escandalillo cuando se fueron a vivir juntos sin casarse —ya se sabe que en los tiempos que corren la unión libre no es muy bien vista—, pero ahora que han formalizado la relación por medio del sacrosanto vínculo del matrimonio, acallaron las habladurías.
Pero, hijos míos, lo que pocos quieren decir, y mucho menos en voz alta, es que… ¡oh, queridos!, hay todo un enredo filosófico-amoroso detrás de este matrimonio. Déjenme remontarme unos años en el tiempo, a la época en la que Hannah y su nuevo marido eran estudiantes de la prestigiosa Universidad de Marburgo. En aquellos tiempos —hará unos cinco años—, Hannah ni pelaba a Günther, porque tuvo como profesor a la vaca sagrada de la filosofía: Martin Heidegger.
Hannah, joven e inexperta, se enamoró del profesor —17 años mayor que ella—. Pero eso no es todo: ¡él le correspondió! Y eso que Martin es casado. Pero la edad y el estado civil no eran las únicas barreras, pues mientras que él es alemán de cepa pura, y su mujer, casi militante del partido nazi, Hanna es de origen judío. La verdad, se dice que los nazis son bastante racistas y detestan especialmente a los hebreos, así que, por donde le vean, la estudiante y su maestro eran como el agua y el aceite.
Sin embargo, y tal vez por todos estos obstáculos, entablaron una relación amorosa de manera muy discreta. A Heidegger le llamaron la atención la juventud, lucidez e inteligencia de Hannah y a ella, la madurez y el enorme aparato intelectual de Martin. Dicen que se escribieron unas cartas verdaderamente apasionadas, llenas de unos rollos filosóficos bien densos.
El caso es que llegó un momento en que ella, harta de tanto andar a escondidas, le pidió a su amante secreto que dejara a su mujer para irse con ella, él se negó y al no tener arreglo alguno su situación, la Arendt se fue huyendo de la universidad hacia Friburgo, donde se hizo discípula de otro grande de la filosofía: Edmund Husserl. Finalmente se doctoró —en filosofía, por supuesto— y reside con su flamante marido en Berlín.
Ahora dicen que si Hanna se casó con Günther no fue porque lo quisiera, sino por despecho, al no poder seguir su affaire con Heidegger. Ay, Hannitah, no cabe duda de que hasta la más lista se pone mensa cuando se enamora. Por ahora Günther te ama, pero quién sabe cuánto aguantará que tú sigas suspirando por otro.

sábado, 6 de julio de 2013

Jugando

Se vieron, el uno al otro, y ahí estaban con esos estorbos de la mente pensando ambos en sentir lo que no se puede decir en hablar como las olas a la playa o en romperse en las piedras de un acantilado.
Pensaban y se cuestionaban en su interior si acaso el cuerpo quería hacerse presente como una neblina en el camino y lamer las piedras con su bruma, por el puro gusto de usar la lengua y todo el cuerpo fue la lengua y así esas tibias y sensuales cavernas, que rien y comen están ahora abiertas para que, esa seda mojada, se divierta y juegue a hacer nudos y liberarse, sea quien diga y, por fin, sea el cuerpo quien hable.

Pura fantasía

La dirección de tus ojos siempre me ha sorprendido no porque he tenido la certeza de que me han visto, sino porque ven siempre más allá, siempre ven con las manos absorbiendo un futuro imposible pero no irreal.
Y me sentía complice de esa fantasía y siempre me sentiré parte de tu vida, aunque estés siempre tan lejos que no puedo verte las manos y decir: esas manos han sido mías y en sus uñas aún hay trocitos de mi piel, que fueron colectados como si la vida se fuera a acabar hoy mismo y lo que importa es ser todo lo que podemos ser.
Y aunque no se dónde estás mis manos no alcanzan como los árboles para suplicarle al cielo y preguntarle en gritos desesperados: ¿A dónde has ido? y es que las raíces me mantienen con vida pero mis manos quisieran arrancarle un pedazo al cielo y abrazarlo hasta pulverizarlo y respirar de la niebla nocturna de los besos clandestinos que nos dimos, en la calle, en tu cuarto, en un irreprimible deseo por vivir, por vivir no más.

¿Filosofía o literatura?

Richard Rorty es un filósofo norteamericano que sigue la tradición pragmatista de Dewey y James, pero de igual modo sigue los pasos de Foucalt, Derrida, Heidegger y Nietzsche sólo por mencionar algunos. Rorty no cree para nada en la pretensión de una Verdad absoluta como la dictaría Hegel, ahora cuando la Modernidad como periodo histórico ha concluido y sólo quedan sus consecuencias afirmaría Arnold Gehlen. Por eso, Rorty piensa que la filosofía occidental nos a conducido por una vida incierta llena de metafísica y doctrinas, que lo único que nos han hecho es "encuadrarnos" más que sensibilizarnos, si bien es aquí cuando entra la literatura como un vínculo con la imaginación y la realidad. Así, lo indica Rorty:  
La literatura es más importante en un aspecto muy concreto, es decir, cuando se trata de conseguir un progreso moral. La literatura contribuye a la ampliación de la capacidad de imaginación moral, porque nos hace más sensibles en la medida en que profundiza nuestra comprensión de las diferencias entre las personas y de la diversidad de sus necesidades. La filosofía es útil cuando se trata de resumir en principios morales los resultados de la comprensión moral, pero no es de gran ayuda en la ampliación de esta comprensión.
 
La cita es muy clara, Rorty aboga sin más por un progreso moral en términos de la ficción que enseña la practica concreta de la literatura, ante esto, la filosofía se debilita no porque sea mala sino porque la filosofía ha marcado su camino en la historia, como un pensamiento que ha consolidado la razón y el progreso, éste último no en términos de la literatura sino en pro de un horizonte cosmopolita.  

           De este modo, Rorty se orilla para entrever las ventajas que ofrece la ficción de la literatura en nuestra vida, gracias de la mano de Proust, Orwell, Nabokov y Tomas Man de quienes ha tomado en serio el papel que representan estas lecturas para abrir la imaginación en donde menos creemos tener, si bien, Rorty busca más una formación sentimental que una teórica como la que brinda la filosofía, esto, no quiere decir que la filosofía no sirva para la vida cotidiana sino más bien se trata de una veta para dar cuenta de ciertos principios morales que intenta involucrar Rorty.
 
            La literatura hoy en la actualidad tiene una amplia resonancia en la academia y en el mundo intelectual, lo que llama la atención de ella es como se desenvuelve desde una teoría literaria, la cual no se piensa como una fantasía irreal sino como una ficción real que se da en las experiencias y vivencias. Por eso, Rorty resalta la importancia de la literatura como una apuesta que contribuirá en la solidaridad humana, haciendo énfasis de la construcción de una sociedad liberal pero tomando como prioridad una educación sentimental para dar paso al encuentro con los "otro", (conmigo, contigo etc.).

El peso mas grande

"¿Qué ocurriría si, un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la más solitaria de tus soledades y te dijese: “Esta vida, como tú ahora la vives y la has vivido, deberás vivirla aún otra vez e innumerables veces, y no habrá en ella nunca nada nuevo, sino que cada dolor y cada placer, y cada pensamiento y cada suspiro, y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión -y así también esta araña y esta luz de luna entre las ramas y así también este instante y yo mismo. ¡La eterna clepsidra de la existencia se invierte siempre de nuevo y tú con ella, granito del polvo!”? ¿No te arrojarías al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te ha hablado de esta forma? ¿O quizás has vivido una vez un instante infinito, en que tu respuesta habría sido la siguiente: “Tu eres un dios y jamás oí nada más divino”? Si ese pensamiento se apoderase de ti, te haría experimentar, tal como eres ahora, una transformación y tal vez te trituraría; ¡la pregunta sobre cualquier cosa: “Quieres esto otra vez e innumerables veces más?” pesaría sobre tu obrar como el peso más grande! O también, ¿cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida para no desear ya otra cosa que esta última, eterna sanción, este sello?"

La gaya ciencia - Friedrich Nietzsche

Amor y celos

En estos textos Deleuze muestra cómo, desde la mirada de Proust, los celos no son algo ajeno al amor, sino un componente suyo. Amar implica poner atención en alguien que forma parte de un mundo que es exterior al del amante. De modo que los gestos del amado -especialmente los gestos del amor- remiten a otros con quienes los aprendió, los puso en juego, los transformó en hábitos. El amado nos muestra a cada instante que no somos los primeros en su vida, ni los únicos. Los celos son la marca de un sujeto que no lo es todo y que no lo controla todo.

"Enamorarse es individualizar a alguien por los signos que causa o emite. Es sensibilizarse frente a estos signos, hacer de ellos el aprendizaje (...).
El ser amado aparece como un signo, un "alma": expresa un mundo posible desconocido para nosotros. El amado implica, envuelve, aprisiona un mundo que hay que descifrar, es decir, interpretar. Se trata incluso de una pluralidad de mundos; el pluralismo del amor no sólo concierne a la multiplicidad de los seres amados, sino a la multiplicidad de las almas o de los mundos de cada uno de ellos (...).
Hay una contradicción del amor. No podemos interpretar los signos de un ser amado sin desembocar en estos mundos que no nos han esperado para formarse, que se formaron con otras personas, y en los que no somos en principio más que un objeto entre otros (...).
El amado nos envía signos de preferencia; pero como estos signos son los mismos que los que expresan mundos de los que no formamos parte, cada preferencia de la que nos beneficiamos traza la imagen del mundo posible en el que otros podrían ser o son preferidos".

"La memoria del celoso quiere retenerlo todo, ya que el menor detalle puede aparecer como un signo o un síntoma de mentira; quiere almacenarlo todo para que la inteligencia disponga de la materia necesaria para sus futuras interpretaciones. En la memoria del celoso existe algo sublime: se enfrenta a sus propios límites, y, tendida hacia el futuro, se esfuerza por superarlos. Sin embargo llega demasiado tarde, ya que no ha sabido distinguir al momento la frase que debía retener, o el gesto cuyo sentido todavía desconocía".

viernes, 5 de julio de 2013

Cerrando círculos

Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo? ¿Se acabó tu relación? ¿Ya no vives más en esa casa? ¿Debes irte de viaje? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente "revolcándote" en los porqués, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho. El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos porqué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación.

Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente...

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú... Suelta el resentimiento. El prender "tu televisor personal" para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentalmente, envenenarte y amargarte.

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando "puertas abiertas", por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones?, ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.

Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Pero cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate. Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

Paulo Coelho

Argollas

Un círculo abierto, en realidad no es un círculo, sino es más bien una forma de decir que uno quisiera cerrarlo, pero que se resiste y no da un milímetro para que la curva avance.

Por el camino uno se encuentra con anillos y argollas que el tiempo tenía escondidas en alguna huella extraña o invisibles para ojos que no quieren ver, como los mios. Y la vida tan sabia como la luna que parece ojo de ciego, simula que no ve, pero lo ve todo, se encarga de llevarnos por caminos o porqué no, sobre nuestras propias huellas y sin saberlo, se cierran aquellos barrancos que antes parecían abismos negros, pantanos oscuros, o en realidad es que en épocas antiguas el mundo era tan bello y las personas tan llenas que todo estaba lleno de luz, tanta, que tampoco se podía ver.

Entonces ahora las argollas ya son argollas y se pueden colgar en el cuello y por fín los círculos podrán llenarse para que la vida pueda fluir hacia vida misma.  Yo feliz por ver y comerme una manzana mejor que la machintosh y más jugosa que un melón de temporada.

¿Felicidad? Claro que si

Vengo pensando... de hace mucho tiempo, que la felicidad es apenas un silencio donde nuestra alma encaja por un momento, tan fugaz, con el resto del universo; la vida deja de tener sentido porque es el justo momento donde olvidamos que puede tenerlo, al estar, enfocados en disfrutar de ese cometa lejano y blanco: la felicidad.

También he pensado que la vida misma, cualquier cosa que esta sea o signifique, es felicidad pura y discreta, una gota de esencia que perfumaria todo el oceano... así nacemos todos, sin prejuicios, sin valores morales, pequeños e indefensos, pero tan felices, basta con ver a los niños que vibran y necesitan saltar y acabarse como si fueran dulces de piñata, su felicidad, ellos, los comprendo ahora, necesitan ser felices, no pueden no serlo, están tan desbordados que nos terminan contagiando de su felicidad o recordando que adentro de nosotros, acurrucada y escondida, como si fuera una criminal imperdonable le contruimos un castillo para su carcel y barrotes de estres para su prisión perpetua, a la felicidad... pobre de ella que ayende brincaba de girasol en girasol, de cartucho a geranios, de petunias a violetas y sin previo aviso pasaba a la cocina por un poco de galletas de chocolate o de una probadita de la masa para algún pastel.

Debe ser compromiso nuestro ser siempre niños, siempre ellos con una imaginación que tuve me enseñan que no sirve de nada destruir un castillo de carcel, porque el que rompe sus cadenas no entiende la libertad, porque el secreto es ver, observar que nosotros mismos nos contruimos a nuestras propias espaldas las carceles y artilugios de tortura para nuestra felicidad, por eso es imposible que nuestra dicha dependa de alguien más, y cierto es que no puede amar quien no se ama a sí mismo, porque no tiene nada que ofrecer, pero no porque en realidad no lo tenga, sino poque padece mas de olvido que de dicha. Este es un planeta de la desmemoria, de un tapón de sal seco al sol del desierto, que sólo el agua tibia podria diluir y dejar que entre el aire fresco y sincero de todos los amaneceres que nos perdemos por buscar la chispa con la que nacemos en otra persona, en un coche nuevo o una casa, o mucho dinero, ya todos saben que un hogar no lo hacen cuatro paredes, y dos, ni una sola, sino un corazón que crece para ser mas niño y comparte la alegría de sonreir y de vivir... porque sí, y por qué no?

La felicidad nadie me la quita y nadie me las espanta porque ultimamente a pesar de lo que escribí, ya tiene otra forma, uno con cejas y ojos atentos, con brazos suaves y pequeños, con voz y todo, de esas voces que sin verlo venir te dicen: ¡ te quiero mama !

Uva

La existencia está llena de posibilidades, la vida está por supuesto llena de momentos, que nos definen o nos redescubren.

Que tal si...
Que hubiera pasado si...
Y si me voy hacia la izquierda y no a la derecha...?

De esa agua no beberé, pero se dice porque beberse quiere. Y el agua deliciosa y refrescante, aclama que sea vehículo de purificación o de exaltación.

Del agua se nutre la uva y quién conozca sus poderes, los de la uva, sabrá que de pasar por la tierra y llegar a la vid para encontrar las raíces y finalmente llegar a la uva, sabrá que el precio lo vale, y si es mi destino convertirme contigo en vino, llegará mi agua a tu fruto para que juntos destilemos placer como marionetas inconcientes de la vida.

Si me pierdo hallándote, no importa, el placer no es sólo por encontrarte sino por buscarte, dentro de la tierra, entre tu savia, arriba del sol. Se que ahí estás y que dentro de un racimo está la uva que yo quiero, no otra sino esa precisamente; terquedad quizá, casualidad talvéz, insistencia con filo, o aquella gota de agua que de tanto intentar abre cualquier roca y cava cualquier canal y forma cañones en el tiempo.

El fuego no se apaga con agua sino con fuego, el trébol de cuatro hojas da suerte aunque tenga tres y en forma creciente, recuerda que lo que no se vive se pierde.

jueves, 4 de julio de 2013

Te siento

Dentro de una burbuja de jabón que vuela por el viento.  Sin rumbo, a merced de las corrientes, pequeñas o grandes, se deforma, se conforma y luce tornasolada.
La esfera, su perfección es simple, la misma presión en todos los puntos. En el centro una mota de polvo que quedó atrapada en el momento justo de su formación, seguro que un niño sopló y voilà, un mundo entero dentro de una pompa de jabón.

Si algún día tuviera en mi poder el momento de la creación sería este. Y así como ese mundo vive por sí mismo un instante, la vida hizo su soplo y voilà, acá estoy, pensando en el sentido de la vida, en la razón de la existencia, en su presunta finalidad, en todo ese montón de barbaridades, en un mundo sometido por la codicia, por el deseo de permanencia, por la locura del tener. Es imposible hacer el acorde entre una nebulosa de ruido.

Últimamente he ido recordando que la vida, al ser vida lucha y permanece con la forma, y de esa lucha con el caos que nos rodea el cuerpo cambia constantemente, se renueva, hasta cierto punto, al punto de quiebre, donde la muerte nos encuentra, o más bien nos transporta y disuelve lo que somos al mismo sitio de dónde venimos. Entregamos nuestro cuerpo con todo y pensamiento al todo, o a la nada, que al final son lo mismo, y entre ellos se intentan comer, como caníbales.

Sigo sintiendo esa intuición, ese rumor en el centro de mi cabeza, de que la vida y la existencia aunque tengan un propósito, que es desconocido para mi, debo hacer honor a estar entre los contados que vienen a la vida.  Tan improbable, al menos fuera de la tierra aún lo sigue pareciendo, "como una tortuga ciega que nada en el oceano del universo  buscando un aro de madera en la superficie dónde meter la cabeza" así de improbable.

Nuestro pequeño mundo, tan infinitesimal que da miedo, no me cabe bien en la cabeza tanto espacio, o quizá sí, pero me sorprende la vastedad, no me queda más que admirarme de la belleza de la dimensión de la grandeza del universo entero, como un grano de polvo flotando en el tiempo, dentro de su propia burbuja, nadando en el infinito universo.

Luego abro los ojos, y despierto de nuevo acá, en el planeta tierra, ese mismo donde miles se mueren entre la abundancia, donde miles viven de la carencia, dónde la realidad está torcida o vuelta de espaldas, sin hacerle honor a la vida en general, como si fuera un circo romano donde todos estamos en la arena esperando a ser desollados.  Con tal irrespeto que la vida misma siente asco de la humanidad y tarde o temprano averiguará como deshacerse de este error. Seguro que la vida piensa que habernos dado posibilidades nos haría grandes, pero no tomó en cuenta que el caos nos iba a corromper tarde o temprano.  La finalidad de este mundo debería ser la convivencia entre todos los seres humanos, estamos aislados, en una isla en medio de la oscuridad y aún así no queremos sobrevivir como especie, nos tenemos tal autodesprecio que muy a menudo me he estado preguntando cuales serían los pensamientos del último hombre sobre la tierra, que se diría a sí mismo, que le diría al espejo, ¿le gritaría a los volcanes de basura que lo rodearán? ¿se suicidaría? ¿Qué sentimientos tendría al ser el último ser humano? Plagado de la vergüenza al ser la única especie aniquilada por sí misma, en su infinita locura a la que nosotros mismos nos llevamos.

Y así es como yo te siento, deambulando, como ave de alas infinitas, sonriendo en la mente, esperando el momento, como si el tiempo tuviera algo que ver, los dioses al ser infinitos han sido castigados para vivir por siempre, tienen el tiempo siempre de su lado, y esa ave de rapiña que siento vuela en círculos, como la luna orbita la tierra, como la tierra al sol, como el sol a la galaxia... te siento y hasta pienso que te entiendo y digo: ¿cuando será?  ¿Lo veré yo?

¿Quién nos salvará de nosotros mismos en el oceano oscuro del universo?

La especie humana debería brillar como la consumación evolutiva de bondad, de compasión, espiritualidad, comprometida con la existencia de la vida misma, en la compresión de ella, y dedicado a ella, a su preservación, usando la tecnología para que todos desarrollemos las posibilidades que tenemos. Cuando comprendamos que nuestro enorme ego ha apostado a nuestras espaldas ya será demasiado tarde, como lo es ahora.  La humanidad debe levantarse contra sí misma, en el interior de cada uno de nosotros, hacer una revolución de conciencia, pero quienes necesitan de esto son aquellos que están profundamente dormidos frente al televisor, o profundamente perturbados contando ganancias, todos ellos han desperdiciado la vida, tanto que ni la muerte podrán aprovechar.
Mientras, el mundo gira, y las estrellas indiferentes a nuestros actos, y de nuevo será un día de trabajo para poder sobrevivir.

Vida eterna

Es muy común que la mayoría de las religiones nos ofrezcan vida eterna, y algunas otras con más énfasis, vida eterna... y con abundancia.
Creo que nunca voy a entender porqué la gente quiere vivir por siempre, según yo veo vivir para siempre es uno de los peores castigos que podamos recibir.  Lejos está que sea un premio, y si ese Dios que dicen muchos gobierna allá en lo alto ofrece semejante disparate, estoy seguro que en vez de aureola tiene cachos y sonrié sardónicamente.

La vida se nos ofrece, clara, luminosa, moldeable, y al mismo tiempo nos da la oportunidad de hacer de ella una determinación llena de luz, hacerla más bella de lo que nos la entregaron... la vida eterna es un oficio para los dioses, para nosotros, suspiros de paso en la eternidad del universo, nos parecerá eternamente bella porque es ínfimamente corta.

Lo que no se vive, terriblemente se pierde.

Sobre virtud

¡Qué difícil es ser virtuoso! Si a nuestra natural imperfección, añadimos la de un mundo que, de suyo, es una invitación al mal, por desigual e injusto, pronto nos daremos cuenta de lo difícil de encarar semejante empresa, la de ser virtuoso, digo. En la búsqueda de la virtud, es decir, en la búsqueda de una vida que se adecue al “deber ser”, nos aguardan muchas dificultades y pesares, “muchas tentaciones”, dirían los puritanos. Todos los filósofos que se han ocupado por encontrar la esencia de la virtud, se han dado cuenta de esto.
Pero, ¿qué es la virtud? A lo largo de la historia, los filósofos han dado muchas definiciones de virtud. Una muy conocida, y que a mí me gusta mucho, es la que hace Aristóteles cuando afirma que la virtud es el justo medio entre dos extremos, ambos negativos: uno por defecto, y el otro por exceso. Saber reconocer el justo medio en cada acción que realizamos sería, según el Estagirita, producto del sentido común que, junto a la sabiduría -es decir, el conocimiento teorético aplicado a la esfera práctica de la vida-, vendrían a ser las principales características del hombre virtuoso. De esa cuenta, el hombre virtuoso es aquel que, aplicando el sentido común y la sabiduría, sabe encontrar el equilibrio en cada acción que realiza lo cual le conduce, después de mucha práctica, a una vida llena de bondad.
Ahora bien, aún cuando la búsqueda de una vida virtuosa implica enfrentar muchas dificultades, no debemos confundirnos y pensar que vivir virtuosamente tiene que ser necesariamente algo penoso o triste. Buscar la virtud no implica renunciar al placer material cual ascetas que desdeñan, como Diógenes modernos, aquellas cosas que nos proporcionan una vida material más cómoda y placentera. No implica rechazar el placer de una caricia de la persona amada, ni la esporádica embriaguez con los amigos con quienes, entre copas y recuerdos, afianzamos esa especial relación que nos hace crecer como seres humanos. Ni significa alejarnos de una ocasional juerga que nos devuelva, aunque sea por efímeros momentos, a la niñez perdida. Creo que significa, como lo señaló el gran Aristóteles, encontrar el balance perfecto entre una vida buena y una buena vida. Encontrar ese balance sólo se alcanza a través de la sabiduría que es, como señalé más arriba, la aplicación del saber teórico a la vida práctica. De ahí que la figura del sabio, sea en la antigüedad o en la época actual, es la de aquél que, con total lucidez y de manera lúdica, vive una vida ejemplar a la vez que acepta el placer de una vida material que, al fin de cuentas, es la única que se tiene.
Esto lo habían comprendido muy bien los pensadores antiguos, pues ellos, a diferencia del cristianismo, no separaban lo bueno – moralmente hablando - de lo placentero. Y es que la bondad no excluye el placer. No tiene porque excluirlo, pues el placer no es malo en sí mismo. Al contrario, el placer también nos fortalece y nos ayuda a alcanzar la plenitud de nuestro ser. El problema no está en el placer en sí mismo, sino en hacer de él el único fin de nuestra existencia, olvidando que existen otras dimensiones de la realidad humana que es necesario cultivar para ser mejores seres humanos. Por lo tanto, el sabio será aquel que encuentre el equilibrio entre una vida virtuosa y el placer corporal.
De hecho, la virtud debe llevarnos a una vida buena pero también a una buena vida, en el sentido de asumir lúdicamente una existencia que es absurda pero que, por lo mismo, debe ser vivida con intensidad y pasión en cada momento. Esto no implica, como han querido verlo algunos moralistas de domingo, llevar una vida egoísta y sin escrúpulos donde todo es válido en tanto me reporte beneficios. Esto lo que significa es comprometerme con el otro en la búsqueda de una vida plena y solidaria, que nos haga más dignos. Significa, construir un mundo más justo, más humano.
Pero, ¿por qué debemos llevar una vida virtuosa? ¿Por qué debemos buscar la virtud? ¿Por qué es mejor ser virtuoso que no serlo? Simplemente porque la virtud nos hace mejores, nos dignifica, nos hace solidarios y nos hermana en un común sentimiento de fraternidad más allá de una trasnochada moralidad que únicamente aflora en los momentos de angustia o en los arrebatos de sentimentalismo barato.
A la virtud no llegamos por medio de sermones de iglesia ni de moralinas. En la búsqueda y encuentro de la virtud participa la Razón. Claro que los sentimientos son necesarios y valiosos, pero si nos dejamos guiar solamente por ellos podemos equivocar el camino y no alcanzar una verdadera vida virtuosa. Por eso la Razón juega un papel importante en esta búsqueda. Una vida racional es una vida virtuosa. El ejercicio de la Razón que es, según Aristóteles, la facultad que define al ser humano en tanto ser humano, debe revelarnos la importancia de la vida virtuosa.
Ahora bien, no debemos pensar que para llevar una vida plena de virtud tengamos que seguir una religión determinada, como si sólo a través de ésta pudiéramos alcanzar a aquélla. La virtud pertenece a la Ética más que a la religión. La moral no necesita una base religiosa para ser válida. Desde Kant, quedó demostrado que la moral no deviene de la religión. Es más, Kant invirtió el orden de los elementos y mostró cómo una verdadera moral debe ser autónoma. Así, señaló que es la religión y la creencia en Dios quienes derivan de una consideración moral y no al revés. Es la moral, pues, la que da sustento a la idea de Dios. Con la teoría kantiana, se abrió el camino para reconocer que la moralidad del ser humano y, por lo mismo, una existencia virtuosa no necesitan de una fundamentación religiosa. De hecho, existen personas ateas que llevan una vida más ejemplar y solidaria con el prójimo, que muchos que se dicen creyentes y se consideran mejor que los demás cada vez que se golpean el pecho.
Con esto quiero decir que, la búsqueda de una vida virtuosa no tiene necesariamente que reducirse a una creencia o práctica religiosa, o que únicamente quienes son creyentes pueden algún día encontrar la virtud. Ninguna religión es dueña absoluta de la virtud. Comprender la importancia de llevar una vida virtuosa, pasa más bien por la filosofía. Esta nos ayuda a entender, a través de la crítica y la reflexión, la importancia que para nosotros, los seres humanos, tiene la búsqueda permanente de la virtud. No importa si nunca alcanzamos plenamente a ser virtuosos, debemos siempre vivir como si ello fuese posible, debemos siempre ir tras la virtud.

Filosofía de lo cotidiano

Para el común de los mortales, que desconocen su naturaleza y valor, prevalece la idea de que la filosofía no sirve para nada. O, en todo caso, es un saber reservado a mentes ociosas cuyas oscuras e impenetrables disquisiciones ofrecen placeres inconfesables al ejercicio de la autocomplacencia intelectual.

Algunos de quienes así opinan, lo hacen desde el resguardo de su propia ignorancia la cual, al fin de cuentas, les exculpa. Lo grave es cuando personas con formación académica niegan que la filosofía posea un valor superior a cualquier otro tipo de conocimiento, pues lo hacen a sabiendas de que mienten. Desde la lógica del mercado de un sistema económico perverso como el capitalismo, la filosofía no es útil.

Sin entrar en los vericuetos de interminables discusiones, sean académicas o vulgares, sobre si la filosofía es valiosa o no, si es útil o no, mi deseo es reflexionar acerca de cómo de lo cotidiano se puede configurar un saber que al sedimentarse en nuestro ser se vuelve filosofía, es decir, una comprensión del mundo que nos orienta en él y que debe ser constantemente revisada. Así, sucede que de pronto, ante un hecho fortuito que nos golpea, nos percatamos que algunas de las cosas o creencias que considerábamos absolutas e incuestionables, no lo eran. En ese momento, la concepción que teníamos del mundo, los valores o las verdades que nos habíamos forjado, se vienen abajo. Si somos sensibles a esos acontecimientos, sacaremos alguna enseñanza. Esta, ya en forma de sabiduría o filosofía práctica, volverá a la esfera de lo cotidiano en el intento que hacemos por comprender la realidad. Y es precisamente en esa relación dialéctica entre el mundo de la experiencia externa y el mundo interno de la vida, donde la filosofía, en tanto un saber que surge de lo cotidiano, revela su valor.

Se sabe que el único ser que filosofa es el hombre, el género humano. Y lo hace desde su propia condición existencial que le interpela y lo impulsa a la búsqueda de respuestas más firmes y certeras con las cuales pueda comprender su realidad inmediata. Precisamente esta realidad inmediata es de donde surgen aquellas cosas o hechos que deben estimular al hombre a reflexionar, provocando ideas, pensamientos, etc; que deberán acumularse y depositarse en su ser a lo largo de los años, hasta convertirse en sabiduría, es decir, un saber cuya validez radica en que le orienta en la búsqueda del sentido de la existencia.

Así, ante realidades como la muerte, la vejez, el desamparo, la ausencia de esperanza, la falta de sentido, la búsqueda de la felicidad etc; la filosofía, esa sabiduría que es producto de la observación y reflexión sobre lo cotidiano, puede dar respuestas que consuelan el alma en ese tiempo de soledad en el que se ve languidecer la vida.

Heidegger afirmaba que el hombre es el único ser que muere. Lo decía en el sentido de que el ser humano es el único que está consciente de su propia muerte, conciencia que le lleva a la revelación de la finitud y precariedad de su existencia. Esta verdad, aunque dolorosa, debería conducirle, si fuese auténtico, a asumir que es un ser contingente y finito y, por lo mismo, debería verse obligado a vivir intensamente cada instante de su existencia. Sin embargo, muchas personas huyen de esta revelación refugiándose en las religiones que les prometen vida eterna. O se ven condenados al quietismo y la desesperación, sin comprender lo maravilloso de la vida y sin entender que el único imperativo moral válido es el de ser felices. La vida es tan corta que lo mejor es disfrutarla, lo cual no significa hacer lo que venga en gana y actuar sin escrúpulos aprovechándose de todos, entregándose, cual cerdo, a cualquier clase de placeres o llevar una vida frívola llena de cosas materiales pero sin cultivar el alma, como lo pedía Sócrates.

No. Disfrutar la vida, se refiere a buscar permanentemente la felicidad en cada cosa que se hace; en encontrar, aún en lo trágico, el valor de una existencia única que revela que esa vida que se vivió valió la pena, y que valdría la pena volverla a vivir.

Es la enseñanza que se debería sacar cuando, por ejemplo, se ve envejecer a alguien a quien se ama y, aunque su vejez duela en el alma porque junto a ella va la decadencia y la pérdida de autonomía, y acaso dignidad, es una realidad que todo ser humano debe enfrentar. Aunque ver personas que envejecen sea algo común, cuando esta acontece en la inmediatez de la esfera individual, se revela como una cruel verdad que nos enfrenta de golpe ante la realidad de la muerte y el sentido absurdo de la existencia pues se sabe, ahora sí de manera certera, que ese es el destino de todos.

Sin embargo, esta revelación no debería impulsar al hombre a buscar distintas maneras de evadir la vida ante su falta de sentido. Por el contrario, debería hacer que todos la amen con mayor intensidad en una permanente entrega, en un constante gozo del momento efímero, asumiendo con completa dignidad su carácter absurdo. Así, de un hecho cotidiano, común a todos los seres y a todas las cosas, como lo es la vejez, se puede hacer una serie de reflexiones que volverán a la vida de todos los días en forma de sabiduría. Esta a su vez, deberá orientar a la persona en la búsqueda constante por encontrar el sentido de su existencia, lo que incluye también, plantearse objetivos, desarrollar un tipo de vida y cultivar el alma. Le servirá de guía en los momentos de oscuridad y de consuelo en las horas de desamparo; de cómplice en los instantes de placer y de confidente en la época de duda.

He aquí pues, cómo la filosofía revela su valor y utilidad para la vida de los hombres y mujeres de todos los tiempos. Este saber no está encerrado únicamente en las aulas de la academia. Está en la calle, en los hechos cotidianos de todos los días de todas las épocas y de todos los seres. Solamente se debe estar atento a los acontecimientos de cada instante, pues ahí se muestra. Se debe descubrir en aquellas acciones y hechos que de tan comunes ya no se ven. Cuando se le descubre en la vida cotidiana, se comprende su valor y se percibe la luz que emana de su tradición y que nos alumbra permanentemente en el transcurrir de la existencia.

La pregunta

"Si, todo parece estar siempre en orden y, por lo tanto, quieto, inmóvil, sin brisas que cruzan, sin sonidos estridentes, sin nada. Nadie te pregunta nada. Y si te preguntan da lo mismo responder o quedarte taciturno. Nadie pregunta pues, quizá, nadie quiere ser preguntado. El temor a la pregunta es sólo comparable al temor del destierro, al temor del amor que te olvida, al temor a la necedad. A ver si somos capaces de admitirlo: hoy, si es que hay preguntas, las respuestas apenas si son necesarias. Porque una cosa es que te pregunten acerca de la nieve del domingo, del día de la patria, del nombre del animal que domesticas o de si uno que pasa por la calle parece estar demente o no. Y otra cosa, totalmente otra, es que te pregunten si el amor se disuelve, si la razón sabe revelar misterios y si la paciencia no es, en verdad, la mayor torpeza. Hace tiempo que nadie pregunta algo que nos quite de donde estamos. Hace tiempo que nadie nos mira a los ojos y nos sacude la aparente calma. Estamos demasiado habituados a esas preguntas que sólo obtienen como respuesta acaso un gruñido, acaso un bostezo proverbial, tal vez un leve movimiento de las fosas nasales. Nadie pregunta aquello en lo que no quiere nunca ser preguntado. O si se pregunta es para mostrar lo que ya se sabía, lo que ya se poseía, lo que ya se suponía. Son preguntas que exigen respuestas que no excedan el tiempo mínimo estipulado, respuestas sin uno, respuestas de una única respiración, respuestas de un rostro sin corazón, respuestas desalmadas, cuyo destino es el olvido inmediato, el silencio instantáneo. ¿Para qué preguntar si la soberbia es la única virtud de los que preguntan? ¿Para qué preguntar si el oído que parece escucharte se cierra, se oculta? ¿Para qué preguntar si lo más que se desea es seguir imponiendo cada uno su pregunta? Hubo un tiempo en que preguntar era una zozobra, la contraseña para el infierno, la donación de otra conciencia, el viaje inédito hacia ninguna parte. Hubo un tiempo, sí, en que preguntar era, de verdad, querer preguntar. Hoy ya no hay preguntas. O las hay, pero no de persona a persona, de hermano a hermano, de amor a amor. Las preguntas pueden que estén, todavía, en algunos libros, en algunas películas, en algunos amigos que corren el riesgo de dejar de serlo. Hoy, en vez de preguntas, todos trazan un hilo metálico hacia el futuro, justamente, como modo en apariencia legítimo de escaparle a las preguntas. “De todo lo que hemos vivido – dice Clarise Lispector- sólo quedará este hilo. Es el resultado del cálculo matemático de la inseguridad: cuanto más depurado, menos riesgo correrá; el hilo metálico no corre el riesgo del hilo de la carne”. Por esa la pregunta que viene de afuera, la pregunta inesperada, la única pregunta, deja hecho jirones el hilo de la carne. Si no hay preguntas, entonces, estamos hechos apenas de hilos metálicos.
Quizá aquí habría que pensar si preguntar no tiene que ver con indagar en todo aquello que se abandona, de modo inconfeso, en la descripción de lo que nos ocurre. Preguntarse, así, por los residuos inexplicables, por lo que nunca seremos capaces de ajustar a la mirada, por lo que nunca se dejará encerrar en una u otra palabra, en uno u otro discurso. Allí vale la pena la pregunta. La pregunta que es, siempre, extranjera.Por eso, dejate preguntar. No interfieras en la pregunta del otro, aunque no lo conozcas, aunque no te sea familiar, aunque te irrite su entonación, su aparente ingenuidad, su torpe pronunciación. Dejate preguntar por la sinrazón de la vida, por el desconocimiento del mundo, por cómo resuenan ciertas palabras y otras no, por cómo tu corazón se diluye detrás de un amor que es, siempre, imposible. Apagá la radio y dejate preguntar". 

Jorge Larrosa

Un teatro de situaciones

"... el infierno son los otros ha estado mal comprendido. Se ha creído que quise decir con eso que las relaciones con los otros siempre están contaminadas. Que siempre son relaciones infernales. Ahora bien, lo que yo quiero decir es totalmente distinto. Quiero decir que si las relaciones que establecemos con los demás son retorcidas, viciadas, entonces el otro no puede ser más que el infierno. ¿Por qué? Porque en el fondo los otros son aquello que hay importante en nosotros mismos para nuestro propio conocimiento de nosotros mismos. Cuando nos pensamos, cuando intentamos el conocimiento de nosotros mismos, en el fondo usamos los conocimientos que los otros ya tienen acerca de nosotros y que nos han cedido para que nos juzguemos. Lo que yo digo sobre mí siempre contiene el juicio del otro. Lo que yo siento en mí está viciado del juicio de los demás. Lo cual quiere decir que si establezco mal las relaciones me coloco en total dependencia con respecto a los demás. Y entonces estoy efectivamente en un infierno. Y existe una cantidad de gente en el mundo que están en un infierno porque dependen excesivamente del juicio de los demás. Pero esto no quiere decir en absoluto que no se pueda tener vínculos con los otros. Esto quiere decir simplemente que los demás tienen una importancia capital para cada uno de nosotros" 

Jean Paul Sartre

miércoles, 3 de julio de 2013

Sueños

En estos instantes todo lo pasado parece un sueño. Y se aleja cada día un tanto, aunque llega la noche y mi subconsciente recorre ciertos pasajes con una desesperación profunda. Muchas imágenes se suceden y atropellan; de repente un encuentro, el volar y cada momento cósmico atesorado. Los mil doscientos momentos a solas, la ansiedad por el que no tuviese valor y optara por otros. Calor en el espacio mal ventilado. La planta seca. El mirar jugar a "la rata".

Ahora -unas reprimendas de vez en cuando- de regreso al mundo hostil. No provoca más que un dolor que se calma poco a poco, pues cada día la presión disminuye en las áreas complicadas; cada día es posible acostarse con menos ganas de correr.

El túnel

“…Fue una espera interminable. No sé cuánto tiempo pasó en los relojes, de ese tiempo anónimo y universal de los relojes, que es ajeno a nuestros sentimientos, a nuestros destinos, a la formación o al derrumbe de un amor, a la espera de una muerte. Pero de mi propio tiempo fue una cantidad inmensa y complicada, lleno de cosas y vueltas atrás, un río oscuro y tumultuoso a veces, y a veces extrañamente calmo y casi mar inmóvil y perpetuo donde María y yo estábamos frente a frente contemplándonos estáticamente, y otras veces volvía a ser río y nos arrastraba como en un sueño a tiempos de infancia y yo la veía correr desenfrenadamente en su caballo, con los cabellos al viento y los ojos alucinados, y yo me veía en mi pueblo del sur, en mi pieza de enfermo, con la cara pegada al vidrio de la ventana, mirando la nieve con ojos también alucinados. Y era como si los dos hubiéramos estado viviendo en pasadizos o túneles paralelos, sin saber que íbamos el uno al lado del otro, como almas semejantes en tiempos semejantes, para encontrarnos al fin de esos pasadizos, delante de una escena pintada por mí, como clave destinada a ella sola, como un secreto anuncio de que ya estaba yo allí y que los pasadizos se habían por fin unido y que la hora del encuentro había llegado.
¡La hora del encuentro había llegado! Pero ¿realmente los pasadizos se habían unido y nuestras almas se habían comunicado? ¡Qué estúpida ilusión mía había sido todo esto! No, los pasadizos seguían paralelos como antes, aunque ahora el muro que los separaba fuera como un muro de vidrio y yo pudiese verla a María como una figura silenciosa e intocable… No, ni siquiera ese muro era siempre así: a veces volvía a ser de piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos acontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizá se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad, o le había intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad. Y a veces sucedía que cuando yo pasaba frente a una de mis ventanas ella estaba esperándome muda y ansiosa (¿por qué esperándome? ¿y por qué muda y ansiosa?); pero a veces sucedía que ella no llegaba a tiempo o se olvidaba de este pobre ser encajonado, y entonces yo, con la cara apretada contra el muro de vidrio, la veía a lo lejos sonreír o bailar despreocupadamente o, lo que era peor, no la veía en absoluto y la imaginaba en lugares inaccesibles o torpes. Y entonces sentía que mi destino era infinitamente más solitario que lo que había imaginado…”

Ernesto Sábato

El carácter negro de la humanidad

"El hombre es esta noche, esta Nada vacía, que contiene todo en su indivisa simplicidad: una riqueza de infinitas representaciones, de imágenes, ninguna de las cuales llega precisamente a su espíritu, o (más bien) no están en él como realmente presentes. Es la noche, la interioridad o intimidad de la Naturaleza lo que existe aquí: (el) Yo personal puro. En torno a las representaciones fantasmagóricas está la noche: entonces surge bruscamente, aquí, una cabeza ensangrentada; allá, una aparición blanca; y ambas, bruscamente también, desaparecen. Esa es la noche que se advierte al mirar a un hombre en los ojos: se hunden entonces las miradas en una noche que se vuelve terrible; es la noche del mundo que se presenta ante nosotros"

Hegel

El mar

He pasado tres días extraños: el mar, la playa, los caminos me fueron trayendo recuerdos de otros tiempos. No sólo imágenes; tambien voces, gritos y largos silencios de otros días. Es curioso, pero vivir consiste en construir futuros recuerdos; ahora mismo aquí frente al mar, sé que estoy preparando recuerdos minuciosos, que alguna vez me traerán la melancolía y la desesperanza.

El mar está ahí, permanente y rabioso. Mi llanto de entonces, inútil; también inútiles mis esperas en la playa solitaria, mirando tenazmente el mar, ¿has adivinado y pintado este recuerdo mío o has pintado el recuerdo de muchos seres como vos y yo?

Pero ahora, tu figura se interpone: estás entre el mar y yo. Mis ojos encuentran tus ojos. Estás quieto y un poco desconsolado, me mirás como pidiendo ayuda.

Historia no contada

La vida se llenó de esperanza cuando supo que él existió.

El problema surge cuando ella piensa que tal vez
todo fue una idealización de su parte, que aquel ser jamás fue

lo que ella quizo creer para resistir en un

mundo que le parece hostil y sobrevivir lo que le queda.

Sin embargo, otras veces pasa por su mente una idea

un tanto más oscura:
él la salva en la idea de que el dolor

supera a la mediocridad
o la hace ver ante otros
como un ente que siente,

sufre y se eleva...

Diario de un seductor

El amor tiene muchos misterios y el misterio es ya de por sí, si no el mayor, por lo menos el primer estado de pasión. La mayor parte de los hombres se arrojan como locos en el camino del amor, se ponen de novios y cometen otras liviandades semejantes de modo que lo único que consiguen es arruinarlo todo en un instante, sin siquiera tener grabado en su espíritu ni lo que conquistaron ni lo que perdieron.

(...) Cuando una muchacha no nos provoca prontamente, desde la primera mirada, una impresión tan fuerte que sea capaz de hacer despertar en nosotros una imagen ideal de sí misma, no es, en general, digna de que nos tomemos el trabajo de buscarla en la realidad.

Pero si despierta esa imagen, entonces nos sentimos, por grande que sea nuestra experiencia, como dominados, arrastrados por una fuerza desconocida. Para aquél que no tenga confianza en su mano, en sus ojos, y por tanto en la victoria, le aconsejo que dirija sus ataques al primero de estos estados de pasión, porque entonces, al mismo tiempo que se siente dominado por fuerzas sobrenaturales, cree que posee esas fuerzas en sí mismo, pues el ser dominado es el resultado de una mezcla de simpatía y de egoísmo. Pero en tal estado ha de faltarle un placer: la situacion gozosa, porque dentro de ella esta preso el mismo, en ella se halla sumergido y escondido. -Obtener lo bello resulta siempre difícil, es fácil alcanzar lo interesante- Pero siempre es bueno acercarnos a las dos cosas todo lo que nos sea posible; ese es el verdadero placer. Y hasta llego a no entender cuál es el placer que otros van buscando.

La posesión sólo por si misma es algo vulgar, y los medios de que los vehementes se suelen servir la mayor parte de las veces para eso son bastante bajos: No tienen escrúpulo de emplear para sus fines dinero, fuerza, influencias de otras personas, y hasta narcóticos. ¿qué placer puede haber en un amor que no contenga en sí el abandono absoluto de una de las dos partes? Para esto se necesita mucho espíritu y esa clase de apasionados normalmente carecen de espíritu.
Soren Kierkegaard

martes, 2 de julio de 2013

En el camino

" [...] porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo dice ¡ahhh! [...] "

Jack Kerouac

María Zambrano

"El poeta, en su poema crea una unidad con la palabra esas palabras que tratan de apresar  lo más tenue, lo más alado, lo más distinto de cada cosa, de cada instante. El poema es ya la unidad no oculta, sino presente; la unidad realizada, diríamos encarnada (…) [El poeta] quiere la realidad, pero la realidad poética no es sólo la que hay, la que es; sino la que no es; abarca el ser y el no ser en admirable justicia caritativa, pues todo, todo tiene derecho a ser, hasta lo que no ha podido ser jamás. El poeta saca de la humillación del no ser a lo que en él gime, saca de la nada a la nada misma y le da nombre y rostro. El poeta no se afana para que las cosas que hay, unas sean y otras no lleguen a ese privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada”

La muerte

La causa que la muerte puede provocar en el sentimiento de una persona no es, como muchas veces pensamos, un sentimiento altruista. A veces compadecemos de la pérdida de un ser querido, o de un bien desaparecido. Pero pocas veces entendemos el por qué de dicho pesar. ¿Es que acaso penamos porque aquella persona, o animal, o planta, o cuadro, desaparece? ¿Sufrimos por que dicho ente (llamémoslo así) no podrá seguir disfrutando de las virtudes y desgracias que la vida trae en su pathos? No. Lo cierto es que la pérdida es nuestra. Sentimos remordimiento por la ausencia, pero, al fin de cuentas, somos los que quedamos los que mantienen el dolor emergente, y no los que se van. El acto del sufrimiento de la muerte, es, pues, una actividad de egoísmo muy humano. Tal vez el único tipo de egoísmo que logramos soportar sin que nos parezca molesto, individualista, o superficial (no porque las demás actitudes egoístas no lo sean (tal vez sí), sino porque tenemos muy metido en nuestra moral, como dejó en claro Nietzsche en sus primeros tres aforismos de Genealogía de la Moral que lo egoísta va de la mano con lo malo, con lo malévolo; mientras que lo bueno, lo benigno, va de la mano con lo altruista). No me refiero a la muerte en sí, sino al acto de sufrimiento ocasionado por la muerte. Llegamos a puntos inimaginables, en los cuales tememos perder a una buena mascota, que nos ha acompañado por 5, 10 o 15 años, simplemente porque no queremos enfrentarnos a la soledad de la no existencia. Porque, vaya, dentro de nosotros, de una u otra manera, ya seamos católicos, protestantes, chiitas, budistas, animalistas, o cualquier cosa, sabemos que el ente ha desaparecido para siempre, tal y como era. No buscamos encontrarlos. Somos una gran cosecha de analgésicos que funcionamos mientras existamos.

lunes, 1 de julio de 2013

Y así, me fui convenciendo

Ojalá un día te des cuenta de que nada de esto vale la pena,
de que los ángeles no se pueden mezclar con los demonios,
por motivos aterradores, cuando un ángel se enamora de un demonio
es capaz de mover el cielo hasta el infierno, y si el demonio se enamora del
ángel bien hará que ese ángel se vuelva parte de él.
Ambos quedaran presos, los dos estarán encerrados en una trampa con barrotes de carne
a la que los poetas llaman amor.

Cuan complicado tiene que ser toparse con el más bello de todos los pecados,
con ese placer de desilusiones extremas, con la enfermedad más grave de todas,
la que más tortura por que nadie se ha muerto de amor.

Aléjate de mi pero no te vayas, no intento que desaparezcas si te cuento esta verdad.
Debe existir algo de bueno en ese éxtasis maligno que nos hace sentir, debe haber algo
de paz después de tanto caos que ha provocado, de tantas vidas arruinadas y de tantos suicido
mentales.

Maldito amor que embelleces nuestras vidas arruinando nuestra estabilidad,
te maldigo en nombre de todas las sonrisas que borraste, en nombre de esas falsas ilusiones,
y en nombre de todas las historias inconclusas en las que dejaste tu huella marcando una
hería en lo más profundo del corazón y el alma de alguna de tus victimas.

aun así te admiro, por que desde aquel día que te sentí a través de todo mi cuerpo, por más efímero
que el momento haya sido para mi, no te he podido olvidar. Hay tantas personas que no logran
expulsarte de su ser en toda su vida, aunque solo te hayan probado un segundo.

Dudo al describirte, desconozco si eres la felicidad más triste de todas, o la tristeza más feliz de la vida.
Oh gran amor!que belleza tan peligrosa la tuya, quien se atreva a sentirte, quizá experimente algo que
toda la humanidad aun desconoce.