Juego de estadistas,
juego existencial y maniqueo
urdiendo celadas,
laberinto de hipótesis,
hay que eliminar al contrincante
siempre con nobleza,
sin indecisión.
La intención está velada
en el diálogo de gestos;
la ofrenda
siempre guarda un puñal envenenado.
Mas, nadie engaña
pues las reglas del juego
se aceptaron previamente.
¿Quién juega al ajedrez en mi tablero?
Prefiero ser mi propio contrincante:
mis defecto y yo
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