Se vieron, el uno al
otro, y ahí estaban con esos estorbos de la mente pensando ambos
en sentir lo que no se puede decir en hablar como las olas a la
playa o en romperse en las piedras de un acantilado.
Pensaban y se cuestionaban en su interior si acaso el cuerpo quería hacerse presente como una neblina en el camino y lamer las piedras con su bruma, por el puro gusto de usar la lengua y todo el cuerpo fue la lengua y así esas tibias y sensuales cavernas, que rien y comen están ahora abiertas para que, esa seda mojada, se divierta y juegue a hacer nudos y liberarse, sea quien diga y, por fin, sea el cuerpo quien hable.
Pensaban y se cuestionaban en su interior si acaso el cuerpo quería hacerse presente como una neblina en el camino y lamer las piedras con su bruma, por el puro gusto de usar la lengua y todo el cuerpo fue la lengua y así esas tibias y sensuales cavernas, que rien y comen están ahora abiertas para que, esa seda mojada, se divierta y juegue a hacer nudos y liberarse, sea quien diga y, por fin, sea el cuerpo quien hable.
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