sábado, 28 de diciembre de 2013

Viaje en el tiempo

El loco - HellEntro en la tienda. Todo pensativo pido un cuaderno y dos bolis. El librero me pregunta por el color del cuaderno a lo cual le contesto que me es indiferente. Me entrega uno rojo.

30 minutos después me encuentro escribiendo. Sí, escribo sin rumbo alguno,…solo me dejo llevar. Soy quizás el más curioso del mundo. Tanto que por las mañanas cuando me duermo, no consigo dormirme por pensar en que sucederá cuando me despierte de nuevo.
Bien es Sabido qué: día tras día, casi todo es más de lo mismo. Sin embargo, al ver pasar los años, te das cuenta que nada es igual, que todo es distinto. Tanto que, en mi caso particular y, a otros muchos en general, nos provoca un curioso sentimiento por el cual nos sentimos cada vez más ajenos a todo cuanto nos rodea.

Hablando ya en plural, últimamente encuentro cada vez más personas pensativas y esto es buenas. Pues, a nuestro parecer, creemos que estamos evolucionando mentalmente. Un tipo de revolución ideológica, un nuevo despertar, una revolución de la conciencia. Es como si cogiéramos todo cuanto hemos acumulado de conocimiento humano hasta ahora y lo juzgaríamos paso a paso. Eclípticos hasta más no poder, vamos seleccionando lo mejor de cada cosa y lo demás lo eliminamos de nuestra creencia, de nuestras ideas. En fin, no es hora de desviarnos tanto del caso; A lo que iba es que la gente de a píe empieza a tomar conciencia del teatro en el que vive. Puede que, los psicólogos me nieguen la verdad a sabiendas de que lo que decimos es cierto. Puede, al igual que a Froid en otros aspectos y a otros muchos del mismo modo… (Para, frena ya. No es hora de descargar la rabia sino de contar lo que está por venir).
Estamos zumbados, sí…los jóvenes de hoy en día estamos completamente zumbados. Más evolucionados tanto físico como mentalmente. No obstante, reconocemos en nuestros hermanos menores más agudeza, más agilidad mental. En cuanto a los niños, ni os cuento.

Niños del mundo entero: es hora de hacer pactos y promesas entre nosotros, no con dios. Jóvenes, haced en la medida de lo posible todo al contrario. Pues de la desobediencia surge el progreso y somos conscientes de que haciendo siempre lo mismo no conseguiremos resultados distintos.

Yo, pienso lo que pienso; no lo que digo o hago. Eso último es cosa del instinto, pues, por algo soy animal. ¡Milenio III! La tercera, va la vencida.

Seres del futuro, boa… al saber en qué año estáis o…si aún existís. Yo, con todos vosotros, d haremos un viaje en el tiempo. Viajaremos al año 2013 por ahora. Menudo número, menudo año. El ser humano de aquel entonces vivía bajo una represión que inducia al sumiso. Incluso en el público, los fanáticos religiosos publicaban libros como 50 sombras tras lo cual ilegalizaban el aborto (quizás están incrementando la población para una posible guerra). La sumisión era inculcada en todos los campos de la vida como por ejemplo: en casa con los padres, en los colegios con los profesores, en el trabajo con los altos cargos, en la iglesia el opus dei, último pedo de la inquisición que aún se notan sus rasgos por doquier.

Hay queridos contemporáneos del futuro presente, es decir, tú presente. Habréis alcanzado la alegría, la paz,…habréis transformado el teatro en circo?
Para los contemporáneos mayores del siglo XX-XXI, a pesar de las posibles contradicciones, les agradezco la oportunidad de vivir mi adolescencia sin guerra física. Deduzco que esa, n no se me habría dado bien.

Cuando yo no pintaba nada, cuando yo vivía no había propaganda para los espíritus rebeldes y críticos como los míos. ¡Ha! Sé que he llegado hasta vosotros, pobre o rico…pero llegue. Me hice conocido por mis locuras escritas y acabe viviendo como personaje en la cabeza de muchos. La palabra, la palabra es esencial. Tú, al igual que yo, vivimos en mundos distintos, en épocas distintas; sean ellas frías o cálidas, las problemas a pesar de ser apreciados…no tienen nada que ver.
Le dije una vez a un teacher of philosophy que había hallado el modo de viajar en el tiempo, de comunicarme con los del futuro, es decir con vosotros pero, se rió de mí. He mírame aquí, en tu compaña. Ya no es hoy para mi sino ayer aunque sí, es aquí y ahora para ti, , me estás leyendo y esto ya es algo. En fin… había una estupidez en la gente cuando yo vivía que era para flipar y no más. Eran malos, se deseaban el mal entre ellos, se mentían, se engañaban, se robaban y se llamaban amigos. Así que, ya sabéis: Cuidado con estos eufemismos absurdos cuales son utilizado en beneficio de los que una dicen y otra hacen. Al saber lo que piensan si es que piensan alguna vez y sobre todo, al saber que piensas tu lector.
Yo estoy loco y me hago llamar como tal; no es nada nuevo ni para mí, ni para ti, ni para otros muchos.
He oído que en la actualidad del siglo XXI, en el viejo continente, solían alabar tanto sus avances pasados y predicar la civilización mientras que en otros lados devastaban nuestros ejércitos del mismo modo que lo hicieron los anteriores colonialismos.
En fin, yo solía escribir tirando a los discursos públicos intentando de algún modo que la gente reaccione pero era muy difícil ya que el vulgo estaba más preocupado por las copas del futbol, formula 1, moto gp, tenis, prensa de corazón, etc…
Les solía intentar explicar que las cosas han de hacerlas uno mismo no esperar nada de nadie pero ellos, seguían pidiendo clemencia a los gobiernos de aquel entonces que eran sin excepción, todos corruptos. Por ejemplo:

Dejad de echar la culpa a los políticos por vuestras desgracias, pues no son ellos sino vosotros los que os sometéis a la ley que dictan. Vosotros sois los responsables: primero por votarles y segundo por hacerles caso. La chocante contradicción entre las palabras y los hechos me hace delirar a la hora de preguntarme que os pasa. Observo que os quejáis más a menudo a pesar de sonreír o bajar la mirada cuando pasan por vuestro lado… cargos superiores. Observo que pretendéis defender algo acudiendo a las convocatorias de huelga cuales, mucho lejos de hacer huelgas, se burlan de ellas. Aun suponiendo que esas manifestaciones sean serias por parte de quien las convocan, no tienen repercusión alguna ya que al día siguiente volvéis a los mismos puestos de esclavo-pagado como unos buenos corderitos. Héroes antes y después de la guerra sois todos. Sin embargo, a la hora de actuar, a menudo me encuentro solo. Teóricamente todos sois muy capacitados para exponer ideas y opiniones pero, en el campo de batalla no veo a ninguno de los héroes mencionados. Seres humanos despertad de vuestro eterno letargo; os lo pido a gritos tanto yo como la existencia de vuestra propia raza.
No obstante, aún me atrevo a creer en la posibilidad de que reaccionareis, de que despertareis del dogma del trabajo y del estado, de la obediencia sumisa a la ley y de la ansia por poseer algún bien promocionando al mismo tiempo la propiedad privada. Haciendo siempre lo mismo no conseguiréis resultados distintos y bien es sabido que la desobediencia civil trae de por si el progreso. Cread una verdadera educación, la que enseña a pensar y a ser crítico no la actual donde se corrompen las almas más puras de las más tempranas edades con ideas tan nocivas como dios. Desobedeced la ley del estado siempre que esta no actúa para el bien y a favor del pueblo y sobre todo dejad de repetir el lema del conformismo: ‘Es lo que hay’. ¡NO! No es lo que hay, no os lo creáis tan fácilmente. Juzgad con vuestra razón, tan indecente afirmación y comprobareis por vosotros mismos que es lo que ellos quieren que penséis. Aquí manda el pueblo y punto. No las multinacionales, ni las organizaciones ideológicas como Bilderberg, ni el papa ni los curas ni siquiera los políticos o los ejércitos. ¡NO! El control es vuestro: Hablad entre vosotros, poneos de acuerdo, organizaos todos y desorganizad lo establecido. Juntaos universitarios con el mundo obrero. Juntaos campesinos con el proletariado; ayudadles a volver a la casa del campo, al ocio activo, a dejar de ser mera mercancía capitalista y prisioneros en jaulas de apartamentos en la ciudad.
Ay seres humanos del siglo XXI, cuanta rabia me dais. Sois tan sabios, tan inteligentes, tan cultos y bien adiestrados por las diferentes instituciones de adoctrinamiento creadas a lo largo del tiempo que… no me explico porque todavía aceptáis como una realidad intocable la sociedad actual. Sois tan egocéntricos, os consideráis tan capacitados y listos, os envidiáis y os despreciáis tanto entre vosotros pero todos vosotros seguís siendo esclavos. ¿No habéis dudado nunca de estos sentimientos negativos? Reflexionad sobre ellos y os daréis cuenta que os han sido inculcados junto a la grandiosa competencia justo para no cooperar entre vosotros, para que sigáis siendo siempre fácil de combatir por la falta de unidad. Me contaba Z, mi comunista favorito que había un personaje al que le habían rebajado el sueldo; éste, viéndose perjudicado e incapaz de arreglar la injusticia cometida ante él no pensó en combatir a los que le habían perjudicado sino otra cosa muy distinta: crear el mismo prejuicio a los demás. Y así, en una cierta reunión de trabajadores en vez de defender y luchar en contra de la bajada salarial la defendía con todo su ser para que de ese modo, no fuese el solo el perjudicado sino también los demás. Hay que ser idiota.’

Aún, idealizo la posibilidad de un cambio radical donde todos se juntan y se pongan de acuerdo.

Idealizo...

Que algún día, los pueblos con todo lo que abarca, se unan y digan basta. Qué las fuerzas de orden público no sean más que unos más como lo son en realidad y que, en lugar de reprimir las masas por dinero, que reprimen dictadores. Que entre todos hagamos que todo sea de todos y de nadie en particular. Qué todo sea común. Que los ejércitos, formados por nuestros seres queridos, cesen de cumplir órdenes y que en vez de acudir a reprimir las revueltas, organizadas por la gente de a pie, las defienda y apoye. Sí, así de simple. Ninguna ejecución hará falta, ni una gota de sangre derramada...sea del tinte que sea. Se trata solo de conversación, cooperación y organización. Se trata de hacerlo concienzudamente antes de que cunda el pánico y nos alcance el caos perdiendo el control de los acontecimientos.

Estamos encaminados hacia la locura. Osama, digo... Barack Obama, premio nobel de la paz busca la guerra en Siria mientras que hace callar al vulgo con promesas sociales acerca de la salud mientras que por todos los demás lados se privatiza junto a prácticamente todo. Irán está rodeado de bases militares y es consciente que la guerra es inevitable. En Correa del
Norte se asesinan literalmente a los que pretenden cruzar la frontera hacia el sur; y no mueren solos, sino también las familias de estos. En la parte sur, la CIA elimina todo personaje clave mientras que su gobierno aclama a cuatro vientos que es en nombre de la paz y la civilización. Siguen reprimiendo pueblos enteros con la excusa de las bombas atómicas cuando ellos son los únicos que las han utilizado a lo largo de la historia.
No obstante, en Europa, se nos adiestra en el arte de la sumisión legal, nos convierten cada día más en robots, en esclavos, en dependientes. Para 2014, los nuevos bebes irán previstos de un chip, un localizador en el codo izquierdo; Taparan el verdadero propósito diciendo que es para la protección civil: !La seguridad ante todo! ... HAH! ...! Lo que dice la ley!...HaH ! HaH ! hahaha.’

No recuerdo si siempre he creído en algo, pero, desde que empecé a creer, a pesar de las ciertas influencias como la educación familiar, coloquial, colegial, y tipos similares; ideas plantadas de madres o padres, y me refiero aquí a los lenguajes; otras, aprendidas mediante golpes duros, golpes dados por los que aprendieron a controlar y manipular las ideas, los que te esclavizan mediante el miedo o el chantaje tal vez físico, tal vez psíquico, tal vez emocional o tal vez ciertas necesidades, aparentemente buenas al principio, pero que acaban siendo necesidades vitales como un par de segundos sin oxígeno o más bien bajo el agua y que se entienda aire por oxigeno; o simplemente, creencias escogidas por ti mismo. Pero a pesar de todo esto, siempre he creído en algo más, algo más que todo esto. He creído en algo tal vez perfecto, pero jamás he creído en un dios, tal y como lo perciben los humanos desde sus más remotos dioses o, más bien dicho, seres superiores. ¡No! No admito tal calumnia en el libro de la Inmortalidad, de la historia sin fin, que seguirá su rumbo en estado de Paz. Podría fácilmente mencionar seres supremos, pero cometería el error de apresurarme, y más vale prever que curar, tal vez, los seres vivos, que pertenecen a ``nuestro mundo`` -no es ni nuestro, no es ni mundo- formen parte de la complejidad de todo lo inexplicable hasta ahora y tal vez sea esto en lo que creo, en la Igualdad. Esto es complicado, porque las fuerzas de la Naturaleza no quieren la Igualdad con estos seres vivos, y estos a su vez, también desprecian a la pobre Igualdad; ellos, al Igual que la Natura quieren ser siempre, siempre quieren ser superiores a algo o a alguien. Este ego, parece existir en todos los sentidos conocidos y desconocidos pero más bien en tres, Psíquico, Físico, y Emocional. Por ende, desde que empecé a creer en vuestras ideas, todo se tornó a mal. No tengo claro a quien me dirijo, tal vez a todos, a todos estos que se creen superiores y además pretenden serlo también algún día. Estos que buscan poder y los que parece que lo tienen, estos que te mantienen inquieto y al mismo tiempo quieto.

No se trata de disfraces, ni promesas, ni consejos, ni nada de este estilo, sino de una Armonía tremenda, de una Paz increíble, de un Sueño magnifico, donde la Amistad y el Amor, dan Confianza.

firmado El Loco

"Tu coño"

Es Nochebuena de 2013 y mientras escribo esto más de 76.000 personas han leído el artículo que escribí hace dos días donde, simplemente, daba voz a MI coño, como afectado figurado de la nueva ley del aborto propuesta por el señor Ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón. Pero todos sabemos que los afectados no son sólo los coños. Nuestro coños, amigos, tienen dueña: NOSOTRAS.

He recibido cientos de mensajes a través del blog y de las redes sociales. Si pudiese hacer una estadística matemática os aseguro que más de 90 por ciento de los comentarios están a favor de mi opinión. Muchas personas, y os lo agradezco, han escrito incluso sus historias personales. Y aunque yo sea una mujer muy cachonda –siempre he creído que el humor es un arma- lo que se cuenta en los comentarios (mucho más interesantes que mi artículo) son testimonios de hombres y mujeres con miedos y preocupaciones y que no se toman, desde luego, esto del aborto como un “paseo por el parque” como señaló, muy acertadamente, una de mis lectoras.

Parto de la inteligencia de las personas adultas. Sé que hay personas que, por su edad, su situación social o económica, sus presiones –familiares, laborales, sociales- o su religión o creencias no pueden permitirse pensar libre y sensatamente. Entonces, hablemos de educación, que es un tema que tenemos bastante olvidado en este país. Educación sexual, educación cívica y educación moral. Y de protección. Protejamos a las mujeres que se encuentran en una situación de desamparo o que, y esto no es broma, tienen alguna discapacidad que les impide tomar decisiones de manera autónoma. Hagámoslo, señores del Gobierno, pero legislen -con excepciones- para una mayoría de ciudadanos adultos y responsables que tienen derecho a decidir sobre sus cuerpos y, lo más importante, sobre el destino de sus vidas y de las de sus hijos.

Hablaré del 10 por ciento de personas que creen que lo que sale de mi coño y del vuestro es un tema que merece ser discutido en los pasillos del Congreso y legislado dictatorialmente por señores que ni nos conocen ni les importamos una mierda. Una mierda. Una puta mierda. Y esto, llevan años demostrándolo. Las sotanas mueven más influencias que todos nuestros coños gimiendo al unísono. Qué pena.

Para vosotras –y vosotros- os diré que, a diferencia de lo que opináis, a mí no me preocupa ni me molesta si parís o dejáis de parir. Si abortáis o no. Si tenéis un hijo o dieciocho. Si disfrutáis con el sexo u os da asco –lo siento por vosotras, de veras-. Si creéis que a la Virgen la embarazó una paloma o el Espíritu Santo. Si estáis convencidas de que vuestra hija de 25 años es pura y casta. No me importa y no me molesta. De hecho, si de mí dependiese jamás dejaría que una mujer –y, subsidiariamente un hombre- no pudiese elegir si quiere reproducirse o no. Y lo puntualizo porque alguien comentaba que mi hipotético aborto sería pagado por la Seguridad Social y, eso, era inadmisible.

Mujer, yo pago mis impuestos y mi Seguridad Social, hasta tal punto, que soy autónoma. Y mi tolerancia llega a tal extremo que cuando tus ocho hijos cojan la varicela, sean hospitalizados o peguen una paliza a un vagabundo en un cajero –y tengan que intervenir un fiscal y un juez- parte de mi dinero se utilizará para movilizar los recursos y al personal humano que sean necesarios. Entonces, ¿qué coño me estás contado? Tu parto cuesta dinero. Tu hijo no cotizará hasta pasados los 20 y será atendido –espero- por la Seguridad Social aunque tú estés en el paro o no hayas pegado palo al agua en tu santa y divina vida.

¿Pero qué tenéis en la cabeza? ¿Vais a cuidar a mi hijo? ¿Si sale con una grave discapacidad correréis con sus gastos y os ocuparéis de que mi vida no se convierta en una peregrinación de hospitales, pesadillas y colectas públicas? ¿Me queréis vacilar, verdad?

Haced lo que queráis con vuestros coños. Y sí, diré coño hasta que me muera. Y las que me dicen que soy “una niñata maleducada” y que escribo “como una barriobajera” os diré que soy Licenciada en Periodismo, tengo dos másteres y un léxico lo suficientemente amplio como para utilizar palabras asépticas que no dañen vuestra moral católica. Pero es que a mí me encanta la palabra coño. Refleja todo lo que quiero transmitir: la cruda realidad. Mucho más que “vagina” o “aparato genital femenino”. Es algo con fuerza, que todos entendemos.

http://dianalopezvarela.blogspot.com.es/2013/12/tu-cono.html
 

"Mi coño"

Es bastante probable que a simple vista parezca que tengo un coño normal: tiene sus labios (internos y externos), su clítoris justo encima, su vagina en medio, su vello púbico (más del que me gustaría)… absolutamente nada con lo que sorprender al personal (con el gustazo que tiene que dar ser hermafrodita). Pero, desde mi punto de vista, mi coño tiene una particularidad bestial: es mío, y yo decido lo que entra y lo que sale de él.

Cuando una mujer es consciente de su sexualidad y de su cuerpo, que no es ni más ni menos que una parte importantísima de su vida, sabrá qué tiene que hacer con su coño. Del mismo modo en que aprendimos a no meter los dedos en los enchufes (sinceramente, no conozco ningún caso de muerte por choque eléctrico) o a no echar las piernas a la vía del tren, sabemos lo que hacer con nuestros órganos sexuales. Cualquier mujer inteligente, que sepa utilizar sus manos y sus piernas y alimentarse solita sabrá cómo utilizar su coño. Las mujeres, señor Ministro, no somos deficientes por defecto. Puede que usted haya tenido malas experiencias, pero le advierto que abusar de una persona deficiente no está bien visto. Ni siquiera en España.

Dicho esto, yo me considero una mujer competente, autónoma y lo suficientemente adulta como para saber si quiero procrear o no. Del mismo modo, considero que absolutamente todas las mujeres que conozco y con las que tengo relación: mis amigas, mis compañeras de trabajo, la dependienta del Zara, la de la gasolinera, la contable de mi padre, mi madre o mis cuñadas, están sobradamente capacitadas para saber qué hacer con sus respectivos coños. Lo cual, además, no deja de ser una decisión personal que de ninguna manera me afecta a mí. Bastante trabajo me da el mío (depilaciones, citologías, menstruaciones…) cómo para preocuparme del de la vecina.

Pero partiendo cómo partimos del principio de que la inmensa mayoría de la población española es medianamente inteligente me pregunto yo qué coño –con perdón- le importará a usted señor Ministro, a la Iglesia y a la panda de fachas que pasean carteles asquerosos mientras defienden guerras que matan a niños (de los carne y hueso), lo que sale de MI COÑO.


Porque yo follo con quien quiero, Alberto. Y cómo quiero. Como soy una mujer inteligente, utilizo métodos de anticoncepción que, dicho sea de paso, son una barrera contra las indeseables enfermedades de trasmisión sexual. Sepa también, que prácticamente ningún hombre –inteligente, a mi entender- con el que me he acostado se negaría a tener sexo sin protección la primera noche. Y que algunos hombres –inteligentes, por supuesto-, lo pidieron expresamente. Si yo, nublada por el calentamiento o por el amor que sentía hacia esa persona, hubiese cedido y hubiese aceptado mantener relaciones sin preservativo quizá me hubiese quedado embarazada. Quizá también me podría haber quedado embarazada con mi pareja, por haber jugado algún día más de la cuenta –las relaciones son un juego de dos, a mí la masturbación no suele embarazarme-, porque falló el método anticonceptivo –fallan, se lo aseguro- o porque esa persona me obligó a hacerlo. Afortunadamente, a mí no me ha pasado. Pero si me hubiese pasado, yo, mujer inteligente, hubiese querido abortar.

¿Sabe por qué? Tengo 27 años, he estudiado, soy profesional y NO quiero ser madre en estos momentos. Además, creo que tengo derecho a equivocarme como usted y como alguno de sus cuatro hijos, que, seguro, alguna vez debieron de haber practicado sexo sin haber convertido ese polvo en un ser humano.

Tengo derecho a abortar sin ser estigmatizada por ello y a hacerlo en las condiciones médico-sanitarias que se esperan de un país europeo en el año 2014. Tengo derecho a no joderme la vida porque un día algo salió mal y ni usted, ni mis padres, ni un cura, ni un psiquiatra ni el mismísimo Dios aparecido en la Tierra pueden negarme mi derecho a decidir lo que sale de MI coño.

Porque entonces, cuando yo y otras mujeres demos a luz, y en el hipotético caso de que todo saliese bien, tendrían usted y su gobierno que hacerse cargo de todos los hijos no deseados que llevan mala vida porque sus padres simplemente, no estaban preparados. O no podían darle un hogar. O no se conocían casi entre ellos. O no podían alimentarlos correctamente, o comprarles sus medicinas. Cosa, que, como bien sabrá, pasa cada día en España. Una nación que tiene el vergonzoso honor de tener a casi un 30 por ciento de la población infantil viviendo bajo el umbral de la pobreza, sólo por detrás de Bulgaria y Rumanía en el conjunto de los 27 países de la Unión Europea.

¿Sabe usted, señor Ministro, cuántos niños hay tirados ahora mismo en las calles de España? ¿O sin calefacción? ¿Y sabe los que comen todos los días lo mismo? ¿Se ha preocupado de conocer a aquellos que llevan los zapatos rotos al colegio? ¿Y a los que no han podido comprar un abrigo este año? ¿No le dan pena? A mí, sí. Lo que no me da pena es un embrión de pocas semanas que, sintiéndolo mucho señor Ministro, ni siente ni padece y que, efectivamente, podría convertirse en algo mucho más importante y entonces sí –y no antes- merecería toda su atención y la de su gobierno. Mientras tanto, amantes como son de la vida, deberían de preocuparse de que yo y el resto de las mujeres de este país tengamos una vida digna, estemos sanas y traigamos hijos deseados al mundo que tendremos que cuidar, inteligentemente, el resto de nuestras vidas.

A veces cuando lo escucho, señor Ministro, me hace sentir usted como mi gata. Le contaré que he tenido que esterilizarla porque la pobre no dejaba de traer hijos al mundo que no podía mantener, ni yo tampoco. Ella, simplemente, se acostaba con varones sin saber lo que hacía ni sus consecuencias. Tuvo dos partos múltiples. Como mi gata es un animal, si yo hubiese querido habría abandonado a todas esas crías, o las habría matado –qué más da, son gatos- Pero no hice eso, me preocupé de cuidar a cada uno de esos gatitos y de buscarles un hogar donde los quisiesen. Me preocupé, además, de llevar a mi gata al veterinario cuando enfermó después del parto –y de pagarlo-. Y después, me responsabilicé de que mi preciosa gata no volviese a quedarse embarazada otra vez. Porque no me gusta abandonar a los animales. Y menos, a las personas. Ojalá ustedes cuidasen a las ciudadanas de este país tanto como yo a mi gata.
 
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viernes, 27 de diciembre de 2013

El sueño de Ariana

Al final del abrazo, Ariana me dio un tamborcito de hilo. Era grande y brillante. Mis dedos se hundían como garras en esa superficie verde y generosa, en ese ovillo de cordel hecho de hebritas milimétricas, infinitesimales. Tardé en escapar de la fascinación del hilo, de su vértigo concéntrico, para volver al rostro lejano de Ariana, a la luz de sus párpados, a su plácido gesto, a las fuerzas en reposo de su cuerpo.
«Ariana», dije con voz tan baja que no supe si abrír mi boca. Era una hora incierta de la noche y, en el silencio, los pensamientos se escuchaban como voces. Ariana no abrió los ojos. Permaneció con su rostro vuelto hacia la ventana, recibiendo una débil claridad, abandonada a los últimos y más remotos acordes. «Ve a buscarlo», me dijo, sin alterar el gesto, sin querer destruir el decorado de su ensueño. «Dile todo lo que tengas que decirle y luego escúchalo, míralo, acaricia su pelo de fiera enternecida y pregúntale cómo ha sido la muerte, cuáles son sus nostalgias de la vida». «Ve a buscarlo», me dijo. «Debe estar en su ciudad».
Até el hilo a un extremo de la cama y me alejé. Antes de salir del cuarto volví a mirar a Ariana envuelta en su placidez, espectral, casi fosforescente. Traté de grabarme esa imagen, cada tono de negro y de azul, cada flujo de aire. Sin saber cómo y por qué, pensé que el recuerdo de Ariana sería mi aliento.
Cuando estuve debajo de la noche empecé a preguntarme cómo haría para ir a la ciudad, a «su» ciudad, la ciudad que había erigido en los parajes del sueño. Caminé varias horas en medio de un paisaje que no era el que buscaba. Vi el ovillo decrecer, vacilar, brincar como un cachorro en mis manos y bullir quedamente. Caminé y caminé hasta perder la esperanza, repitiendo como una plegaria el nombre de Ariana. Cuando el último extremo del hilo escapó de mis manos, levanté la mirada y allí estaba el canal, su quietud taciturna y pesada, sus navíos enormes sin mástiles; allí estaban los rieles de un viejo tranvía, una ruta olvidada; allí estaba el mercado, sus portales y tiendas repletos de frutas. Caminé entre los puestos de frutas, tomé luego por la calle que serpea, llegué hasta el lugar donde están las pescaderas y les pregunté por él a sus ojos que no miran. Pero no hubo respuesta.
Caminé entre el olor nauseabundo hasta un ascensor. Emprendí un raro viaje en zigzag, horizontal y vertical, a través de ese hotel construido con trozos de hoteles distintos. Vi decorados tropicales con ventiladores de techo y muebles de mimbre; vi sobrias y neblinosas austeridades, camas solemnes y pulcramente tendidas; vi el Hotel Cervantes con su puerta condenada y escuché el llanto afónico; vi fragmentos de hoteles de Calcuta y de Lituania; sentí finalmente el peculiar olor a musgo del Hotel Rey de Hungría y supe que estaba cerca, que podría encontrarlo. Esta vez no hubo sigilo en las escalas. Caminé directamente hasta la habitación y abrí suavemente la puerta entornada. Adentro estaba oscuro y olía a pino. El cuarto tenía aspecto de popa de barco. Junto a la ventana, estático y pensativo, estaba él, recibiendo de afuera una oscuridad menor que la del cuarto. Abajo se veían los navíos del canal. «Extraño tanto el agua», dijo, sin volverse a mirar, sin haber dado señal de sentir mi llegada. «¿Viniste a matarme?»
No lo sé. Tal vez hace tiempo lo hice. Su silueta respiraba lentamente. Su voz regresaba, cavernosa, musical, ronroneante, daba tumbos en el cuarto con hueca sonoridad. «La vida era mejor, pero ya no me quejo. Vivo ahora en mis sueños. Tengo tiempo y valor para ir hasta el centro de ellos. Extraño la tinta sobre el papel, el lento desangre de la pluma, la obediente canción del teclado. Lo otro, las palabras, me acompaña todo el tiempo. Las dibujo mentalmente en las paredes. Nacen y mueren al pensarlas, terminan frases cuyo inicio fue olvidado. Extraño el ahogo del beso, las citas no pactadas, las caricias transgresoras, el olor a mar y algas. Extraño el sonido de la risa y la ingenuidad del miedo».
Hablaba sin volverse, fijando la mirada en la cubierta de los barcos, pausado, cansado. Su mano gigante y pecosa salió de las sombras y señaló hacia arriba en la ventana.
«Extraño los crepúsculos, la luna sobre los charcos, el inaudible estruendo de las estrellas».
«Aunque tengo la música, extraño la vital imperfección de los conciertos, la ansiedad de la platea, sus éxtasis y lágrimas, su jadeo de animal agazapado».
«Extraño aquellos tiempos en que no tenía tiempo, las multitudes sonrientes, las cartas que llegaban de los sitios más insólitos».
 «Extraño también la caricia del fuego».
Sonrió. Dejó de mirar la ventana y se volvió a mirarme. Sentí que caía en sus pozos azules y negros.
«Extraño el abrazo de Ariana, mi Ariana, Ariana la inalcanzable, la que suaviza mi espera, la que envía mensajeros con cordeles que no alcanzan, mensajeros que al final deben quedarse, que alegran mi ciudad deambulando por sus calles, que viajan en tranvía y se tropiezan con todos mis personajes, que intentan escapar, inútilmente, en un barco sin agua, sin vientos y sin mástil.

Miley Cyrus - Wrecking Ball (Cover by Jasmine Thompson)

Santa Baby (cover)

domingo, 15 de diciembre de 2013

¿Quieres un café?

Mientras bebo una taza de café… Sintiendo en mi cara recorrer el aire frío del atardecer, sentada en la sala… Y de fondo un jazz exquisito… Pienso en ti… Pienso en todo lo que me haces sentir… Y me doy cuenta que ya no encuentro las palabras para poder transmitirlo… Cierro mis ojos y no me hace falta nada, porque tú, estás ahí…
Y me pregunto ¿cuándo llegará el momento en que yo pueda hacerte sentir un poquito de lo que tu provocas en mí?… Bebo mi café, y siento el amargo de su sabor… No, no creo que sea el amargo del café, creo que es el amargo sentir de no poder estar cerca de ti, de mirarte en una foto o escribirte en una pantalla… Ese amargo que te deja el sabor de no estar a tu lado…
Pero lo degusto bien, y hay un ligero dulce que puedo percibir, y en esa milésima de segundo donde lo puedo percibir, sonrío, porque llegará el momento en que todo ese dulce lo pueda percibir por horas cuando tú estés a mi lado… Y poco a poco bebo mi café, y lo saboreo… Pero, ¡miento amor!, te bebo a ti, bebo tu recuerdo, y lo bebo cada vez más despacio, porque quiero que se quede perenne en mí… ¿Quieres un café?

sábado, 14 de diciembre de 2013

Aprendemos

Qué difícil es aprender en esta vida, aprendemos a ser buenos hijos cuando somos padres y buenos padres cuando somos abuelos. Aprendemos que la amistad es una gran virtud cuando ya hemos perdido el mejor amigo y no tenemos a quién contarle nuestros secretos y las vivencias. Aprendemos a pedir perdón cuando nunca hemos perdonado, y ya perdimos la esperanza de ser perdonados, miramos a nuestro alrededor dándonos cuenta que estamos solos. Aprendemos demasiado tarde que el más bello y hermoso de todos los sueños es muy difícil de cristalizar, que nada en esta vida se logra sin sacrificios, porque lo que alcanzamos sin esfuerzos jamás tendrá sabor a gloria. Aprendemos muy tarde que necesitamos mucho tiempo para hacer posible nuestros anhelos, ambiciones porque nunca tenemos la voluntad, para que nuestros deseos queden satisfechos. Aprendemos a mirar con ternura cuando nuestros ojos no distinguen los bellos y hermosos colores del arco iris. Aprendemos que el amor es el más bello y tierno de todos los sentimientos, cuando dejamos pasar todas las oportunidades para darle cabida en nuestro pecho a un genuino y gran amor. Aprendemos a percibir las fragancias de las flores, cuando hemos destruidos todos los jardines y no tenemos espacio para cultivarlas. Aprendemos que necesitamos el calor de un fuerte y tierno abrazo cuando nuestro cuerpo está temblando de frío y no tenemos a nadie cerca para que caliente nuestra humanidad. Aprendemos que debemos ahorrar cuando lo hemos gastado todo, sin darnos cuenta estamos arruinados y el tiempo de guardar pasó sin poder hacer nada para detenerlo o echarlo atrás. Aprendemos la importancia de ser feliz al lado de nuestra pareja cuando ella cansada de tantas infidelidades se marchó para siempre de nuestro lado sin decirnos adiós. Aprendemos que ser honestos y sinceros es una gran virtud cuando nadie cree que somos capaces de ser leales y que hemos cambiado, nuestra forma de ser y de pensar. Aprendemos a disculparnos cuando hemos faltado, pero eso lo hace cualquiera lo más importante es demostrar que tenemos la sana intención, que nos ha crecido el alma para pedir el perdón a sabiendas de sentirnos culpables; en el momento oportuno.  Debemos aprender que las cosas buenas vividas en el pasado, por mucho que la recordemos jamás serán irrepetibles en la vida; lo mejor no es lo que está por llegar, sino los buenos momentos que estamos viviendo en el presente; tratando siempre de aceptar que el sol sale todos los días y brilla igual en todos los rincones de la tierra.  Debemos aprender que el amor es infinito no tiene color ni fronteras, pero hay que quererse así mismo para poder amar a nuestros semejantes; esto llenará de paz el interior de nuestras almas. Debemos aprender que el amor y la pasión no se mide por los suspiros que brotan del pecho sin por los tiernos y ardientes momentos en que nos dejaron sin aliento.

Por fin

He aprendido que una persona no debe fincar la felicidad de tu vida. Que no se necesita estar enamorado de alguien para sentir ese amor interminable hacia la vida, para escribir los versos más hermosos o tristes de la noche, o para contemplar las historias de amor que se cuentan. Sé que la fuente de inspiración, dulce o más intensa, se puede crear admirando la naturaleza de lo que nos rodea.
Estar enamorado del amor, ese que es el motor de las cosas increíbles y extraordinarias que nos acontecen, es la luz en el sendero... junto con los sueños y la imaginación creamos momentos inolvidables, memorables... Cuando se aprende a convivir y no a vivir por esa persona todo resulta más sencillo. Cuando no toda tu atención se basa en alguien o en algo. Redescubres este mundo a cada instante, disfrutando el verdadero placer de vivir, de sonreír, de admirar la lluvia, las estrellas y la luna. Es ahí donde empieza el plus a nuestra existencia.

martes, 10 de diciembre de 2013

En Navidad

Un año más, entramos en una de las épocas del año donde se supone que todo es alegría y diversión. Pero, a pesar de celebraciones, regalos y descanso, en muchas personas aflora un estado de tristeza y pena. Y es que la obligación de ser feliz en una fecha determinada puede causar justamente lo contrario. Posiblemente, cuando la supuesta idílica situación de unión familiar y dispendios no se dé, ya sea por muerte de un ser querido, una ruptura sentimental o la falta de recursos económicos, se producirá en la persona tal frustación que se tornará muy difícil no caer en la melancolía y aflicción. 
En la mayoría de los casos en que esto ocurre, se suele deber a la muerte de alguien cercano. Es lógico encontrarse triste ante esta tesitura, sobre todo si no se ha realizado bien el duelo. Por otro lado, si estamos pasando un apurro económico, el hecho de no poder celebrar la Navidad como lo hemos hecho otros años, hará que nos sintamos frustados. De todas formas, conviene no exagerar la Navidad. Es cierto que es una celebración religiosa con una importancia muy grande para varias confesiones, sobre todo la cristiana. Pero eso no se debe confundir con un exceso de consumismo, pues sabemos que el gastar más no va a hacer que seamos más felices, ya que al final lo importante no es cómo decoremos la mesa, sino el contacto humano y las relaciones con los demás. Es esto lo que nos aportará las mayores satisfacciones. 

Con su permiso voy citando....
"Los juguetes - esos demonios disfrazados de plástico - duran apenas una temporada, un cumpleaños, dos partidas, una versión. .......... Como lo material ya no llena, y los juguetes se terminan por olvidar, este año me he decidido a pedir personas. Las personas - esos juguetes disfrazados de dignidad - resisten lo que dura un curso, un hobby compartido, un enamoramiento."

Bueno, Feliz Navidad a todos en general, a ti en particular!

lunes, 2 de diciembre de 2013

Hoy nuestra única certeza es la incertidumbre

El hombre líquido

Doctor honoris causa por 15 universidades, sigue ejerciendo de profesor (Universidad de Leeds), y se nota: es de esos entrevistados que, con su pipa en ristre y amablemente, apenas te dejan meter baza en la conversación. Su pensamiento y su obra han sido analizados en una docena de libros. Hijo de una familia judía humilde, ex marxista polaco huido del estalinismo, se refugió en la universidad británica y se convirtió en un superventas filosófico. Tirando del hilo de su concepto de modernidad líquida, que define los rasgos característicos de nuestra época, ha escrito sobre la vida líquida, el amor líquido, los miedos líquidos. Participó en Converses a la Pedrera (Obra Social Catalunya Caixa).

Entrevista a Zygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista

Cuál es su descubrimiento más reciente?
Con un pie en la tumba intento hacer balance, y mi constatación es que acabaré donde empecé.

¿Buscando una sociedad perfecta?
Sí, hospitalaria para los seres humanos.

¿Qué ha aprendido en el trayecto?
He vivido bajo diferentes regímenes, ideologías, modas..., y lo que me resulta más sorprendente es que hay dos valores sin los cuales la vida humana sería impensable: la seguridad y la libertad.

Reconciliarlos es imposible, dice usted.
Cuanta más libertad tengamos menos seguridad, y cuanta más seguridad menos libertad. En la sociedad, la conquista de libertades nos lleva a una gran cantidad de riesgos e incertidumbres, y a desear la seguridad.

Y entonces nos sentimos ahogados.
Sí, conseguimos que no nos atraquen por la calle, que si caemos enfermos nos atiendan, pero nos volvemos dependientes, subordinados, y eso nos hace sufrir. Así que volvemos a evolucionar a una mayor libertad.

¿En qué punto estamos hoy?
Estamos asustados por la fragilidad y la vacilación de nuestra situación social, vivimos en la incertidumbre y en la desconfianza en nuestros políticos e instituciones. Estudiar una carrera ya no se corresponde con adquirir unas habilidades que serán apreciadas por la sociedad, no es un esfuerzo que se traduzca en frutos. Toda esta precariedad se expresa en problemas de identidad, como quién soy yo, qué pasará con mi futuro.

Y así llegamos a sus fluidos: sociedad líquida, amor líquido, miedo líquido...
Sí, la modernidad líquida, en la que todo es inestable: el trabajo, el amor, la política, la amistad; los vínculos humanos provisionales, y el único largo plazo es uno mismo.

Todo lo demás es corto plazo.
No se da el tiempo para que ninguna idea o pacto solidifique. Este enfoque ya forma parte de la filosofía de vida: hagamos lo que hagamos es de momento, por ahora.

Nada dura para siempre, ni siquiera el futuro.
Hoy nadie construye catedrales góticas, vivimos más bien en tiendas y moteles.

¿Y por qué lo considera un problema?
Objetos y personas son bienes de consumo, y como tales pierden su utilidad una vez usados. La vida líquida conlleva una autocrítica y autocensura constantes; se alimenta de la insatisfacción del yo consigo mismo.

Nos hemos quedado sin utopías.
La felicidad ha pasado de aspiración para todo el genero humano a deseo individual. Se trata de una búsqueda impulsada por la insatisfacción en la que el exceso de los bienes de consumo nunca será suficiente.

Y llegamos al consumidor consumido.
Hemos trasplantado unos patrones de comportamiento creados para servir a las relaciones entre cliente y producto, a otros órdenes del mundo. Tratamos al mundo como si fuera un contenedor lleno de juguetes con los que jugar a voluntad. Cuando nos aburrimos de ellos, los tiramos y sustituimos por algo nuevo, y así ocurre con los juguetes inanimados y con los animados.

Es decir, otros seres humanos.
Sí, hoy una pareja dura lo que dura la gratificación. Es lo mismo que cuando uno se compra un teléfono móvil: no juras fidelidad a ese producto, si llega una versión mejor al mercado, con más trastos, tiras lo viejo y te compras lo nuevo.

¿Qué efectos tiene en el ser humano?
Una actitud racional para con un objeto es una actitud muy cruel para con otros seres humanos. El consumismo es una catástrofe que afecta a la calidad de nuestras vidas y de nuestra convivencia. Creemos que para todos los problemas siempre hay una solución esperando en la tienda, que todos los problemas se pueden resolver comprando, y esto induce a error, nos debilita.

¿Por qué nos debilita?
Porque nos priva de nuestras habilidades sociales, en las que ya no creemos.

¿Cómo construirse a uno mismo, hallar la felicidad en este mundo líquido?
Hay dos factores que cooperan para modelar el camino de la vida humana, uno es el destino, algo que no podemos cambiar, pero el otro elemento es el carácter.

Ese sí lo podemos moldear.
El destino dibuja el conjunto de opciones que tienes disponible, siempre hay más de una opción. Luego el carácter es el que te hace escoger entre esas opciones. Así que hay un elemento de determinación y otro de libertad.

¿Hay que resistirse para ser libre?
Viviendo en una sociedad de consumidores, resistirse a ser un consumidor es una opción posible pero muy difícil. Por lo tanto, la probabilidad de que la mayoría de las personas decida resistirse al consumismo es una probabilidad muy lejana, aunque todas las mayorías empezaron siendo minorías.

¿Alguna solución individual?
Uno no sólo puede, sino que debe vivir su propia vida y el modelo de vida que le encaje, consciente de las consecuencias y costes que acarrea. Y el problema de mejorar la sociedad, y esta es la respuesta a todas las preguntas futuras que me pueda hacer usted.

¿...?
Se resume en hacer que la sociedad sea más benevolente, menos hostil, más hospitalaria a las opciones más humanas. Una buena sociedad sería la que hace que las decisiones correctas sean las más fáciles de tomar.

domingo, 1 de diciembre de 2013

La Chica Que Canta Un Dúo Mujer-Hombre

Linkin Park - Rolling In The Deep (Adele Cover - Live)

Cuando Sartre y Camus estuvieron en la mira del FBI

Desde 1945, J. Edgar Hoover destinó hombres y recursos a dilucidar si los intelectuales eran una amenaza para la seguridad de Estados Unidos. Luego de 30 años, aún no lo tenía claro.

En marzo de 1946, en el exclusivo barrio de Upper West Side de Manhattan, el escritor, futuro Premio Nobel y ex miembro de la Resistencia francesa, Albert Camus, ofreció una lectura en la Maison Française, selecto centro de estudios galos de la Universidad de Columbia. Un año antes, su amigo y correligionario ideológico Jean-Paul Sartre había hecho lo mismo y entre los asistentes hubo estudiantes, profesores e intelectuales. Ahora, la lista era más o menos similar, excepto por J. Edgar Hoover, el jefe del FBI.
¿Qué hacía la cabeza del mayor organismo de inteligencia nacional en una reunión de filósofos? ¿Era acaso Camus una eventual amenaza a los intereses de Estados Unidos? ¿Tenía el existencialismo de Sartre y su amigo algún componente de comunismo? ¿Eran la filosofía y las divagaciones una conspiración contra la sana mentalidad utilitaria de los americanos? Para J. Edgar Hoover, un abogado presbiteriano amigo de la acción y enemigo de las segundas lecturas, darle demasiadas interpretaciones al mundo sí era una eventual sombra sobre la seguridad nacional. Sobre todo, si una segunda lectura de los filósofos galos proponía que Estados Unidos tal vez no era el aliado de la paz y que la Unión Soviética no necesariamente era la perdición de Occidente.
Hoover, que tenía pocos hobbies además del exceso de trabajo, no sabía nada de filosofía y llamaba “Canus” a Camus. Eso duró hasta que un subalterno tuvo el arrojo de corregirlo y decirle que el apellido era en realidad con m. El autor de La peste había sido miembro de la Resistencia francesa y para el creador del FBI, aquello era prueba suficiente de sospecha: junto a valiosos patriotas, la Resistencia era un nido de comunistas. Por lo menos para Hoover.
“Camus había sido miembro del PC, pero al parecer, al FBI eso no le importaba. Lo que los perturbaba es que había estado en la Resistencia”, explica Andy Martin, profesor e investigador de la Universidad de Cambridge, en un reciente artículo publicado en la revista británica Prospect. Martin postula que las averiguaciones sobre Sartre y Camus significaron durante mucho tiempo un ítem financiero no despreciable para la policía de investigaciones más importante del mundo. En general, Hoover desconfiaba de todos los intelectuales, pero en particular de los filósofos. Y según Martin, creía que el “existencialismo y su variante del absurdismo eran sólo formas disfrazadas de comunismo”.
“Policía filósofo”. La expresión es del escritor británico Gilbert Keith Chesterton en su novela El hombre que fue jueves. Especificaba: “Es un oficio más sutil y atrevido que el de un policía vulgar”. Esta definición de aptitudes laborales bien podría haber servido para llenar el formulario de petición de empleos en el FBI inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Lo que se buscaba era un tipo de espía culto, letrado, en lo posible, capaz de leer en el idioma original del volumen sospechoso. La CIA y el MI6, cuyas cúpulas eran algunas de las mentes más brillantes de las universidades americanas y británicas, respectivamente, los tenían en abundancia. El FBI, en cambio, era un organismo de eficientes agentes que no necesariamente habían estudiado filosofía. Por el contrario, en su gran mayoría no sabían nada de Sartre, Camus o Heidegger. Quizás tampoco de Mark Twain o algún otro padre fundador de la literatura americana.
Después de que en 1945 Sartre llegara a Estados Unidos, invitado por la Oficina de Información de Guerra (O.W.I.) y como corresponsal del diario de la Resistencia Combat, J. Edgar Hoover elevó sus niveles de paranoia y suspicacia a grados inhabituales. “El objetivo de la Oficina de Información de Guerra era que estos personajes hicieran buena propaganda. Sin embargo, para Hoover todo eso eran pamplinas: no entendía qué tipo de ‘buena propaganda’ podía hacer alguien que había escrito La náusea y El ser y la nada”, comenta Martin.
La orden fue que los agentes lograran poner sus manos en alguna evidencia que condenara a Sartre. “Nunca lo hicieron, nunca pudieron. Todo el tema en realidad los desconcertaba”, añade Martin. En algún momento, uno de los hombres G (así se conocía a los funcionarios del FBI en los 40 y 50) logra dar con algunos efectos personales del filósofo. Son diarios y agendas, todo en francés. El investigador se queja de que no entiende nada y el FBI empieza a contratar traductores. En ese momento comienza la verdadera investigación.
Una de las pistas de Hoover también era el testimonio de la autora francesa radicada en Estados Unidos Geneviève Tabouis, quien denunció repetidas veces a Sartre y Camus como miembros del comunismo internacional. Recíprocamente, Sartre la denunció como espía del Departamento de Estado estadounidense.
A la larga, en cualquier caso, Camus resultaría un hueso mucho más difícil de roer que Sartre. El autor de El ser y la nada siguió simpatizando con la izquierda hasta el fin de sus días: apoyó a Fidel Castro, alabó al Che Guevara, se hizo amigo de la causa de Vietnam. Camus, por el contrario, se decepcionó temprano del comunismo, criticó a Stalin y nunca apoyó la independencia de Argelia. Su “derechización” era sospechosa para el paranoico Hoover. ¿Acaso no ocultaba este sorpresivo giro una maniobra encubierta de lavado de imagen?
De cualquier forma, nunca pudieron saberlo, pues Camus murió en un accidente automovilístico, en 1960. En el expediente del FBI sobre el autor de El extranjero, el agente James M. Underhill escribió sintomáticamente: “Este archivo (Camus) no se muestra con total disposición”.
El caso de Sartre fue más tragicómico. Veinte años después de iniciadas las investigaciones y ya muerto Camus, un agente anotó en el archivo de Sartre: “Aún no puedo dilucidar si es un comunista o un anticomunista”.