lunes, 12 de agosto de 2013

De Simone Beauvoir a Beatriz Preciado

No se nace mujer, sino que se llega a serlo 
Simone Beauvoir

No sólo no se nace mujer, sino que nunca se llega a serlo
Beatriz Preciado, filósofa feminista. Se destaca por ser una de las principales referentes mundiales de la Teoría Queer y la filosofía del género. En abril de 2010 queda finalista del Premio Anagrama de Ensayo en su XXXVIII edición con el libro Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en «Playboy» durante la guerra fría. El jurado del premio estaba compuesto por Salvador Clotas, Román Gubern, Xavier Rubert de Ventós, Fernando Savater, Vicente Verdú y el editor Jorge Herralde.
 
El primer ejemplar de 'Playboy' salió en noviembre de 1953 sin número ni fecha, financiado por un grupo de amigos entre los que se encontraban Hugh Hefner y su mujer, Millie Williams. Imprimieron 50.000 unidades de una revista que contenía artículos sobre jazz, sobre las cargas económicas derivadas de los divorcios y un reportaje sobre el diseño de muebles para la «oficina moderna». También incluyeron una foto de Marilyn Monroe en color que otros habían rechazado para evitar denuncias por obscenidad. Y ahí pudo estar la clave de su éxito. Del primer número se vendió toda la tirada. Seis años después, en 1959, la publicación llegó al millón de ejemplares mensuales y, a finales de los años sesenta, culminó su escalada con seis millones de copias.
'Playboy' ha sido una asombrosa aventura editorial que ahora llega a los ordenadores y a los móviles y que ha dado beneficios que se cifran en miles de millones de euros. Pero también ha significado algo más; un sueño y un modo de vida imaginario, un ideal de masculinidad contrario al del hombre casado, residente en una urbanización de las afueras y aficionado a los deportes, a la caza y a la pesca, típico en Estados Unidos durante los años cincuenta.
Una obra de la ensayista Beatriz Preciado (Burgos, 1970), 'Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en 'Playboy' durante la Guerra Fría', aborda el ideario y las prácticas de Hefner. La escritora descubrió a su personaje cuando estudiaba en Nueva York durante una noche de insomnio. Mientras veía la televisión, escuchó al dueño de la revista hablando de la importancia de la arquitectura. «Palabras como 'domesticidad', 'liberación espacial' y 'ático de soltero' tenían una resonancia especial en el discurso de Hefner. Aquello no tenía nada que ver con la imagen que me había hecho yo hasta entonces de la revista que sacaba a las chicas desnudas con orejas de conejo», recuerda la autora. 
 
Discípula de Jacques Derrida, uno de los apóstoles del movimiento filosófico del 68, Beatriz Preciado (Burgos, 1970), lleva en su impronta intelectual los dictámenes y la radicalidad de aquella generación de pensadores. Pero con sabor a siglo XXI. De ahí su fascinación por los impactos del movimiento queer, las teorías transgénero y las nuevas reflexiones sobre el efecto de la sexualidad en parangones tan dispares como la política y la economía.
Así, si ya en su anterior libro, Manifiesto contra-sexual (Ópera Prima) echaba por tierra las etiquetas de la homosexualidad y la heterosexualidad –“son categorías normativas impuestas; la vida real de los ciudadanos no se corresponde  con ellas, puesto que, en realidad, la elección de género se decide tras el nacimiento según lo que miden los penes. Yo defiendo que cada uno elija su sexo”, afirma tajante–, en Testo yonki (Espasa) parte de Michel Foucault para explicar cómo en la actualidad nos encontramos en la fase del capitalismo  farmacopornográfico. 

¿Farmaco qué?
 
Preciado resume el término con rapidez: “Es una etapa que comienza en 1947 con la aparición del término género y con la sintetización de la píldora femenina. Ahí se establece por primera vez la barrera entre sexualidad y reproducción”, explica. Preciado cree que la sexualidad se convierte en pornografía porque pide un placer rápido e inmediato. “¿El problema?”, se pregunta, “que no lo deciden los ciudadanos. Es una sexualidad de Estado. Las mujeres creen que dominan su sexualidad, pero quien lo hace es el Estado. El negocio fue redondo porque las ventas de la píldora fueron altísimas”.

Bien explicado, pero el caso de la píldora ocurrió hace ya 50 años. ¿Dónde está lo nuevo? Sin menospreciar a Internet, que con las páginas webs ha potenciado mucho este negocio, Preciado reconoce que la clave de la nueva revolución farmacopornográfica es la hormona testosterona.

“Hasta ahora ha sido una hormona cuidadosamente protegida. Mientras que los estrógenos y la progesterona comenzaron a venderse tras la
II Guerra Mundial y hoy son las sustancias más vendidas de todos los tiempos, la testosterona ha estado en una caja fuerte. Ahora bien, si el hombre pensaba que se iba a salvar, no contaba con el poder del capitalismo. Con la comercialización de la Viagra a partir del año 2000 se va hacia el control del hombre”, explica.

Maniobras penadas

 
Echemos de nuevo el freno. Con Preciado hay que ir despacio. Según los postulados de la filósofa, sustancias como la píldora y el viagra son un símbolo de esta nueva fase capitalista, ¿quiere decir esto que nuestra sexualidad está controlada por el Ibex 35? De alguna manera, sí.
Es más, Preciado quiere ir más allá: “Antes la masturbación estaba castigada. Se prohibía. Sin embargo, ahora se ha comprobado que se consiguen más beneficios económicos si se potencia la masturbación con sustancias como el Viagra. Esto demuestra que tanto la masturbación como el control de la reproducción simbolizan el nuevo capitalismo”, sentencia.
En Testo yonki, Beatriz Preciado rinde homenaje a sus maestros del 68. ¿Qué queda de aquella filosofía 40 años después? “Es un movimiento de fondo. La filosofía no provoca erecciones inmediatas. Pero yo soy optimista. Cuando el presidente Nicolas Sarkozy hablaba de acabar con todo lo que oliera al 68, yo me reía porque pensaba que se le iban a echar encima otros movimientos que proceden de aquellos años, como el queer”. Paradójicamente, para Preciado, Sarkozy es todo un ejemplo de su teoría sobre el capitalismo farmacopornográfico. Según la escritora, él ha convertido la política en placer inmediato, en pornografía. “Lo único que nos falta es ver el vídeo porno entre él y Carla Bruni”. ¿Podemos imaginar un vídeo más deseado y capitalista?
 
 

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