sábado, 5 de octubre de 2013

Niños Irritantes


Exilios. Palabra muy socorrida en la prensa cultural y política, en los ensayos sobre filosofía, en los estudios culturales. Tan socorrida que corre el peligro de volverse lugar común, un ítem más del catálogo de preocupaciones intelectuales en boga. Es decir, está al borde de agotar su carga de dolor auténtico y de crítica implícita a los sistemas de usos y costumbres complacidos con su capacidad de marginación. Por ello resultan renovadores y necesarios trabajos como los de Marisol Naranjo, quien echa mano de elementos audiovisuales y literarios para regalarnos un punto de vista fresco sobre el exilio y sus consecuencias.

El cortometraje abre al menos tres caminos de interpretación: enfoca para esquivar su olvido la exclusión social, cotidiana, en las calles de la capital del país; la voz en off lee textos de Alejandra Pizarnik sobre la extrañeza del hombre moderno ante un mundo cada día más hostil y ajeno; y, finalmente, tanto estas autoras como el personaje principal del video (una madre callejera con su niño en brazos) subrayan las dificultades de abrirse camino entre los estereotipos machistas de esta y varias otras sociedades. Triple exclusión que entrelaza sus hilos dolorosos pudiendo incorporar otros de un espectador imaginativo: ser pobre, ser mujer, ser humano entre los camellones de una urbe anestesiada para el sufrimiento ajeno a fuerza de sufrir todos los días la angustia de la sobrevivencia. Y el mensaje del trabajo de Naranjo resulta más desolador al abrir y cerrar con tomas del pedregal y sus plantas a medio secar, recordatorio de la desintegración a la cual estamos condenados todos los hombres…

La excepción la ofrece un gato saltarín cuya misteriosa aparición invita al espectador a jugar con lecturas finales: ¿dulce ironía? ¿Esperanza en la posibilidad de quebrar la monotonía, subrayada por la música de fondo? ¿Imagen de la fuerza vital femenina? Como sea, la multiplicidad de sentidos que ofrece Niños irritantes (el título remite al texto de Clarice Lispector del mismo nombre, el cual a su vez inspiró la imagen del niño y su madre usados por Naranjo) se convierte en sí mismo en un acto de resistencia ante los mensajes monolíticos y superficiales emitidos por los medios masivos de comunicación. Así, como afirmó Carlos Monsiváis en uno de sus últimos artículos, el arte ahora forma parte del arsenal de la contracultura, del nado siempre joven a contracorriente.

Eliff Lara Astorga (Universidad Nacional Autónoma de México)

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