“En
mi propio caso, si yo he tenido alguna experiencia de existir, ha
sido en cuanto he tenido la suerte o de crear en el preciso, sentido
de la palabra, o de participar en un orden que es en realidad el del
amor y la admiración, dentro del cual se pue de describir el acto
creador. Esto último es esencial, porque de ningún modo se podría
negar la experiencia de existir a innumerables seres humanos que
nunca han escrito una línea ni intentado expresarse a sí mismos en
música o en pintura. Esta experiencia existe desde el momento en que
una persona alcanza una cierta plenitud, con tal de que no degenere
en una autosuficiencia ilusoria”
Lo
decisivo es despertar en las gentes el ansia de ser creativas en
alguna vertiente de su vida, pues el ejercicio de la creatividad es
fuente de luz y nos abre posibilidades insospechadas de comprensión
de nuestra realidad actual, de apertura de horizontes prometedores y,
consiguientemente, de interpretación lúcida de los pensadores
empeñados en descifrar el enigma del ser humano.
La
participación genera presencia. Esa presencia la vivimos en los
acontecimientos de encuentro, cuando una persona se nos revela en la
mirada, en la palabra, en la expresividad del rostro. Te digo una
broma que te agrada y me sonríes. En tu sonrisa se me hace presente
tu persona complacida. La sonrisa se ve en bloque. Si, para
“explicarla”, la descomponemos en los elementos fisiológicos que
la integran, la perdemos de vista. Debemos verla sinópticamente, a
través de unos medios expresivos que se hacen transparentes. Una
obra musical se le hace presente al pianista cuando cobra vida bajo
sus dedos. “[...] El misterio musical es el misterio mismo de la
presencia. Y aquí debemos referirnos a lo que hay de más íntimo en
el comercio entre los seres. En el sentido espiritual de la palabra,
la presencia no se reduce al hecho de estar ahí. La presencia no es
algo dado; yo diría, más bien, que es algo revelado [...]. Un ser
nos es presente cuando se abre a nosotros; y esto no implica en modo
alguno que esté situado en el espacio junto a nosotros”.
Al
entrar en presencia de algo valioso, del que participamos con amor y
admiración, ganamos conciencia de existir de verdad, de estar
afirmados en el ser . El “ser” al que aquí aludimos no se reduce
a una mera idea universal; se halla cargado de densidad, de potencia
operativa, de virtualidades creativas. Al asumir éstas, nuestra
“exigencia ontológica” se aquieta y da lugar a una plenitud
vital. Es el sentimiento de plenitud propio de la felicidad.
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