martes, 24 de septiembre de 2013

Lewis Carroll

“Pero si yo no quiero estar entre locos”, comenta Alicia

 “ ¡Ah!. Pero eso no puedes evitarlo”, le contesta el gato.
 “Aquí estamos todos locos. Yo estoy loco. Y tú también”. 
 
 
Lewis Carroll, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898), fue el autor, entre otras obras, de Alicia en el País de las Maravillas (1865), un texto poco inocente que cuestiona indirectamente muchos preceptos victorianos. De manera sutil, Alicia … deja entrever la hipocresía y la presuntuosidad didáctica del mundo de los adultos existente en los textos infantiles de la época. Sin saberlo, Carroll produjo un ejercicio onírico de singular riqueza, reflejo de la fantástica evasión espiritual que desarrolló en su propia vida.

Carroll nació, un 27 de enero, en Daresbury (Cheshire), siendo el tercer hijo (primer varón) de los once del matrimonio compuesto por el reverendo Charles Dodgson, hombre austero y puritano, y Francis Jane Lutwidge, una dama típicamente victoriana. Recibió su educación en la Richmond School (Yorkshire), en la Rugby School y en la Christ Church (Oxford), donde además fue profesor de matemáticas entre 1855 y 1881. Fue también un excelente fotógrafo, casi podría decirse que uno de los pioneros de la fotografía amateur inglesa y, tal vez, el más destacado retratista de niños del siglo XIX.  Las imágenes fotográficas, tomadas entre 1856 y 1880, fueron las que generaron una polémica sobre su personalidad, ya que hay varias que resultan realmente perturbadoras. Entre éstas, se destacan las dedicadas a las niñas; en una suerte de juego erótico, las modelos, en algunos casos desnudas, posan para el artista manteniendo su carácter ingenuo, pero clavando las miradas en la cámara como si respondieran a una atracción que el autor sentía por las prepúberes. Atracción siempre honorable y fuera de todo reproche, sobre la que cien años más tarde, no existen evidencias que indiquen lo contrario. En 1880, Carroll abandonó en forma abrupta la fotografía. El por qué de esta decisión constituye, para sus estudiosos, un punto oscuro. Algunos conjeturan que pudo haber existido algún escándalo por el tipo de fotografías; sin embargo, no existen registros al respecto. De hecho, prácticamente en  todos los casos, el autor trabajó con la aprobación de los padres de las niñas e, invariablemente, su trabajo era “chaperoneado”, por lo menos indirectamente.

Parece ser que se sentía más cómodo en compañía de niños, específicamente niñas pequeñas y que, a través de la fotografía, pretendía “congelar” su belleza antes del inevitable florecimiento de sus senos y caderas. Su objeto fotográfico predilecto, y musa inspiradora de Alicia en el país de las maravillas y de Alicia a través del espejo, fue Alice Liddell, una de las hijas de Henry George Liddell, deán de Christ Church.
 
Dodgson conoció a Alicia en abril de 1856, una semana antes de su cuarto cumpleaños. En sus diarios, se refiere a esta fecha como un día “muy especial”. Aunque no podía saber cuán importante sería su amistad con Alicia, tuvo un sentimiento especial hacia ella desde el primer día . La singular relación que mantuvo con la niña se constata en una de las cartas que le escribió, después de un largo período de silencio, estando Alice ya casada: “…pero sigue tan vívida como siempre en mi mente la imagen de quien fue, a través de tantos años, mi amiga niña ideal…”. Se podría afirmar, sin embargo, que la relación afectiva con la niña Liddell no tiene tanta importancia como su significado: no fue nunca una relación real con una niña real sino el comienzo de una evidente tendencia a mantener viva, más allá de sus límites temporales, una situación irreal, la de su propia infancia.
 
Fue justamente mientras pretendía entretener a Alicia y a sus hermanas Lorina y Edith, una tarde de julio de 1862 (más precisamente, el día 4 de ese mes), durante un paseo por el río Isis (nombre local del Támesis), que Carroll improvisó las Aventuras de Alicia bajo tierra ( por sugerencia de Henry Liddell, y previo a su publicación, el título fue cambiado por el que hoy conocemos). Al finalizar el paseo, Alice le pidió al reverendo Dodgson que escribiera la historia para ella, para lo cual éste pasó toda la noche en vela, intentando recordar los personajes a los que había dado vida esa tarde. Le agregó sus propias ilustraciones y en la Navidad de ese año le regaló el volumen a su musa. Ella  conservó el manuscrito original en su poder hasta el 3 de abril de 1928, cuando lo vendió en Sotheby’s por 15400 libras. Alicia… ha sido traducido a, prácticamente, todos los idiomas,  habiéndose convertido en un perenne best-seller que compite con La Biblia y las obras de Shakespeare en la demanda popular.
 
Además de Alicia...(1865), Carroll publicó A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1871; continuación del anterior), La caza del Snark (1876), Silvia y Bruno (1889), y varios tratados de Matemáticas y Lógica, entre otras obras.

Tanto Alicia como A través del espejo, son obras en las que se destacan la fantasía y la libre invención de Carroll, autor que cultivó, a la perfección, el arte del “nonsense” (sin sentido) o absurdo como línea literaria.

Alicia…relata las situaciones que enfrenta una niña al adentrarse en las profundidades de una madriguera, en el bosque, persiguiendo a un curioso conejo blanco, obsesionado por el tiempo, y vestido de elegante jacket.

Como consecuencia de esta persecución, la protagonista de la historia cae en un pozo que parece no tener fondo, culminando su caída en un “mundo” absolutamente desconocido y habitado por personajes fantásticos donde el tiempo transcurre anárquicamente. A lo largo de la historia, Alicia contempla atónita que su cuerpo se transforma permanentemente (metamorfopsia), creciendo (macropsia) o achicándose (micropsia), acercándose o alejándose, y sin poder hacer ella nada al respecto. De la misma manera, nota que algunas palabras salen de su boca en forma distorsionada o, simplemente, expresa una cosa queriendo decir otra. También se plantea que ella misma es dos personas al mismo tiempo (dualidad psicosomática) y, en ocasiones, duda de su propia identidad (despersonalización). Finalmente, y luego de una infinidad de situaciones disparatadas, Alicia se despierta sobre el regazo de su hermana mayor dándose cuenta de que todo ha sido un extraño sueño.
 
Con respecto a su carácter, Carroll ha sido definido como excéntrico e introvertido, y víctima, además, de una severa tartamudez. Curiosamente, varios de sus hermanos padecían este síntoma. Más de un autor ha sugerido que la tartamudez del escritor se debía a los intentos de sus padres de corregir su escritura con la mano izquierda. 

La personalidad de Dodgson ha llevado a sus estudiosos a plantearse ciertos interrogantes: ¿Charles – Lewis Carroll - Dodgson era un toxicómano, un matemático excéntrico, un pedófilo…?. Entre tantas disparatadas (o no) versiones, se destaca la del escritor Richard Wallace, quien ha estudiado la personalidad del enigmático autor y ha encontrado una serie de sospechosas coincidencias entre éste y el tristemente célebre Jack “el destripador”. El investigador dice, por ejemplo, que Carroll predijo la muerte de las cinco prostitutas de Whitechapel en sus poemas y que, siempre, escribía en su diario con tinta roja, excepto los días en que el misterioso “destripador” actuaba; entonces la tinta era negra…
 
Algunos autores, como L. A. Rolak, especulan que aunque Carroll no hace mención a las cefaleas en ninguno de sus diarios, algunas de las sensaciones experimentadas por Alicia estarían directamente ligadas a experiencias  personales.

Con frecuencia, se ha incluido a Carroll entre las personalidades de la historia afectadas de migrañas, pero no es seguro que realmente las haya padecido. No obstante, munidos del ánimo de conjeturar, es probable que así como Hidegarda de Bingen dejó plasmadas sus experiencias en Scivias, bien pudo Lewis Carroll haber concebido a Alicia … basándose en sus probables auras migrañosas. En apoyo de esta teoría, se pueden señalar sus vívidas descripciones del escotoma central, la visión “en túnel”, la fonofobia, los vértigos, la distorsión de la imagen corporal y las alucinaciones que frecuentemente acompañan a la migraña.
 
“Si así fue, así pudo ser; si así fuera, así podría ser; pero como no es, no es…”. Tweedledee, en  A través del Espejo, cap. IV.
 
Otros, como el dibujante Ralph Steadman, quien probablemente no sea un  estudioso de las cefaleas, opinan que Carroll tomaba “una buena dosis de láudano” para crear sus personajes imaginarios.
 
Una consecuencia asombrosa de la obra de Carroll es su impacto social y cultural en nuestra vida. El diario The Times detectó la rareza en su obituario: “Es curioso observar con cuánta frecuencia se cita a Alicia en el País de las Maravillas con referencia a asuntos públicos, así como acerca de materias comunes de la vida diaria. Es difícil que pase un día sin que alguna de sus extravagancias sea utilizada para apuntalar una moraleja o adornar una historia…”. Lo antedicho queda demostrado, a modo de ejemplo, y en el contexto del tema que nos ocupa, con el solo hecho de que alguien haya “bautizado” un tipo de cefalea con  el nombre de “Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas”:

En 1979, Golden reportó los casos de un niño y una niña, ambos de once años de edad, que sufrían crisis recurrentes consistentes en afección del sentido del tiempo, sensación de distorsión de su imagen corporal y de su entorno, con conservación del sensorio. Uno de los pacientes sufría alucinaciones vívidas que lo asustaban, y el otro, múltiples episodios confusionales. Ambos padecían frecuentes cefaleas y tenían una historia familiar positiva de migraña. Golden denominó a este hecho inusual “Síndrome de Alicia en el País de las Maravillas”, permitiendo que la incorporación de un artículo sobre Lewis Carroll en este espacio de Medicina y Cultura se vea doblemente justificado.
Carroll murió, a consecuencia de una bronquitis, en la casa de su hermana, en Guildford, el 14 de Julio de 1898.

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