“Pero si yo no quiero estar entre locos”, comenta Alicia
“ ¡Ah!.
Pero eso no puedes evitarlo”, le contesta el gato.
“Aquí
estamos todos locos. Yo estoy loco. Y tú también”.
Lewis
Carroll, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson (1832-1898),
fue el autor, entre otras obras, de Alicia en el País de
las Maravillas (1865), un texto poco inocente que
cuestiona indirectamente muchos preceptos victorianos. De
manera sutil, Alicia … deja entrever la hipocresía y
la presuntuosidad didáctica del mundo de los adultos
existente en los textos infantiles de la época. Sin saberlo,
Carroll produjo un ejercicio onírico de singular riqueza,
reflejo de la fantástica evasión espiritual que desarrolló
en su propia vida.
Carroll
nació, un 27 de enero, en Daresbury (Cheshire), siendo el
tercer hijo (primer varón) de los once del matrimonio
compuesto por el reverendo Charles Dodgson, hombre austero y
puritano, y Francis Jane Lutwidge, una dama típicamente
victoriana. Recibió su educación en la Richmond School (Yorkshire),
en la Rugby School y en la Christ Church (Oxford), donde
además fue profesor de matemáticas entre 1855 y 1881. Fue
también un excelente fotógrafo, casi podría decirse que uno
de los pioneros de la fotografía amateur inglesa y,
tal vez, el más destacado retratista de niños del siglo XIX.
Las imágenes fotográficas, tomadas entre 1856 y 1880, fueron
las que generaron una polémica sobre su personalidad, ya que
hay varias que resultan realmente perturbadoras. Entre
éstas, se destacan las dedicadas a las niñas; en una suerte
de juego erótico, las modelos, en algunos casos desnudas,
posan para el artista manteniendo su carácter ingenuo, pero
clavando las miradas en la cámara como si respondieran a una
atracción que el autor sentía por las prepúberes. Atracción
siempre honorable y fuera de todo reproche, sobre la que
cien años más tarde, no existen evidencias que indiquen lo
contrario. En 1880, Carroll abandonó en forma abrupta la
fotografía. El por qué de esta decisión constituye, para sus
estudiosos, un punto oscuro. Algunos conjeturan que pudo
haber existido algún escándalo por el tipo de fotografías;
sin embargo, no existen registros al respecto. De hecho,
prácticamente en todos los casos, el autor trabajó con la
aprobación de los padres de las niñas e, invariablemente, su
trabajo era “chaperoneado”, por lo menos indirectamente.
Parece ser
que se sentía más cómodo en compañía de niños,
específicamente niñas pequeñas y que, a través de la
fotografía, pretendía “congelar” su belleza antes del
inevitable florecimiento de sus senos y caderas. Su objeto
fotográfico predilecto, y musa inspiradora de Alicia en
el país de las maravillas y de Alicia a través del
espejo, fue Alice Liddell, una de las hijas de Henry
George Liddell, deán de Christ Church.
Dodgson conoció a
Alicia en abril de 1856, una semana antes de su cuarto
cumpleaños. En sus diarios, se refiere a esta fecha como un
día “muy especial”. Aunque no podía saber cuán importante
sería su amistad con Alicia, tuvo un sentimiento especial
hacia ella desde el primer día . La singular relación
que mantuvo con la niña se constata en una de las cartas
que le escribió, después de un largo período de silencio,
estando Alice ya casada: “…pero sigue tan vívida como
siempre en mi mente la imagen de quien fue, a través de
tantos años, mi amiga niña ideal…”. Se podría afirmar, sin
embargo, que la relación afectiva con la niña Liddell no
tiene tanta importancia como su significado: no fue nunca
una relación real con una niña real sino el comienzo de una
evidente tendencia a mantener viva, más allá de sus límites
temporales, una situación irreal, la de su propia infancia.
Fue
justamente mientras pretendía entretener a Alicia y a sus
hermanas Lorina y Edith, una tarde de julio de 1862 (más
precisamente, el día 4 de ese mes), durante un paseo por el
río Isis (nombre local del Támesis), que Carroll improvisó
las Aventuras de Alicia bajo tierra ( por sugerencia
de Henry Liddell, y previo a su publicación, el título fue
cambiado por el que hoy conocemos). Al finalizar el paseo,
Alice le pidió al reverendo Dodgson que escribiera la
historia para ella, para lo cual éste pasó toda la noche en
vela, intentando recordar los personajes a los que había
dado vida esa tarde. Le agregó sus propias ilustraciones y
en la Navidad de ese año le regaló el volumen a su musa.
Ella conservó el manuscrito original en su poder hasta el 3
de abril de 1928, cuando lo vendió en Sotheby’s por 15400
libras. Alicia… ha sido traducido a, prácticamente,
todos los idiomas, habiéndose convertido en un perenne
best-seller que compite con La Biblia y las obras
de Shakespeare en la demanda popular.
Además de
Alicia...(1865), Carroll publicó A través del
espejo y lo que Alicia encontró allí (1871; continuación
del anterior), La caza del Snark (1876), Silvia y
Bruno (1889), y varios tratados de Matemáticas y Lógica,
entre otras obras.
Tanto
Alicia como A través del espejo, son obras en las
que se destacan la fantasía y la libre invención de Carroll,
autor que cultivó, a la perfección, el arte del “nonsense”
(sin sentido) o absurdo como línea literaria.
Alicia…relata
las situaciones que enfrenta una niña al adentrarse en las
profundidades de una madriguera, en el bosque, persiguiendo
a un curioso conejo blanco, obsesionado por el tiempo, y
vestido de elegante jacket.
Como
consecuencia de esta persecución, la protagonista de la
historia cae en un pozo que parece no tener fondo,
culminando su caída en un “mundo” absolutamente desconocido
y habitado por personajes fantásticos donde el tiempo
transcurre anárquicamente. A lo largo de la historia, Alicia
contempla atónita que su cuerpo se transforma
permanentemente (metamorfopsia), creciendo (macropsia) o
achicándose (micropsia), acercándose o alejándose, y sin
poder hacer ella nada al respecto. De la misma manera, nota
que algunas palabras salen de su boca en forma distorsionada
o, simplemente, expresa una cosa queriendo decir otra.
También se plantea que ella misma es dos personas al mismo
tiempo (dualidad psicosomática) y, en ocasiones, duda de su
propia identidad (despersonalización). Finalmente, y
luego de una infinidad de situaciones disparatadas, Alicia
se despierta sobre el regazo de su hermana mayor dándose
cuenta de que todo ha sido un extraño sueño.
Con
respecto a su carácter, Carroll ha sido definido como
excéntrico e introvertido, y víctima, además, de una severa
tartamudez. Curiosamente, varios de sus hermanos padecían
este síntoma. Más de un autor ha sugerido que la tartamudez
del escritor se debía a los intentos de sus padres de
corregir su escritura con la mano izquierda.
La
personalidad de Dodgson ha llevado a sus estudiosos a
plantearse ciertos interrogantes: ¿Charles – Lewis Carroll -
Dodgson era un toxicómano, un matemático excéntrico, un
pedófilo…?. Entre tantas disparatadas (o no) versiones, se
destaca la del escritor Richard Wallace, quien ha estudiado
la personalidad del enigmático autor y ha encontrado una
serie de sospechosas coincidencias entre éste y el
tristemente célebre Jack “el destripador”. El investigador
dice, por ejemplo, que Carroll predijo la muerte de las
cinco prostitutas de Whitechapel en sus poemas y que,
siempre, escribía en su diario con tinta roja, excepto los
días en que el misterioso “destripador” actuaba; entonces la
tinta era negra…
Algunos
autores, como L. A. Rolak, especulan que aunque Carroll no
hace mención a las cefaleas en ninguno de sus diarios,
algunas de las sensaciones experimentadas por Alicia
estarían directamente ligadas a experiencias personales.
Con
frecuencia, se ha incluido a Carroll entre las
personalidades de la historia afectadas de migrañas, pero no
es seguro que realmente las haya padecido. No obstante,
munidos del ánimo de conjeturar, es probable que así como
Hidegarda de Bingen dejó plasmadas sus experiencias en
Scivias, bien pudo Lewis Carroll haber concebido a
Alicia … basándose en sus probables auras migrañosas. En
apoyo de esta teoría, se pueden señalar sus vívidas
descripciones del escotoma central, la visión “en túnel”, la
fonofobia, los vértigos, la distorsión de la imagen corporal
y las alucinaciones que frecuentemente acompañan a la
migraña.
“Si así
fue, así pudo ser; si así fuera, así podría ser; pero como
no es, no es…”.
Tweedledee, en A través del Espejo, cap. IV.
Otros, como
el dibujante Ralph Steadman, quien probablemente no sea un
estudioso de las cefaleas, opinan que Carroll tomaba “una
buena dosis de láudano” para crear sus personajes
imaginarios.
Una
consecuencia asombrosa de la obra de Carroll es su impacto
social y cultural en nuestra vida. El diario The Times
detectó la rareza en su obituario: “Es curioso observar con
cuánta frecuencia se cita a Alicia en el País de las
Maravillas con referencia a asuntos públicos, así como
acerca de materias comunes de la vida diaria. Es difícil que
pase un día sin que alguna de sus extravagancias sea
utilizada para apuntalar una moraleja o adornar una
historia…”. Lo antedicho queda demostrado, a modo
de ejemplo, y en el contexto del tema que nos ocupa, con el
solo hecho de que alguien haya “bautizado” un tipo de
cefalea con el nombre de “Síndrome de Alicia en el País de
las Maravillas”:
En 1979,
Golden reportó los casos de un niño y una niña, ambos de
once años de edad, que sufrían crisis recurrentes
consistentes en afección del sentido del tiempo, sensación
de distorsión de su imagen corporal y de su entorno, con
conservación del sensorio. Uno de los pacientes sufría
alucinaciones vívidas que lo asustaban, y el otro, múltiples
episodios confusionales. Ambos padecían frecuentes cefaleas
y tenían una historia familiar positiva de migraña. Golden
denominó a este hecho inusual “Síndrome de Alicia en el País
de las Maravillas”, permitiendo que la incorporación de
un artículo sobre Lewis Carroll en este espacio de Medicina
y Cultura se vea doblemente justificado.
Carroll
murió, a consecuencia de una bronquitis, en la casa de su
hermana, en Guildford, el 14 de Julio de 1898.
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