El ejercicio de la
medicina es un permanente contacto con ese espacio de
conflictiva intersección entre los conocimientos adquiridos
y las contingencias del mundo real. Allí se articulan, de
diverso modo, estos dos universos, a menudo discordantes, en
ocasiones contradictorios, pero siempre ásperos y complejos.
Ese conflicto se
resuelve mediante estrategias individuales en relación con
la enciclopedia de conocimientos adquiridos y los modelos
incorporados a lo largo de la etapa de formación
profesional.
No resulta extraño
que esta brecha sea frecuentemente suturada mediante el
empleo de un razonamiento automatizado y la sujeción a
reglas de acción previamente pautadas bajo la forma de
algoritmos o guías para la acción sobre las que el consenso
internacional y la autoridad académica operan como
herramientas de legitimación científica.
Sin interrogantes,
sin la acción autorreflexiva y el pliegue de la conciencia
sobre los propios actos, el conflicto se disuelve y la
práctica se coagula en infinitas repeticiones que no
reconocen grietas.
De este modo, las
prácticas profesionales se sustentan en una representación
disciplinar que se supone omnicomprensiva, totalizante,
cerrada sobre sí misma, alambrada de silencios y de
subordinaciones.
Existe, sin
embargo, otro escenario posible. Allí donde las certezas se
desmoronan y el juicio crítico se enciende surgen
(inevitables) las preguntas y la angustia que bordan los
matices de toda interrogación que nos compromete como
individuos.
..
¿Qué hacer ante la inadecuación de nuestros esquemas y la
realidad?
..
¿Qué recursos poner en juego para asignar sentido a los
multiformes avatares de la
práctica?
Pensamiento no
quiere decir reflexión. La reflexión aparece cuando el
pensamiento se vuelve sobre sí mismo y se interroga, no
sólo acerca de sus contenidos particulares sino acerca de sus presupuestos y fundamentos
Cornelius
Castoriadis.
..
¿Cómo
elaborar la frecuente insatisfacción respecto de los
esquemas explicativos tradicionales?
..
¿Cómo resolver la incertidumbre que sospecha una dimensión
aún no contemplada?
Los desajustes y
la incompletud intrínseca de toda disciplina respecto de lo
real aparecen sólo cuando la aparente solidez de “lo dado”
se resquebraja bajo la crítica y el cuestionamiento. En
estas condiciones se fecunda la reflexión y se alumbra la
duda.
Entonces surgen la
creatividad y el inefable combustible de lo verdaderamente
novedoso. Sólo entonces es posible modificar los cimientos
y, a partir de allí, edificar nuevas construcciones de
conocimiento verdadero y no mera reproducción.
La imaginación
radical y la creatividad son instrumentos indispensables y
no obstáculos para la creación científica de nuevos modelos
de realidad. Estos nuevos esquemas imaginarios sostienen, en
cada caso, lo pensable. Nuevas perspectivas, nuevas
articulaciones disciplinares contribuyen a expandir los
modos de pensar de la múltiple naturaleza de la experiencia
humana.
El valor positivo
de la crítica y la interrogación sistemáticas refuerzan la
vitalidad de un saber y lo rescatan de una cristalización
tan vecina a la muerte.
La angustia y la
perplejidad que acompañan este proceso se tornan ahora
comprensibles. Pero también son valorados como signos
inequívocos de vitalidad intelectual. Como el trémulo
temblor que reconoce un obstáculo y se resiste a
silenciarlo.
La representación
de la enfermedad como fenómeno complejo, como trama
delicadamente tejida de biología y de cultura, de
objetivaciones y subjetividades, ofrece una oportunidad
única de enriquecimiento y profundización.
Por el contrario,
la construcción de un objeto deshistorizado, carente de
subjetividad y únicamente legible en términos de un solo
lenguaje, nos condena a la repetición de lo mismo, a la
pasividad y al asentimiento. Habitantes de un vacío obeso de
información y de datos crudos. Cobijados de investiduras
vanas y sedaciones mortíferas.
Discurrimos por el
mundo con la lúbrica anestesia de lo evidente y el ropaje
absurdo de un prestigio social que ya no tenemos, que
posiblemente ya no merecemos.
Un antropólogo en
el botiquín:
No es excepcional
que ante una inquietud recurramos a la biblioteca, ante una
duda clínica concreta al botiquín para valernos de un
instrumento de exploración física o a un examen complementario.
La interrogación
se resuelve mediante la semiología específica.
Las brumas de la
duda se disipan bajo la claridad de los signos.
Pero, a qué
recurrir cuando la pregunta no admite el repertorio de
respuestas que tenemos a mano, cuando nuestros instrumentos
no resultan eficaces para dar visibilidad a determinados
aspectos.
Tal vez ésa sea
una oportunidad para comenzar a crear conocimiento desde
nuevas perspectivas.
Sin preguntas no
hay necesidad. Pero, con preguntas... ¿Cómo? ¿Con quién?
Resuenan en
algunos ámbitos cierto tipo de interrogantes que, una vez
desencadenados, habilitan una serie cuya extensión
definitiva no podemos todavía predecir.
Sólo hay
algunas preguntas a las que podemos responder, cuyas
respuestas sabemos antes de formularlas
Franz Kafka,
Diarios.
..
¿Qué cosa
es un hábito, un estilo de vida?
..
¿Qué vincula los modos de existencia, los modos de enfermar,
las posibilidades de curar o prevenir?
..
¿Qué abismos separan las representaciones del médico, del
paciente, de la sociedad respecto de una misma enfermedad?
..
¿Qué podría explicar la falta de adherencia a los
tratamientos y los consejos higiénicos tan “razonables” que
solemos esparcir como semillas inútiles en terreno árido?
..
¿Qué significa “educar” más allá de todo particularismo
cultural?
..
¿Cuáles son los límites de la intervención médica?
..
¿Cómo acceder a la dimensión del “padecer”? ¿Para qué?
..
¿Cómo reconocer el rostro de una enfermedad bajo la opacidad
de un lenguaje
que
no la nombra?
He pensado cuánto
podría ayudarnos encontrar, nuevamente, en nuestro viejo
botiquín el instrumento apropiado. La herramienta concreta
que nos haga visibles los signos y nos habilite el sentido.
He soñado, (ya en
los bordes de la razón) con encontrar un antropólogo
agazapado en el fondo de mi entrañable botiquín. Lo he visto
desplegarse ante mí y, observándome con intriga, hacerme las
peores de las preguntas, justamente las que no quería
escuchar...
- ¿Qué
hacés? ¿Qué ves? ¿Qué no ves?
No lo sé, confieso
mi incerteza. Pero a veces, clandestino y furtivo, me he
asomado al universo de la antropología y he intuido un mundo
que ensancharía el mío.
Carezco de
“evidencias” al respecto, no tengo más que vagas intuiciones
y el deseo obstinado de ampliar horizontes. La inconveniente
tendencia a ignorar barreras y la irresistible tentación de
agitar las aguas.
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