Un aspecto curioso del mal de amores es su tendencia
a prolongarse más allá de su tiempo de maduración. Las personas saben
que se hallan en una situación que no les beneficia, pero permiten con
frecuencia que ésta se prolongue durante años. Aunque no tomen ninguna
iniciativa, confían en que la relación mejore. Muchos se aferran a la
seguridad que poseen en lugar de arriesgarse a emprender una relación
más vital pero imprevisible con otra persona. Pero a menudo la gente se
resiste a poner fin a una relación hasta que no se agota la más mínima
esperanza de mejorar.
Algunas
personas aplazan lo inevitable hasta que ya no pueden soportarlo más.
Entonces adoptan una actitud decidida y enérgica. (...)
Requiere
tiempo para que el alma, tan profunda y compleja, ponga en orden sus
sentimientos y tome una decisión. Yo suelo esperar hasta que la manzana
de la decisión está a punto de caer del árbol por su propio peso. Sin
duda, tengo una paciencia o una capacidad de contemporizar exagerada.
Cuando aconsejo a otros, no me precipito. Creo que es importante estar
bien seguro antes de tomar una decisión. Muchas personas toman
decisiones basándose exclusivamente en el principio de que es preciso
hacer algo. Pero el alma tarda un tiempo en adaptarse a esas decisiones
apresuradas.
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