La investigación científica no sólo es un modo de conocer el mundo, es
la puesta en práctica de una manera de pensar. Un método mediante el
cual el hombre intenta aproximarse -apelando a la razón- a la enorme
complejidad de lo real. Hay otros, claro, pero son menos confiables, más
imprecisos y muchas veces contradictorios. La ciencia ofrece una
alternativa cuyo mérito mayor es la plena conciencia de sus limitaciones
y el carácter provisorio y siempre refutable del conocimiento que
produce. El pensamiento racional acierta más y predice mejor que el
intuitivo. Sin embargo a menudo caemos en la trampa y creemos sin
comprobación o planteamos hipótesis sin demostraciones.
Llevamos la cuenta de nuestros aciertos pero no de nuestros errores. La memoria es un contador desmemoriado. Confiamos en la intuición más que en la deducción para tomar decisiones en la vida cotidiana. Creemos, sin fundamento alguno, en las corazonadas, en el olfato, en el ojo clínico, en la libre interpretación o en cualquier otra forma adivinatoria del pensamiento. Nos consuela del dramático hecho de que la realidad no se ajusta a nuestros deseos. Sólo dos condiciones son necesarias para creer en algo tan absurdo: el olvido de nuestras equivocaciones y la cerrada resistencia a poner a prueba lo que decimos. Podría resultar un método apropiado en cierta áreas de la vida personal -donde a veces es recomendable ignorar la verdad-, pero es inadmisible en cuestiones de salud -donde es criminal desconocerla-.
Llevamos la cuenta de nuestros aciertos pero no de nuestros errores. La memoria es un contador desmemoriado. Confiamos en la intuición más que en la deducción para tomar decisiones en la vida cotidiana. Creemos, sin fundamento alguno, en las corazonadas, en el olfato, en el ojo clínico, en la libre interpretación o en cualquier otra forma adivinatoria del pensamiento. Nos consuela del dramático hecho de que la realidad no se ajusta a nuestros deseos. Sólo dos condiciones son necesarias para creer en algo tan absurdo: el olvido de nuestras equivocaciones y la cerrada resistencia a poner a prueba lo que decimos. Podría resultar un método apropiado en cierta áreas de la vida personal -donde a veces es recomendable ignorar la verdad-, pero es inadmisible en cuestiones de salud -donde es criminal desconocerla-.
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