1. Respetan la personalidad humana y, por lo mismo, son siempre
amables, gentiles, educados y dispuestos a ceder ante los otros. No
hacen fila por un martillo o una pieza perdida de caucho indio. Si viven
con alguien a quien no consideran favorable y lo dejan, no dicen “nadie
podría vivir contigo”. Perdonan el ruido y la carne seca y fría y las
ocurrencias y la presencia de extraños en sus hogares.
2. Tienen
simpatía no sólo por los mendigos y los gatos. Les duele el corazón por
aquello que sus ojos no ven. Se levantan en la noche para ayudar a P.
[…], para pagar la universidad de los hermanos y comprar ropa a su
madre.
3. Respetan la propiedad de otros y, en consecuencia, pagan sus deudas.
4. Son sinceros y temen a la mentira como al fuego. No mienten,
incluso, en pequeñas cosas. Una mentira significa insultar a quien
escucha y ponerlo en una posición más baja a ojos de quien habla. No
aparentan: se comportan en la calle como en su casa y no presumen ante
sus camaradas más humildes. No son proclives a balbucear ni obligan la
confidencia impertinente de los otros. Por respeto a los oídos de otros,
callan más frecuentemente de lo que hablan.
5. No se
menosprecian por despertar compasión. No tensan las cuerdas de los
corazones de los demás para que los otros giman y hagan algo (o mucho)
por ellos. No dicen “Soy un incomprendido” o “Me he vuelto de segunda
mano” porque todo eso es perseguir un efecto simplón, es vulgar, rancio,
falso…
6. No tiene vanidad superflua. No se preocupan por esos
falsos diamantes conocidos como celebridades, por estrechar la mano del
ebrio P.*, por escuchar los arrebatos de un espectador extraviado en un
espectáculo de imágenes, o ser reconocido en las tabernas. […] Si ganan
unos centavos, no se pavonean como si estos valieran cientos de rublos, y
no alardean de poder entrar donde otros no son admitidos. […] Los
verdaderamente talentosos siempre se mantienen en las sombras entre la
muchedumbre, tan lejos como sea posible del reconocimiento. Incluso
Krylov** dijo que el barril vacío da un eco más sonoro que el lleno.
7. Si tienen un talento, lo respetan. Le sacrifican el descanso, las
mujeres, el vino, la vanidad. […] Se sienten orgullosos de su talento.
[…] Además, son fastidiosos.
8. Desarrollan para sí la intuición
estética. No pueden ir a dormir con la misma ropa, ven las grietas de
las paredes llenas de insectos, respiran un mal aire, caminan en el piso
recién escupido, cocinan sus alimentos sobre una estufa de aceite.
Pretenden tanto como sea posible contener y ennoblecer el instinto
sexual. […] Lo que quieren en una mujer no es una compañera de cama. […]
No piden inteligencia ahí donde se manifiesta la mentira constante.
Quieren, especialmente si son artistas, frescura, elegancia, humanidad,
la capacidad de la maternidad. […]. No tragan vodka a todas horas, día y
noche, no huelen los armarios porque no son cerdos y saben que no lo
son. Beben sólo estando libres y en ocasión […]. Porque ellos quieren
mens sana in corpore sano [“mente sana en cuerpo sano”].
Y así
sucesivamente. Así es como son las personas cultas. Para ser culto y no
quedar atrás, no es suficiente con haber leído Los papeles del club
Pickwick o haber memorizado el monólogo de Fausto. […]
Lo que
necesitas es trabajar constantemente, día y noche, leer constantemente,
estudiar, voluntad. […] Cada hora es preciosa para ti.
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