viernes, 9 de agosto de 2013

Nietzsche y Séneca

Cuando el sol, a punto de asomar, empezaba ya a dar sus primeras muestras de calor, la montaña con el valle a sus pies despuntaba excelsa e iba a reunirlos. Ambos habían meditado su encuentro con el otro respectivamente, y en la seguridad de alcanzar acuerdo, decidieron verse y charlar animadamente sobre sus posturas ante la vida. Al verse por vez primera sonrieron, y uno frente al otro, bajo un árbol cualquiera, comenzaron su conversación.
SÉNECA: ¡Maravilloso día! 
NIETZSCHE: Sí
S: ¿Y para ti?
N: (Largo silencio) Normal, pasajero.
S: Aprecio en tu tono y disposición cierta reticencia para con el mismo sentir.
N: Es cierto, el mismo sentir a veces carece de sentido alguno, y la experiencia se contrae sin dejarse alcanzar.
S: Pues bien, creo que lo mejor es permitirse ser humilde y no exigir cosas innecesarias.
N: ¿Te parece innecesario el frescor del tumulto, la relatividad del valor, la necesidad casi fisiológica del transitar por los deseos, o el amargor de la esperanza que no llega?
S: Todo eso son males pequeños, aceleradores del proceso de inconsciencia salvaje, que nublan tu mente y engañan tus verdaderas intenciones. Se trata de encontrar la estabilidad que te proporcionará esa experiencia tan anhelada.
N: ¿Y qué me dices del éxito, el triunfo y los placeres?
S: Que son enfermedades irreversibles, sin padre ni madre, venidos de la nada, de lo inexistente.
N: Son sentimientos y tienen origen, desarrollo y función.
S: Eso es llevarlo todo al extremo, radicalizar. Precisamente en lo que no hay que caer.
N: ¿Prefieres olvidarte de las sensaciones?
S: Prefiero practicar el conjunto de las cosas que me rodean, y vivir conforme a ellas. No comprendo el individualismo, la mejor forma de existir es en colectividad con tus momentos de meditación.
N: Si, cierto es, vivir entre barrotes cubiertos de caramelo, con lo clavos en los pies para inmovilizar al hombre y ponerle al servicio de las circunstancias comunes.
S: ¿Pero de qué te asustas? Es maravilloso poder compartir pensamientos y actos, la puesta en común de ideales, las costumbres de un territorio practicadas por sus miembros.
N: Claro, lo más parecido a unas cuantas ovejas.
S: No, por favor, algo semejante a un estado de felicidad que viene dado por el buen comportamiento, lo que hará diferentes al resto de las personas.
N: Pero, ¿qué es esa felicidad tan ornamentada que pintas?
S: Lo máximo. No debe aspirarse a otra cosa.
N: ¿No debe aspirarse simplemente a vivir?
S: Es que vivir tiene sus caminos perjudiciales con poderosas redes que te atrapan con un poco de descuido. Llegan en un segundo, rápidamente se insertan en tu interior, te acosan y acaban por manifestarse en tempestades irracionales.
N: ¿Irracionales dices?
S: Si, pensamientos que no favorecen en nada, entorpecen tu bienestar, sacuden tu alma hacia la miseria espiritual.
N: ¿Has pensado alguna vez que el hombre es puro deseo, que la melancolía y el instinto le pertenecen como a las estrellas su brillo?
S: Por supuesto, y esa noche no he conseguido conciliar el sueño. De veras que intranquilidad me produce discurrir sobre ello, saber de una especie de animal oscuro y resbaladizo, que de forma sigilosa se apodere de mí sin ninguna piedad.
N: Pero ese animal resultas ser tú, forma parte de tu naturaleza, ¿por qué destruirlo?
S: Porque es lo mejor para el hombre.
N: ¿Quién lo dice?
S: No te plantees cuestiones que no tienen respuesta, o mejor, pregúntate a ti mismo cuál es TU lugar, e intenta que sea el más elevado de todos en función de la virtud.
N: Estoy convencido de que esa virtud de la que hablas no es ninguna guía espiritual, y no me apoyaré en nada que no sea yo mismo.
S. Perfecto, observa tu interior y cuida no torcerte para no perjudicarte.
N: Es que no comprendo cómo yo mismo puedo perjudicarme según lo que dices, y no es necesario por otro lado, dormir bajo sombra alguna por mucho alivio que me produzca. Si eso practico lo único que haré es ese instante será alejarme kilómetros de mi auténtico ser y vivir una vida de la que no me sentiré dueño.
S: Parece que tengas miedos.
N: Evidentemente.
S. Pues no imagines más de lo que debes porque retornando al pasado sólo conseguirás atormentarte pensando en lo bueno vivido que ya no volverá. Y si te proyectas hacia el futuro, la incertidumbre y la duda se apoderarán de ti.
N: Imagino no lo que debo, sino lo que quiero, y en esa libertad yo me siento pasado, presente y futuro, y si eso me produce insatisfacción, ¡bienvenida sea!
S: Veo que no razonas, te puede la pasión. Tu lucha es….
N: Y, ¿contra qué luchar?, ¿cuál es tu propuesta?
S: Contra los vicios del alma, contra la maldad, la manifestación de la vida instintiva, contra lo amoral, las falsas convicciones y contra el azar.
N: Esto es, contra casi todo lo que el hombre es.
S: Imposible. El hombre puede llegar a ser bueno si se lo propone.
N: Sorpréndeme.
S: Con la perseverancia, la vida ordenada sin desequilibrios emocionales, un modo correcto de vivir en la seguridad y sin temores infundados por las pasiones, siendo uno dueño de sí mismo.
N: Un individuo mareado, débil, hipnotizado por esas formas. Un individuo sin tragedia.
S: Simplemente un hombre feliz.
N: Por supuesto, y pagado a un alto precio.
S: Un precio irreal que, en todo caso, desaparece ante la grandeza del espíritu auténticamente bueno.
N: Pareces poseedor de la verdad.
S. No tanto, sin embargo creo que aquélla ha de llegar en el camino hacia la sabiduría.
N: ¿Y cuál es tu sabiduría?
S: Conseguir las metas, establecerme en la felicidad, ser honesto, poseer buena condición moral y no temer ningún mal.
N: Me entristece profundamente asistir entonces a un individuo aletargado, asfixiado y sin vitalidad, que todo ha de explicárselo para poder soportar el peso de la existencia, un ser que intenta vivir en un mundo inexistente entre escombros y encerrado.
S: Te equivocas. El hombre que vive en sí mismo, posiblemente análogo al que tú hablas, pero que rechaza los miedos y sobrevive al sinsabor que pueda llegar a tener la existencia.
N: Ese mismo, que parece ser contrario al tuyo, disfruta con el dolor y se baña gozoso en el caos que nos constituye siendo capaz de velar por su persona sintiendo y viviendo todas y cada una de sus pulsiones.
S: ¿Cómo puede alguien sentirse bien con el sufrimiento? Acaso el masoquista.
N: Dejar que todas las sensaciones cabalguen por lo crepitante del ser sin camuflar los estímulos, eso es de lo que hablo.
S: Eso sería amoral.
N. ¿Y qué es la moral?
S: Lo que dicta el juicio más perfecto que es la virtud.
N: ¿Y qué es la virtud?
S: Lo bueno, lo íntegro, lo justo.
N: ¿En función de qué o quién?
S: De toda la Humanidad.
N: Justamente ése es el error. Confiar en la Humanidad y volcarnos en ella como si fuese la única salida. Siempre las máximas y la mitología de los asideros.
S: ¿No sabes todavía que el hombre pertenece al mundo, a la sociedad, y que debe vivir conforme a ella?
N: Claro que lo sé, y me produce algo de espanto creer en la responsabilidad que pueda llegar a tener el hombre respecto de la Humanidad.
S: Pues bien, ¿en quién confías tú?
N: En mi criterio, en mi despertar, en el nacimiento de una nueva filosofía que rompa con la norma encasilladota de todo cuanto acontece.
S: No concebiría nunca un estado de anarquía del todo utópico, porque si se desatan los vicios, se desatará la catástrofe.
N: La catástrofe es la vida, y dentro del mal trago que nos hace pasar, no ocurre nunca nada más que vida.
S: ¿No prefieres salvarte?
N: Del sufrimiento nadie consigue escapar, es intrínseco a nosotros y no es aceptable engañar al alma con viles tretas a modo de ídolos, y ocupar la maravillosa soledad con poderosas manifestaciones del tipo que sean.
S: No es engaño, es juicio verdadero permanente en la voluntad.
N: En una voluntad bajo las fauces del individuo.
S: No, una voluntad basada en el criterio medible por una buena balanza de actos morales.
N: ¿Por qué tanto planteamiento?
S: Porque la máxima necesita un reto y éste no es más que el poder vencer el mal del mundo.
N: No creo en las máximas.
S: Eso es egoísta.
N: Y supongo que para ti malo.
S: Efectivamente
N: Pues me cercioro de que lo bueno no es siempre "no egoísta" porque el comportamiento que yo tenga puede ser a ojos ajenos, malévolo y sin embargo beneficioso para mí.
S: El beneficio ha de ser de todos.
N: Ese "todos", ¿mira acaso hacia algún otro horizonte que no sea el de cada miembro en particular?
S: Por supuesto, y es dueño de ideas fijas.
N: Asociadas a la utilidad, ¿cierto?
S: A una buena utilidad con excelentes intenciones.
N: ¡Qué hostilidad para con los sentimientos!
S: ¡Cuánto odias la estabilidad!
N: Eso es del todo, lo que más apaga mi salto al vacío, lo que desahucia mis ilusiones y sacude mi interior.
S: Te sientes así quizá porque no has encontrado un objetivo.
N: Ni siquiera deseo hacerlo.
S: ¿Por miedo?
N: Rotundamente no. Desafío es lo que sentiría, pero el establecer determinadas proposiciones acotaría mi campo de libertad.
S: Cuando hablas de desafío, ¿también es venganza?
N: La venganza es una inefable manifestación de rebeldía y un no a la sumisión.
S: Te aseguro que en el olvido hallarás la paz. El hombre del respeto es el que se coloca por encima de las necesidades apremiantes, el que consigue el control del tiempo y el acontecer.
N: Pero no en todos los lugares el olvido es ley; fuera de ahí tu hombre sería absurdo.
S: Puede, pero con el control podría dirigir sus inquietudes sin necesidad de tropezar con lo que esos otros lugares pudieran depararle.
N: ¡Qué hombre manso, comedido, que ha aprendido a ser su propia meta y que no precisa de nada más! Es la misma perfección y la determinación más admirable.
S: Y la cumbre más alta a la que se puede llegar.
N: ¡Qué usura!
S: No. No pienses que hay intereses de por medio.
N: ¿Y el negar el desenfreno, el ataque, la inconformidad, no es prácticamente un atentado contra el propio yo?
S: No, porque todo eso son espejismos, nada más, que pueden sustituirse por la paciencia, gracias a la cual dejarás de ser tan exigente.
N: Trémula convicción, si tenemos en cuenta que la vida ya nos exige demasiado.
S: De nuevo vuelves a caer en fatalismos
N: De nuevo regresas tú a las simplezas, como si el hombre fuera animal fácil de domesticar.
S: No confundas la sencillez con la simpleza e intenta pensar qué te ha hecho sentirte así.
N: Toda la crueldad del mundo.
S: Sentimiento de crueldad al que tú puedes vencer.
N: Vencerla sería como vencer al ser humano, acabar con gran parte de su extensión.
S: ¿Y el silencio?, ¿dónde está la intimidad?
N: Es como si pensaras que el silencio se aprende.
S: Más que eso, el silencio enseña el interior para que puedas mostrarle tus mayores faltas.
N: Ese silencio de que hablas es el mundo que todos habéis inventado, una habitación sin vistas, fangosa, la última del pasillo. Ya es imposible gritar. ¿Crees que el hombre merece semejante castigo y alejamiento de su identidad?
S: Con ese comportamiento sólo conseguirás perturbarte e ir directo a la locura.
N: ¿Y no será que todos somos ya locos, o conciliando, que sea quizá la locura una forma más de vida respetable y lícita?
S: Eso son complejos. Nunca pierdas el control o la sensación de congoja absorberá todo tu ser.
N: Si algún afortunado y brillante día le da por aparecer, desnudo me hallará sin resistencia alguna.
S: La irracionalidad es la enemiga del bienestar.
N: Y la reflexión de la pasión.
S: Sería muy probable que con la filosofía que propongo rompiese con la trascendencia que te ata.
N: Lo sería, pero mucho más probable que acabase en estado de parálisis.
S: Son huidizas y crudas tus sentencias.
N: Prácticas y alentadoras las tuyas, quizá con una brizna de cada una se llegue a un punto.
S: Sí. Probablemente.

Sin más dilaciones se levantaron y se marcharon cada uno por un lado, con sensaciones de pesadumbre en uno y de ansia en el otro; frente al sol que acariciaba ya la escena dejando paso al silencio.

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