Si hay
algo que justifica cualquier cosa que hagamos en la vida, sea buena o
sea mala, es la pasión. Cuando tenemos pasión por algo, es cuando somos
capaces de sacar nuestras mejores aptitudes, dar luz a nuestras mas
sublimes creencias, entregar de nosotros mismos lo que mas apreciamos.
Es esa vehemencia por lograr los objetivos, saltando todas las barreras
de la lógica. Por la pasión es que tenemos la fuerza para llegar hasta
donde habita lo inalcanzable, por la pasión se nos hacen creíbles todas
las fábulas, por la pasión es que logramos realizar lo irrealizable. Es
que la pasión es la fuerza que enciende el corazón y apaga toda duda.
La
pasión es ese riesgo que vamos a correr cuando no tenemos nada que
perder, es esa jugada en la que perder significa morir, es ganar el
valor de hacerse un camino nuevo cuando ya nada nos funciona, es la
certeza de encontrar nuevos desafíos sin conocer nada excepto la fuerza
interior que nos mueve.
Cuando
digo pasión me refiero a esa increíble capacidad que tiene todo ser
humano para sobreponerse a la adversidad. Cuando no tenemos pasión, la
vida parece plana, amorfa y aburrida. Nos sentimos agobiados por todas y
cada una de las cosas que nos suceden por simples que ellas nos
parezcan. Cuando no tenemos pasión, estamos lejos de entender el sentido
que mueve cada uno de nuestros actos mas cotidianos. Por eso siento que
la verdadera razón que mueve las fuerzas del destino de la vida de toda
la humanidad, es la pasión.
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