jueves, 11 de julio de 2013

Platón y los indignados


Como consecuencia de esta gran crisis mundial que nos ha golpeado a raíz de un sistema económico y político insostenible, han surgido una serie de movimientos conocidos como los ‘indignados’ que buscan un cambio real en nuestra sociedad, un cambio que nos lleve a una democracia real. Tienen la intención de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP y del dominio de bancos y corporaciones, así como una auténtica división de poderes y otras medidas para mejorar el sistema democrático. Además, intelectuales como el escritor y diplomático Stéphan Hessel, el cual ha inspirado a este Movimiento 15-M, ha asegurado que cuando los gobiernos no escuchan al pueblo la democracia se convierte en oligarquía. Él propone un alzamiento contra la indiferencia de los políticos que nos gobiernan, que gobiernan nuestras vidas. Pero, ¿qué buscan estos ‘indignados’, una democracia real o un ‘Partido político de la Utopía’? Él pensamiento de este escritor y, en consecuencia, del Movimiento de los ‘indignados’, podemos extrapolarlo fácilmente a la concepción política que asumió Platón. Estoy segura que si Platón viviera hoy, lo cual sería un gran favor a nuestra sociedad, diría a estos indignados que no lucharan por una democracia real; que la utopía que ellos buscan para esta sociedad no es concebible con un gobierno ilegítimo como es la Democracia; que este sistema político no es la salida a los problemas actuales ya que éste es equivalente al hombre despreocupado, irreverente e indiferente, claramente la actitud que vemos en los políticos no filósofos de hoy en día. Unos políticos que, al no ser los más adecuados para desempeñar dicha tarea, no anteponen las necesidades de la colectividad sobre los intereses propios. Esta falta de ética platónica aboca al desorden, que será aprovechado por alguien audaz que se hará con el poder por la fuerza buscando su beneficio personal, dando lugar a la tiranía. De esta manera se repetirían constantemente el ciclo de los tipos de gobierno ilegítimos que defiende Platón en La República de manera que los problemas sociales como consecuencia de esa falta de razón y ética en el poder serían inevitables, es decir, una clara representación de la actualidad política en la que vivimos sumergidos. Platón lo tendría claro: se indignan, luego son los guardianes del Estado. Platón concebía que la indignación es una noble pasión que experimentan quienes no consienten la injusticia. En estas personas se da el ánimo necesario para defender con decisión lo justo. Por ello, su virtud es la fortaleza: el coraje de la voluntad para hacer aquello que la prudencia dicta como correcto. Que la Policía pueda desalojar a estas personas indignadas que ocupan la calle desconcertaría a Platón porque, según él, son precisamente ellas quienes debería ser la Policía. Son ellas quienes tienen el valor de indignarse velando para que en el Estado no prevalezca la injusticia y se busque el bien común en vez del bien de unos pocos. Pero una cosa son los guardianes y otra cosa son los gobernantes. En nuestro sistema (no platónico) los gobernantes somos todos, o así se pretende. De uno en uno puede que no seamos tan sabios como quisiera Platón para sus filósofos gobernantes, pero, como pasa en los hormigueros, entre todos no resultamos tan tontos. Claramente, la Utopía política que buscan los indignados no tiene el mismo fin que la Utopía que buscaba Platón hace 2.400 años, en la cual el mejor para gobernar no era aquel que tuviera la retórica sofística necesaria para hacer un uso correcto de los medios de comunicación y convencer al pueblo diciéndoles lo que quieren escuchar con el fin de ser elegido; sino un sistema social correcto y sostenible conducido por aquella persona más cualificada, mejor preparada, conocedora de la verdad, el filósofo. Quizás lo que deberían hacer estos ‘indignados’ es intentar escapar de la caverna platónica en la que se encuentran sometidos y no hacer lo que pretenden: mejorar la caverna desde dentro sin tener en cuenta que las sombras, aunque se intenten mejorar, no proporcionarán nunca el conocimiento verdadero sin el cual no alcanzaremos la libertad de una sociedad mejor.

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