lunes, 15 de julio de 2013

No existen verdades, sólo interpretaciones

Este célebre adagio de Nietzsche (Sobre verdad y mentira en sentido extramoral) supone el lema de la moderna hermenéutica.  Es resabida la prudente distancia que Freud tomó con respecto al filósofo del “martillo” pese a que la maduración de su pensamiento venía a coincidir con los primeros “descubrimientos” de la obra de Nietzsche, muerto en 1900. Parece que la filosofía nietzscheana estuviera “esperando” para prestar su apoyo al emergente psicoanálisis, complementándolo en muchas de las conclusiones que a nivel metapsicológico éste pudiera arrojar.
Esta distancia prudencial de Freud con respecto a Nietzsche se hace notar también en sus sucesivos seguidores, tanto ortodoxos como heterodoxos, tanto que ha podido darse un sólido fundamento a un “Freud con Marx”, pero no ha cuajado suficientemente un “Freud con Nietzsche”. De hecho, esta coalición era lo que podíamos denominar como una “boda anunciada” que finalmente no se produjo, por mucho que el fundador del psicoanálisis declarara ser lector de Nietzsche y que Lou Andreas Salomé, el gran amor del filósofo de Zaratustra, llegara a ser psicoanalista. Los acercamientos así declarados no permitieron sin embargo una connivencia teórica posterior por parte de ninguno de los “interesados” en cuestión.
Lo que no deja de ser paradójico es que la coyunda se produjera entre psicoanálisis y marxismo, siendo Marx un autor al que Freud se refiere con cierto desdén, cuando no critica abiertamente su ideario socialista y a sus seguidores coetáneos. Aventuramos la hipótesis de que la razón de este manifiesto  desencuentro se halla en la propia idea de verdad que tanto Nietzsche como Freud mantuvieron.
Para Nietzsche la verdad es propia de lo que en la metafísica platónica se conocía como “mundo verdadero”, el mundo de las ideas, que considera como un asesino de la vida, de todo lo vivo, de las potencias vitales y creadoras humanas.
No obstante este mundo ideal, el viejo mundo metafísico de las definiciones objetivas de las cosas, de sus esencias, viene a transformarse en la modernidad en la propia ciencia (más evolucionada para cumplir el fin de la caduca metafísica), que cataloga y  crea así un inventario de los fenómenos, repitiendo así el secular asesinato de la vida.
 Freud puede coincidir con Nietzsche en el extremo de que (como dijo el apóstol San Pablo) la “ley es una muerte”, pero se aleja decididamente del postulado nietzscheano de la verdad entendida meramente como una mentira con el fin de la dominación, ya que la verdad positiva está inscrita en el corazón del psicoanálisis como el fruto final de su pesquisa en la forma de “verdad histórica”. La afirmación de que  “no hay verdades, sólo interpretaciones” opone el arte a la ciencia, mientras que, para Freud, y de acuerdo al objetivo último de su pesquisa (el saber del Inconsciente) el arte viene a suplir aquello que falta en la ciencia. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario