Para que se haga cargo del tipo de entrevista: «¿Qué le queda por aprender de los alumnos?»
–Me enseñan a evitar la pedantería, porque ponen caras muy extrañas y me doy cuenta de que les estoy hablando con frases huecas.
–Me sorprende que un anarquista tenga móvil.
–Soy discretamente anarquista, huyo de la
estridencia. El móvil es una de mis imperfecciones, la atadura
sentimental de una novia que, inexplicablemente, quería tenerme
localizado.
–¿Y funcionó?
–A ella le funcionó.
–¿Por qué no hace oposiciones?
–Tengo dos respuestas. La primera, que
busco una manera de hacer el trabajo menos aparatosa, que no suponga el
enfrentamiento con otros compañeros, porque ser examinado es una
pesadilla que facilito a mis alumnos para evitar sustos. La segunda, por
incapacidad propia. La primera queda mejor.
–¿Se preocupan las madres cuyos hijos empiezan a frecuentar el Ateneu Llibertari?
–Los jóvenes vienen por nuestras
estrellas, en busca de chapas y camisetas, como si fuera El Corte Inglés
alternativo. Los que acuden por otras razones son casos terminales
ideológicamente hablando, por lo que a sus madres ya no les preocupa
adónde van.
–¿Los profesores han de ser autoridades públicas, o bastaría que llevaran armas?
–Nuestro prestigio residual ha
desaparecido porque hace muchos años que los alumnos ya no se enamoran
de sus profesores. Con todo, un libro de poesía de Antonio Machado es un
arma de destrucción masiva. El profesor que se atreve a empuñarla es un
héroe contemporáneo.
–¿Ha dado clase en aulas con crucifijo?
–Seguramente. Nunca he conseguido despejar la X, ni fija ni móvil.
–Entre los alumnos, el espíritu de funcionariado predomina sobre la rebeldía.
–En la escuela fabricamos analfabetos
funcionales, capaces de leer un manual de instrucciones pero no un libro
de poesía. Los profesores carecemos de prestigio porque no somos ricos.
–«Las escuelas no son granjas de gallinas ponedoras».
–Apelo a Plutarco, «el cerebro es una lámpara a encender, más que un vaso por llenar».
Sin embargo, hoy se trata de rellenar y de medir, como ese Informe PISA
que es la Eurovisión pedagógica. Se llegó a calcular la hora idónea
para dar leche a los alumnos, ¿cuántos huevos me ponen?
–Celebra [aquí Vallés hauria d'haver dit «commemora», no «celebra»] usted el centenario del fusilamiento del pedagogo Ferrer i Guardia.
–Su delito imperdonable fue recoger las
tendencias más innovadoras, mezclarlas y aplicarlas con éxito. Se
enfrentó al poder pedagógico, con libros de texto escritos por Odón de
Buen o Ramón y Cajal. Creó más de un centenar de escuelas, una de ellas
en Alaior. Antonio Maura firmó su sentencia de muerte, por lo que
Instituto Antonio Maura es como Guardería Herodes.
–El «Lisboa» es la redacción con más periodistas de Balears.
–Es la redacción nocturna de periodistas y gentes de mal vivir. El «Lisboa»surge de una celebración de amistad entre tres profesores, pero nos hemos extraviado.
–¿La república es el sucedáneo de la utopía?
–Hoy se llama república a cualquier cosa, y
es un consuelo de mal pagador político. Querría que llegara igual que
lo hace en el cuadro de Delacroix, como una mujer con el pecho fuera,
pero vendrá a golpe de decreto burocrático.
–¿Es un anarcoposibilista?
–Anarquista requiere una categoría moral,
es como decirle a un cristiano si es un santo. Yo aspiro a no someter y a
no ser sometido. En cuanto al posibilismo, el pronunciamiento
bakuniniano dice que sólo sabemos qué es posible conforme nos va
fallando lo imposible Y ya se sabe que donde hay Bakunin no manda
marinero.
–La filosofía se ha convertido en un subgénero de la autoayuda.
–El filósofo como sustituto del psicólogo,
que reemplazó a su vez al confesor. «Tómate dos fragmentos de Epicuro
antes de dormir».
–Todo lo arreglará internet.
–En vez de un ordenador por niño y una
pantalla por habitación, se necesita más gente trabajando en las aulas.
Tengo 150 alumnos.
–¿Existe la filosofía de la vida?
–La vida no tiene sentido en sí misma,
para ateos provisionales como yo. Nuestra tarea consiste en huir de la
locura para encontrarle un objetivo. Los niños no son locos bajitos,
porque la potencia del niño es su imaginación, y la condena del loco es
su delirio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario