Soñar, es olvidar la materia del propio cuerpo y
confundir hasta cierto punto el mundo exterior con el mundo interior.
Y ésta es una constante en las aventuras de esa niña llamada
Alicia. En los mundos oníricos en los que Alicia se sumerge (el País
de las Maravillas y el Otro lado del espejo), todo resulta familiar y
absurdo a la vez; ella es, sin duda, ella, pero ¿de qué tamaño es
ella? ¿O acaso ella es en realidad otras? ¿Quién es más real, el
que sueña, el que se sueña o el que es soñado por otro? Alicia
crece y mengua, se le toma la “medida” en todos los sentidos, se
la pone a prueba en las situaciones más disparatadas, se le juzga,
es constantemente interrogada sobre su identidad y sus capacidades
por seres extravagantes e incomprensibles que, seguramente, proceden
del deformado y absurdo universo de los adultos.
Esta
peculiar obra remite constantemente a una sensación que la propia
Alicia expresa en una de sus aventuras: “Es
curioso, es como si se me llenara la cabeza de ideas, pero no sabría
decir exactamente cuáles”.
La
acción transcurre en ese ámbito del sueño donde todo se puede
fundir y confundir, donde las convenciones se transgreden, los
personajes se transforman y multiplican, donde los espacios y tiempos
varían arbitrariamente, pues en los sueños nunca es previsible lo
que está por venir. Alicia entra alegremente en ese juego y, con la
curiosidad de la niña que se ve abocada a crecer, se sueña
a sí misma en una especie de viaje iniciático. Busca su propia
medida dentro de la inconmensurable realidad que, en definitiva, sólo
está acotada por convenciones.
Soñando
Alicia
Es un juego onírico lleno de disparates, un juego como ésos en los
que cualquier niño se aventura a diario esgrimiendo la fórmula
mágica del “Vale que yo ahora era… y que tú…”
Para
sumergirse en estos sueños de Soñando
Alicia,
poco importa la edad que el espectador tenga, puede haber celebrado
tantos cumpleaños o no-cumpleaños como se le antoje, le bastará
con saber dejarse caer por la madriguera de danzar sueños.
Alicia
significa velocidad. Una velocidad onírica llena de sinsentidos que
transcurre en esos espacios subterráneos sin tiempo del mundo del
sueño.
Alicia
parte del espacio rígidamente ordenado de una sociedad victoriana
para entrar en un juego caótico que acabará devolviéndola de nuevo
al orden establecido. Ésa misma es la trayectoria a la que, en
definitiva, nos conduce la Literatura.
“Los
escritores somos unos grandes mentirosos; la Literatura es la mentira
a través de la cual se llega a la verdad más profunda.”
Alicia
crece y decrece con la osadía de la niña que se niega a ser mayor,
la del adulto que se niega a abandonar su infancia o todo ello a la
vez, y lo hace desde la dimensión sin tiempo del universo del sueño.
El
propio Lewis Carroll (cuyo verdadero nombre era Charles Lutwidge
Dodgson) excepcional escritor, fotógrafo, inventor y creador bajo la
identidad de Carroll, en tanto que serio y respetable profesor de
lógica matemática y diácono de Oxford bajo la identidad de
Dodgson, convirtió su vida y su obra en un impecable juego de
equilibrios como eje de simetría entre la lógica y el disparate, el
espejo y el reflejo, la serenidad y el vértigo, la realidad y el
deseo, lo consciente y lo inconsciente, el orden y un dislocado caos
que retorna a un nuevo orden. Funde y confunde todos estos contrarios
del mismo modo que se funde y confunde con la propia Alicia,
manejando una lógica que bien podríamos calificar de onírica.
Desde
este perfil del autor, no deja de parecer sorprendente que
Dodgson-Carroll se nos pueda aparecer como un antecesor del
psicoanálisis, del Dadaísmo, del Surrealismo, de Buster Keaton, los
hermanos Marx o de tantos otros fenómenos del siglo XX.
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