Rafael Echeverría: Mi Nietzsche, la filosofía del devenir y el emprendimiento.
Nietzsche
desmonta la Filosofía: Sócrates fue, de verdad, un bufón que escogió
mal, muy mal, al optar por Parménides en contra de Heráclito; por el Ser
en contra del Devenir; lo estable, permanente y eterno en contra de lo
cambiante y efímero; lo Apolíneo contra lo Dionisíaco; o sea, el
pensamiento, el conocimiento, lo transparente, definido, cognoscible,
equilibrado y mesurado, en contra de los instintos, las pasiones y
emociones, lo incognoscible, profundo, oscuro y sombrío. Lo visible y lo
No-oculto, la Aletheia, la luz y el sol, contra las profundidades
insondables, hormonales y misteriosas del alma; la Metafísica y la
Ontología contra la Tragedia griega; lo aparentemente más hermoso del
alma, en contra de sus facetas más despreciables y animalescas.
Sócrates
condenó a Occidente a vivir al margen del verdadero problema: la
miseria profunda que llevamos en el Espíritu. Y hasta que Nietzsche
empezó a deshacerla, vivimos una farsa: Platón, discípulo de Sócrates y
Aristóteles, discípulo de Platón, siguieron el camino errado de sus
maestros y en consecuencia... ¡¡no entendieron nada!! Reforzando así el
error y el errar de Occidente. Más tarde el Cristianismo,
lamentablemente, asumió esa fofa filosofía griega, consolidando un
Proyecto de Sociedad que -gracias al Imperio Romano- se hizo hegemónico.
El Programa Metafísico, aunque tal vez pudiese llamárselo más bien la
Filosofía Occidental o el Pensamiento Racional. Una propuesta de
sociedad que, por endeble, no podía conducir sino a la profunda crisis
que estalla en el siglo XIX y que coloca a Nietzsche como la posibilidad
de un nuevo comienzo.
Echeverría
logra poner de relieve la insondable profundidad de la crisis de
Occidente: es el tratamiento que le da a la Sofística y a los Sofistas.
Sócrates se enfrenta a ellos, Platón y Aristóteles los aplastan y
nuestra "cultura" se extasió 2.400 masacrándolos. La palabra Sofisma se
convirtió en sinónimo de argumento falso, de mentira burda. Echeverría
muestra cómo Nietzsche mostró que era exactamente al revés, que era
Protágoras (el mayor de los Sofistas) el que estaba en lo correcto.
¡¡Que el verdadero sofista era Sócrates!! Occidente estuvo 2.400 años
pensando al revés: el camino correcto era el de Heráclito y no el de
Parménides, el de Dionisos y no el de Apolo, el de Protágoras y no el de
Sócrates.
Stefan Zweig, La lucha contra el Demonio.
Leyendo
el Nietzsche de Zweig se redescubre, una y otra vez, la noción de Dios.
Contra la nietzscheana idea ingenua según la cual "Dios había muerto",
se intuye que fue todo lo contrario, o sea, Dios existe. No, por
supuesto, como el Dios Creador de la Infinitud interminable de infinitas
galaxias, cada una de las cuales es a su vez Infinita; mas la
HiperInfinitud del Espíritu, absolutamente inescrutable e incognoscible.
Leyendo a Zweig uno capta que Dios no es la idea ateísta que Nietzsche
tenía sobre Él; que no se trata del Creador de la Infinitud del Mundo,
sino precisamente de esa Absoluta Infinitud del Mundo, más la Absoluta
Infinitud del Espíritu, o sea, que Dios ha muerto dentro de nosotros
mismos, porque somos incapaces de entender el mundo y, muchos menos,
nuestro Espíritu, por más que la Física Cuántica y las Ciencias de la
Psiquis, avancen incontenibles en la comprensión superficial de ambas
esferas.
Stefan
Zweig descubre cómo la noción de Demonio es la Quiebra de la Razón que
Kant y Hegel (con sus fracasos filosóficos) habían puesto en evidencia.
Nietzsche tuvo una pequeña confusión al creer que se trataba de Dios,
cuando la que realmente había muerto era la Lógica, el pensamiento
primitivo que alimentó a Occidente por 2.500 años. Porque en cuanto
usted descubre que ni la Razón ni la Ciencia le permiten tener la mas
mínima idea del absoluto Sinsentido que es el Mundo y, mucho más aún,
nuestro Espíritu, entonces, paradójicamente -ante la amenaza del Caos-
no queda ningún otro camino que aferrarse desesperadamente a esa
Infinitud Absoluta que nos permite identificarnos con el Universo y,
sobre todo, con las almas de nuestros semejantes, que nos permite ser
Uno con Ellas: ¡¡la Noción de Dios!!
Porque
en cuanto traspasamos Lo Racional ¡¡accedemos a Lo Humano!! al Mundo
del Espíritu que no anda deduciendo -mecánicamente- conclusiones a
partir de premisas, sino que se dedica a Poner Valores, a Crear el Bien y
no solo la Belleza. Porque Occidente, que neciamente identificó Lo
Humano con lo Racional, se tardó más de dos milenios en descubrir que
así como somos capaces de Crear la Belleza, podemos Crear el Bien. Pero
detrás de Lo Humano se nos aparece ¡¡Lo Religioso!! Nuestra capacidad
para identificar el alma con las de nuestros semejantes, de hacernos Uno
con Ellos. El Amor al Prójimo, la capacidad de intuir que el Espíritu
no tiene ningún Ser, como creyó Aristóteles y que por eso podemos
fundirnos en un solo Ser con todos los demás humanos. "Algo" que ya
empieza a parecerse a Dios.
Más
allá de Lo Religioso, llegamos a la dimensión más profunda de Lo
Humano: Lo Sagrado. La capacidad que tenemos para trascender el
Espíritu. ¡¡Es el Alma yendo más allá de sí misma!! Lo Humano es la
capacidad de Crear el Bien, de ponerlo en el Mundo. Lo Religioso es la
capacidad de re-ligar nuestras almas con las de los demás. Lo Sagrado,
en cambio, es la posibilidad que tenemos de construir nuestro propio
Espíritu; desde sus cimientos más profundos. No es ya poner el Bien en
el Mundo, sino ponerlo en nosotros mismos. Pero, mucho más que eso: es
la posibilidad de superar nuestra Animalidad, la antesala de la noción
de Dios.
Hemos
de trascender lo que representa la Lógica de la Razón, ese racionalismo
del Sistema, porque todo es MAYA, ya lo dijo Calderón de la Barca en La
Vida es Sueño: el carácter ficticio o ilusorio de la vida, lo Humano y
"La Realidad". La destrucción brutal de la ficción que la Razón y la
Verdad griegas crearon. La misma ficción con la que el Cristianismo
Medieval desarrolló la Escolástica. Y, finalmente, la misma con la que
Descartes, el Racionalismo y la Modernidad, produjeron el apogeo
grandioso -e iluso- de Occidente: la ingenuísima idea de "Progreso".
Nietzsche liquida a la Razón un siglo antes que la noción de Ideología
cobrase cuerpo ante el fracaso del Comunismo: la evidencia brutal de que
el Marxismo, lejos de ser una Ciencia, era otra vulgar Creencia. Un
siglo antes, Nietzsche mostró que la Lógica y la Filosofía eran
simplemente eso: Ideologías Monumentales, "Conocimientos Ideológicos".
Fue esa tesis nietzscheana, según la cual no hay hechos sino
interpretaciones; la misma de Kant, acerca de la absoluta
inaccesibilidad de la Realidad, de la impensable "Cosa en Sí". Sólo que
Kant no se atrevió nunca a sacar la consecuencia demoledora: que jamás
podremos tener un Conocimiento del Mundo a partir de la Razón, sino sólo
puras versiones suyas, es decir... Creencias. Esto es, que la Filosofía
había muerto.
Después
de Nietzsche, la Humanidad no ha hecho sino intuir que la Vida, la
Realidad y el Ser Humano son tan sólo ficciones, sinsentidos infinitos,
pero en cambio, el filosofo alemán se equivocó al decir que en el
Espíritu no hay conocimientos, sino interpretaciones, cuando en realidad
se puede acceder a ese conocimiento verdadero acerca del Espíritu a
través de la Consciencia.
Hans Küng ¿Existe Dios?
Porque
Nietzsche y su Superhombre -su Ubermensch- pueden ser interpretados
desde dos perspectivas muy distintas. Una es asumirlos como un llamado
ateo a la autotransformación del Hombre a partir de sí mismo, negando a
aceptar a Dios. La otra perspectiva es interpretar el Ubermensch como un
llamado (al hombre) a transformarse, no a partir de sí mismo o de sus
impulsos éticos, psíquicos o estéticos; o sea, no a partir de su finitud
o "de este Mundo", sino desde su Espiritualidad infinita, trascendente,
absoluta y en última instancia religiosa. Una dimensión que reside en
ti, pero que -indudablemente- te trasciende, que estando en ti es un
"más allá": la noción de Dios (independientemente de que Nietzsche y
Heidegger la aceptasen o no); este planteamiento del Superhombre y del
Eterno Retorno suponen una disolución radical del Ser
platónico-aristotélico y del Yo moderno, no en el Devenir sino en el
Infinito, lo Absoluto y lo Incognoscible, es decir, en Dios. Para esto,
se requiere de un estado espiritual o místico, para observar que lo
ilusorio es un disfraz, porque, tal y como decía Nietzsche, "la razón es
sólo un instrumento y Descartes un superficial.”
Extractos de cuatro artículos de E. Gómez.
(Resumidos por Anna Alexandra Alighieri)
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