viernes, 15 de noviembre de 2013

Repensando a Nietzsche

Rafael Echeverría: Mi Nietzsche, la filosofía del devenir y el emprendimiento.
Nietzsche desmonta la Filosofía: Sócrates fue, de verdad, un bufón que escogió mal, muy mal, al optar por Parménides en contra de Heráclito; por el Ser en contra del Devenir; lo estable, permanente y eterno en contra de lo cambiante y efímero; lo Apolíneo contra lo Dionisíaco; o sea, el pensamiento, el conocimiento, lo transparente, definido, cognoscible, equilibrado y mesurado, en contra de los instintos, las pasiones y emociones, lo incognoscible, profundo, oscuro y sombrío. Lo visible y lo No-oculto, la Aletheia, la luz y el sol, contra las profundidades insondables, hormonales y misteriosas del alma; la Metafísica y la Ontología contra la Tragedia griega; lo aparentemente más hermoso del alma, en contra de sus facetas más despreciables y animalescas.

Sócrates condenó a Occidente a vivir al margen del verdadero problema: la miseria profunda que llevamos en el Espíritu. Y hasta que Nietzsche empezó a deshacerla, vivimos una farsa: Platón, discípulo de Sócrates y Aristóteles, discípulo de Platón, siguieron el camino errado de sus maestros y en consecuencia... ¡¡no entendieron nada!! Reforzando así el error y el errar de Occidente. Más tarde el Cristianismo, lamentablemente, asumió esa fofa filosofía griega, consolidando un Proyecto de Sociedad que -gracias al Imperio Romano- se hizo hegemónico. El Programa Metafísico, aunque tal vez pudiese llamárselo más bien la Filosofía Occidental o el Pensamiento Racional. Una propuesta de sociedad que, por endeble, no podía conducir sino a la profunda crisis que estalla en el siglo XIX y que coloca a Nietzsche como la posibilidad de un nuevo comienzo.

Echeverría logra poner de relieve la insondable profundidad de la crisis de Occidente: es el tratamiento que le da a la Sofística y a los Sofistas. Sócrates se enfrenta a ellos, Platón y Aristóteles los aplastan y nuestra "cultura" se extasió 2.400 masacrándolos. La palabra Sofisma se convirtió en sinónimo de argumento falso, de mentira burda. Echeverría muestra cómo Nietzsche mostró que era exactamente al revés, que era Protágoras (el mayor de los Sofistas) el que estaba en lo correcto. ¡¡Que el verdadero sofista era Sócrates!! Occidente estuvo 2.400 años pensando al revés: el camino correcto era el de Heráclito y no el de Parménides, el de Dionisos y no el de Apolo, el de Protágoras y no el de Sócrates.

Stefan Zweig, La lucha contra el Demonio.
Leyendo el Nietzsche de Zweig se redescubre, una y otra vez, la noción de Dios. Contra la nietzscheana idea ingenua según la cual "Dios había muerto", se intuye que fue todo lo contrario, o sea, Dios existe. No, por supuesto, como el Dios Creador de la Infinitud interminable de infinitas galaxias, cada una de las cuales es a su vez Infinita; mas la HiperInfinitud del Espíritu, absolutamente inescrutable e incognoscible. Leyendo a Zweig uno capta que Dios no es la idea ateísta que Nietzsche tenía sobre Él; que no se trata del Creador de la Infinitud del Mundo, sino precisamente de esa Absoluta Infinitud del Mundo, más la Absoluta Infinitud del Espíritu, o sea, que Dios ha muerto dentro de nosotros mismos, porque somos incapaces de entender el mundo y, muchos menos, nuestro Espíritu, por más que la Física Cuántica y las Ciencias de la Psiquis, avancen incontenibles en la comprensión superficial de ambas esferas.

Stefan Zweig descubre cómo la noción de Demonio es la Quiebra de la Razón que Kant y Hegel (con sus fracasos filosóficos) habían puesto en evidencia. Nietzsche tuvo una pequeña confusión al creer que se trataba de Dios, cuando la que realmente había muerto era la Lógica, el pensamiento primitivo que alimentó a Occidente por 2.500 años. Porque en cuanto usted descubre que ni la Razón ni la Ciencia le permiten tener la mas mínima idea del absoluto Sinsentido que es el Mundo y, mucho más aún, nuestro Espíritu, entonces, paradójicamente -ante la amenaza del Caos- no queda ningún otro camino que aferrarse desesperadamente a esa Infinitud Absoluta que nos permite identificarnos con el Universo y, sobre todo, con las almas de nuestros semejantes, que nos permite ser Uno con Ellas: ¡¡la Noción de Dios!!

Porque en cuanto traspasamos Lo Racional ¡¡accedemos a Lo Humano!! al Mundo del Espíritu que no anda deduciendo -mecánicamente- conclusiones a partir de premisas, sino que se dedica a Poner Valores, a Crear el Bien y no solo la Belleza. Porque Occidente, que neciamente identificó Lo Humano con lo Racional, se tardó más de dos milenios en descubrir que así como somos capaces de Crear la Belleza, podemos Crear el Bien. Pero detrás de Lo Humano se nos aparece ¡¡Lo Religioso!! Nuestra capacidad para identificar el alma con las de nuestros semejantes, de hacernos Uno con Ellos. El Amor al Prójimo, la capacidad de intuir que el Espíritu no tiene ningún Ser, como creyó Aristóteles y que por eso podemos fundirnos en un solo Ser con todos los demás humanos. "Algo" que ya empieza a parecerse a Dios.

Más allá de Lo Religioso, llegamos a la dimensión más profunda de Lo Humano: Lo Sagrado. La capacidad que tenemos para trascender el Espíritu. ¡¡Es el Alma yendo más allá de sí misma!! Lo Humano es la capacidad de Crear el Bien, de ponerlo en el Mundo. Lo Religioso es la capacidad de re-ligar nuestras almas con las de los demás. Lo Sagrado, en cambio, es la posibilidad que tenemos de construir nuestro propio Espíritu; desde sus cimientos más profundos. No es ya poner el Bien en el Mundo, sino ponerlo en nosotros mismos. Pero, mucho más que eso: es la posibilidad de superar nuestra Animalidad, la antesala de la noción de Dios.

Hemos de trascender lo que representa la Lógica de la Razón, ese racionalismo del Sistema, porque todo es MAYA, ya lo dijo Calderón de la Barca en La Vida es Sueño: el carácter ficticio o ilusorio de la vida, lo Humano y "La Realidad". La destrucción brutal de la ficción que la Razón y la Verdad griegas crearon. La misma ficción con la que el Cristianismo Medieval desarrolló la Escolástica. Y, finalmente, la misma con la que Descartes, el Racionalismo y la Modernidad, produjeron el apogeo grandioso -e iluso- de Occidente: la ingenuísima idea de "Progreso". Nietzsche liquida a la Razón un siglo antes que la noción de Ideología cobrase cuerpo ante el fracaso del Comunismo: la evidencia brutal de que el Marxismo, lejos de ser una Ciencia, era otra vulgar Creencia. Un siglo antes, Nietzsche mostró que la Lógica y la Filosofía eran simplemente eso: Ideologías Monumentales, "Conocimientos Ideológicos". Fue esa tesis nietzscheana, según la cual no hay hechos sino interpretaciones; la misma de Kant, acerca de la absoluta inaccesibilidad de la Realidad, de la impensable "Cosa en Sí". Sólo que Kant no se atrevió nunca a sacar la consecuencia demoledora: que jamás podremos tener un Conocimiento del Mundo a partir de la Razón, sino sólo puras versiones suyas, es decir... Creencias. Esto es, que la Filosofía había muerto.

Después de Nietzsche, la Humanidad no ha hecho sino intuir que la Vida, la Realidad y el Ser Humano son tan sólo ficciones, sinsentidos infinitos, pero en cambio, el filosofo alemán se equivocó al decir que en el Espíritu no hay conocimientos, sino interpretaciones, cuando en realidad se puede acceder a ese conocimiento verdadero acerca del Espíritu a través de la Consciencia.

Hans Küng ¿Existe Dios?
Porque Nietzsche y su Superhombre -su Ubermensch- pueden ser interpretados desde dos perspectivas muy distintas. Una es asumirlos como un llamado ateo a la autotransformación del Hombre a partir de sí mismo, negando a aceptar a Dios. La otra perspectiva es interpretar el Ubermensch como un llamado (al hombre) a transformarse, no a partir de sí mismo o de sus impulsos éticos, psíquicos o estéticos; o sea, no a partir de su finitud o "de este Mundo", sino desde su Espiritualidad infinita, trascendente, absoluta y en última instancia religiosa. Una dimensión que reside en ti, pero que -indudablemente- te trasciende, que estando en ti es un "más allá": la noción de Dios (independientemente de que Nietzsche y Heidegger la aceptasen o no); este planteamiento del Superhombre y del Eterno Retorno suponen una disolución radical del Ser platónico-aristotélico y del Yo moderno, no en el Devenir sino en el Infinito, lo Absoluto y lo Incognoscible, es decir, en Dios. Para esto, se requiere de un estado espiritual o místico, para observar que lo ilusorio es un disfraz, porque, tal y como decía Nietzsche, "la razón es sólo un instrumento y Descartes un superficial.”

Extractos de cuatro artículos de E. Gómez.
(Resumidos por Anna Alexandra Alighieri)

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