Hay melodías que nos recorren, que sin saber como desde un principio
formaron parte de nuestro torrente sanguíneo, no hizo falta un estimulo
condicionado, no hizo falta la repetición, solo hizo falta un par de
notas para saber que formarían parte de un momento de nuestra vida, de
una etapa, y que se repetirían en muchísimas ocasiones. Formarían parte
de risas y también de lágrimas, de escritos y de pensamientos. Y cuando
las escuchemos dentro de muchos años, seguiremos reviviendo todas
aquellas sensaciones y sentimientos que compartimos con ellas en el
pasado, porque la música al igual que la poesía y la literatura forma
parte de un lenguaje que no entiende de barreras sociales no entiendes
de espacios físicos, ni de personas solo entiende que es el lenguaje del
alma y refleja lo que corazones despiertos o incluso muchos aun
dormidos que tienen que despertar. Amo la música porque aunque a veces
lo pueda dudar, amo la vida.
Y es ella la que con un escalofrío recorre cada vello de tu cuerpo,
que con una sola caricia estimula tu cerebro y te hace plantearte toda
una existencia, que con sus calidos besos te llegan al alma y te la
destripan sacando a la luz todo aquello que conscientemente intentaste
ocultar tras capas y capas de cemento y hoy ves que no tiene sentido.
Es ella, tan maravillosa y placentera, que te acompaña incluso en los días grises y los hace de color de rosa, con el mismo poder que los días soleados los puede cargar de una melancolía con una tensión y una carga que te da la fuerza para amar hasta los momentos amargos.
Y cuando avanzas por la calle, se sumerge en tu oído hasta llegar a tu sistema visual y haces que el mundo cobre un aura distinta, prestas atención a los árboles, a los techos y estructuras, a aquel indigente con gorro, al puesto de churros o de palomitas de la plaza, a las pobres ancianitas que venden verduras bañando de bellos colores las calles, de esas gotas de lluvia que quedan en las barras metálicas, de esas mariposas que comienzan su danza de apareamiento, de ese cielo que alterna entre miles de millones de colores y apenas nos hemos dado cuenta, de ese rayo de sol que asoma tímido entre las nubes y aumenta de fuerza y de intensidad sin apenas ser percibido hasta que se ha adueñado del firmamento, de ese mundo sin prisas porque es demasiado hermoso para no ser observado.
Es ella, tan maravillosa y placentera, que te acompaña incluso en los días grises y los hace de color de rosa, con el mismo poder que los días soleados los puede cargar de una melancolía con una tensión y una carga que te da la fuerza para amar hasta los momentos amargos.
Y cuando avanzas por la calle, se sumerge en tu oído hasta llegar a tu sistema visual y haces que el mundo cobre un aura distinta, prestas atención a los árboles, a los techos y estructuras, a aquel indigente con gorro, al puesto de churros o de palomitas de la plaza, a las pobres ancianitas que venden verduras bañando de bellos colores las calles, de esas gotas de lluvia que quedan en las barras metálicas, de esas mariposas que comienzan su danza de apareamiento, de ese cielo que alterna entre miles de millones de colores y apenas nos hemos dado cuenta, de ese rayo de sol que asoma tímido entre las nubes y aumenta de fuerza y de intensidad sin apenas ser percibido hasta que se ha adueñado del firmamento, de ese mundo sin prisas porque es demasiado hermoso para no ser observado.
Gracias música por hacerme ver al mundo bello, gracias melodía por
quitarme la mundana venda de los ojos. Amada nostalgia que despiertas,
pasión desenfrenada que desatas, paz que anhela el alma de tantas caras,
continúa despertándome estos sentimientos, continúa junto con la musa
siendo mi eterna amante, mi eterna caricia, mi eterna cura para la
realidad de estos días…
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