Acabo de leer un artículo de Iñigo Gurruchaga,
periodista corresponsal en Londres, que me ha hecho reflexionar sobre
mi condición de inmigrante en Reino Unido. Le cito un par de párrafos
porque no puedo estar más de acuerdo con lo que dice:
“He visto a gente que ha llegado aquí, a trabajar un tiempo, en
los negocios, en la diplomacia o el periodismo, con tal complejo para
integrarse que pretende ser más British que los British
en el idioma o el estilo y logran o bien convertirse en el hazmerreír,
siempre discreto, de los lugareños o entablar camaradería sólo con los
más atontados y cursis de la población local.
Y cuando uno llega sentando doctrina y con ganas de cambiarlo
todo ha de resignarse a vivir entre quien piensa igual, porque los demás
le percibirán, discretamente, off course, como un necio o un fanático.”
La clave del inmigrante perfecto, si es que eso existe, es el término
medio. Saber integrarse en su cultura pero sin perder la tuya. Respetar
sus tradiciones enriqueciéndolas con las propias si cabe. No dar por hecho nunca que tu costumbre, pensamiento o filosofía es mejor que la de ellos.
Si se siguen estos sencillos pasos el 95% de la comunidad británica
te da la bienvenida. El otro 5% es el de los cafres, que haberlos
haylos, como en todas partes.
Por eso no es de extrañar que el público londinense adore a Rafa Nadal aunque se haya cargado a su protegido Murray, la única esperanza que tienen de volver a reinar en Wimbledon después de 70 años. Los ingleses son grandes inventores de normas, creadores de ritos y Nadal “no
se han sentido oprimidos por esas exigencias, las han conocido, las han
aceptado y sobre ellas han desplegado su estilo … han entendido bien lo
que se les exige y también que no se les exigía comportarse como si
fuesen lugareños de toda la vida. Son lo exótico- el sexo aquí es
importante- felizmente integrado.”
Lógicamente, para Nadal es muy fácil porque está por aquí 15 días y
se va con la música (o la raqueta) a otra parte. Para los que trabajamos
como inmigrantes a tiempo completo resulta un poco más complicado, pero
la base es la misma. Si te invitan a cenar a las 6 de la tarde, no
acudas a las 10 porque en España se hace así, no te lo perdonarán nunca.
Si acudes puntual y con un queso manchego debajo del brazo serás la
estrella de la cena…
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