La escritura es solo un placebo con el que registro las preguntas y la
lectura un modo de enfrentar la dureza de las respuestas. Unas cuantas
palabras, unidas con genialidad y delirio, pueden ser murallas que nos
hacen invencibles o acaso duros, impenetrables. Ahora mismo estoy
atrincherado en una frase escrita por Montaigne hace más de cinco
siglos: El amor no es más que el deseo furioso de algo que huye de
nosotros. Una sola línea que resume una infinita tarea pues el amor será
huidizo siempre y si pudiéramos resistir la ceguera implícita en su
persecución no habría deseo, no habría furia, no habría nada: sin
persecución estaría muerta la literatura.
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