Cada vez es más difícil encontrar
personas que no estén pasando por serias y graves dificultades. Cada día
es un nuevo tiempo de espera, una carrera contra reloj, contra la
crisis, contra la enfermedad, contra la muerte, contra la injusticia,
contracorriente, donde la fuerza de la unión entre la fe y la razón se
ve probada…
Buscamos y esperamos la vida y las
buenas noticias, pero cada vez las encontramos menos, quizás porque
buscamos donde no debemos, o esperamos lo que realmente no necesitamos.
Buscamos y esperamos razonamientos
lógicos y verdades objetivas y demostrables para todo, quizás porque
buscamos seguridades con las que afrontar nuestras numerosas
limitaciones y dudas.
Falta mucha fe y esperanza, y sobran miedos e incertidumbres.
Y es curioso, que aún estando rodeados
de gente, incluso de “familia y amigos” cada vez son más los que se
sienten incomprendidos y enfrentados a un modelo de vida y un mundo
moderno cada vez más embrutecido, insostenible, deshumanizado y hostil.
Sea cual fuere tu caso, mi caso, nuestro
caso, todos buscamos un hogar, un lugar donde nuestro corazón se sienta
reconfortado, apreciado, querido, valorado… Lo que ocurre es que se
tiende a ocultar o desviar este anhelo y a camuflarlo con actividades y
cosas con que llenar el tiempo y que casi nunca conducen a ello.
Las cuestiones secundarias tapan las
primarias, las cosas pasajeras ocultan las preguntas permanentes, las
soluciones provisionales eclipsan los problemas de fondo. Este es uno de
los dramas del mundo contemporáneo, fruto de la colisión y dominación
de multitud de ideologías que han conducido la inteligencia humana hacia
fines negativos.
La ignorancia más nociva es aquella que
pretende anular nuestro espacio y tiempo y así impedir que alcancemos lo
que nos falta, que no es sino poner nuestra inteligencia al servicio de
los demás desde la creatividad del Amor.
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