viernes, 17 de mayo de 2013

Enfermedad actual



El nihilismo según Friedrich Nietzsche, es causa de la ,,indigestión,,. Cada ,,comestible,, es una nueva impresión que nunca acaba de ser asimilada. Esto a la larga, y a un ritmo acelerado, causa el debilitamiento del ,,estómago,,. Éste se ve preso de un continuo digerir, no pudiendo así digerir nada en su totalidad.

No saber discernir, no saber decir no, el decir sí incondicionalmente. ¿Por compasión? ¿Por pena? Por no atreverse a ser uno mismo. Por ello el nihilista va con miedo, tanteando el terreno, estudiándolo, siempre con la conciencia fuera y, en ninguno de los casos, con la conciencia dentro. Ello supondría reconocer sus gustos, sus instintos, sus miedos, sus traumas, su inacción. Freud diría: supondría reconocer su inconsciente.

En la actualidad se vive muy claramente este panorama. La tolerancia ilimitada ha llegado al punto de tolerar al intolerante. Esto supone, a causa de esta contradicción interna, uno de los grandes problemas que jamás ha vivido la humanidad: la pérdida de referentes éticos, estéticos y metafísicos. El factor determinante de la Modernidad es la necesidad permanente de novedades lo cual impide el poder apreciar la obra de arte, la vida en general. Todo se vuelve superficial, mercancía. Los mecanismos de la publicidad lo han invadido todo.

Un color, una nota musical o una palabra ya no tienen nada en sí, han perdido su esencia. Nadie se detiene a sentir un Re o a mirar el color naranja o a comprender la palabra “ser”. ¿Por qué? Por el ritmo acelerado de la Modernidad, donde lo que prima es lo que puede consumirse lo más rápidamente (para seguir consumiendo). Una sinfonía, un cuadro o una poesía serán disfrutadas de mala manera. No se escuchará, ni se contemplará, ni se sentirá como algo íntimo, como algo de sentido especial, sino como una sinfonía más, un cuadro más, una poesía más. Serán objetos en un mar de objetos. Como gotas de agua. No importa cuál se viva antes. Todas son lo mismo pues todas tienen en común el estar delante y detrás, el estar antes y después de otros objetos. Después de la sinfonía viene otra, después del cuadro… ¡todavía queda por ver todo un museo!. ¿Y después de la poesía? Hay más poetas.

Demasiada avidez de conocimiento, demasiado exigirse saberlo todo ya. Así no se disfruta. No hay paz, calma, reposo. Nada reposa. Mientras inicias algo nuevo todavía está de vuelta el eco de lo anterior. ¿Al final? Ruido.

2 comentarios: