domingo, 10 de noviembre de 2013

¿Libertad o esclavitud?

Actualmente se cree que el ser humano más libre es aquel que no se compromete con nada, que vive la vida sin compromisos, que no tiene ataduras. Se cree que la fidelidad a un ideal, a un sentimiento, recorta la libertad. De esta manera, apartamos de nosotros los nobles ideales, las formas de vida dignas, los sentimientos, los valores atemporales… que no parecen indicados para esta supuesta libertad moderna. La misma que esconde una terrible esclavitud: vivir bajo las cadenas del miedo, la indecisión, el qué dirán, la incapacidad de elegir vivir unas ideas y unos sentimientos propios. Creemos ser libres porque podemos elegir, pero ¿qué es lo que realmente elegimos? Seamos sinceros y reflexionemos.
La fuerza de los hábitos y las costumbres que impone el materialismo nos dirigen hacia una vida ligera, fácil y divertida, dejamos de vivirla con autenticidad y realización del propio ser. Esto, como nos decía el poeta checo Rainer Maria Rilke, no es progreso en el sentido de la vida, sino renuncia a todas sus posibilidades y amplitudes, y consecuentemente, nos lleva a un empobrecimiento del ser humano. La sociedad nos promete ser libres y únicos, pero con sus pautas y normas, para que todos sigamos la misma estrategia vital, mediante
el consumo, el ingrediente mágico de la fórmula postmoderna de la libertad. 

El mito de la caverna de Platón sigue vigente. Actualmente han decorado la caverna de libertad, y los elementos decorativos más relevantes son:

• Relativismo, muy cómodo, por cierto, porque hace que nadie se moje y adquiera responsabilidad. A cualquier pregunta, la respuesta es “depende”, las normas y las creencias se vuelven acomodaticias según el momento y el arbitrio de cada individuo. Con esta actitud se evaporan las instituciones, se debilitan las ideas y finalmente se pierden las utopías, es decir, la capacidad de soñar con un mundo mejor.
• Hedonismo, ese culto ciego a uno mismo por disfrutar lo máximo a costa de lo que sea. Un egocentrismo puro y duro que nos mantiene fijados en nosotros mismos y nos hace perder el mundo de vista, que apunta hacia la muerte de los ideales, el vacío de sentido y la búsqueda de sensaciones nuevas y cada vez más excitantes.
• Permisividad, todo vale, todo debe probarse, rienda suelta a las sensaciones. Esto arrasa los mejores propósitos e ideales.

Sus sombras, proyectadas en la pared de la caverna, tergiversan la realidad. A la prisión la llamamos libertad, al sexo practicado sin compromiso lo llamamos amor, y al bienestar y nivel de vida los equiparamos con la felicidad. Como nos dice el sociólogo polaco Zigmunt Bauman, la novedad se convierte en buena noticia, la precariedad es ahora un valor, la inestabilidad un ímpetu y la hibridez una riqueza. Animalizar al hombre en aras de no sé qué libertad es uno de los mayores engaños.

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