sábado, 16 de noviembre de 2013

El bolígrafo de gel verde

Una nueva vida con distinto escenario, distinta historia y distinto ritmo, pero con los mismos personajes. Una nueva vida en un nuevo escenario: un pequeño pueblo pirenaico que en algunas épocas del año triplica su población y en otras ni las brujas vienen; una nueva casa, que a la vez es antigua, con dos plantas, un garaje y un pequeño jardín con columpios. ¡Ah, y vida! Un nuevo negocio —propio— en el que invertimos nuestro primer año: una pequeña cafetería cerca del único colegio del pueblo.
Una nueva vida con una nueva historia: la de dos personas que se quieren como hacía tiempo no se querían; dos personas con un niño al que ven cada día, cada tarde y cada noche; dos personas que, sin grandes lujos, viven juntas. Dos personas que ven la luna desde su cama; que le han enseñado a su hijo a distinguir entre oveja y cabra, entre pino y haya, entre
padre y papá; que han aprendido a distinguir entre casa y hogar, sabiendo que siempre tuvieron lo primero y ahora disfrutan de lo segundo. 
Una nueva vida con un nuevo ritmo: ahora madrugamos de otra forma y nos acostamos... también de otra; ahora ya no grito cuando voy en coche, porque aquí hay menos coches y muchos menos gritos; ahora solemos pasar los sábados y domingos disfrutando de la montaña, visitando otros pueblos, otras ciudades... porque hemos conseguido sacar tiempo entre semana para limpiar la casa, arreglar desperfectos, cuidar el jardín y hacer la compra. 
Hay una palabra capaz de resumir todo un cambio de vida: tiempo. Tiempo para conocer nuevos lugares; tiempo para disfrutar por las mañanas de unas caricias, por las noches de unos roces más profundos. Tiempo para hablar de problemas y soluciones, para besar en cualquier parte del otro cuerpo, para aprender cosas que enseñar a los demás, para saber que los niños siempre desean jugar con sus padres, para leer y disfrutar haciéndolo, para perderlo porque se tiene, para disfrutar de la soledad, para estar en compañía... Cuando las cosas no van como esperamos, nos empecinamos en cambiar de personajes, cuando lo único que hay que hacer es cambiar de historia. 
Sé que es difícil, muy difícil, cambiar toda una vida cimentada en las costumbres: cambiar de casa, de ciudad, de amistades, de colegio, de trabajo... y arriesgarse a empezarlo todo de nuevo. Pero si uno piensa en hacer algo así es porque todo lo demás le ha salido mal. Entonces... ¿qué riesgo hay? ¿Qué puede salir peor cuando ya todo va mal? 
En fin, creo que estoy comenzando a divagar, a alejarme del propósito de este texto. Y es que hoy he visto un boli verde entre los juguetes de Carlitos... No es de gel y apenas le queda tinta, pero me ha servido para escribir este diario de recuerdos.

Texto extraido de la novela El bolígrafo de gel verde de Eloy Moreno.


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