Un animal cultural enfermo: el pastor que filosofaba, Ralph Waldo
Emerson, que tendría tanta influencia en Nietzsche, tenía una máxima que
decía “hay que ser inventor para leer como es debido.”
El poder de la lectura, de la lectura profundis, la lectura que
busca más allá del mero pasatiempo, del puro placer, giraba en esta
potente cualidad que es la acción de inventar. Para Emerson, como
veremos para Nietzsche, leer es inventus, una actividad que halla y
descubre ideas y continentes teóricos a través de un diálogo con el
libro/autor. Un diálogo tortuoso que implica primero descubrir y llegar
al autor y luego sumergirse en sus intenciones escritas. Nietzsche mismo
recomienda su propio método de lectura a sus seguidores en su libro
Aurora: “Interrupción. Un libro como éste no se ha escrito para ser
leído deprisa, de un tirón, ni en alta voz. Hay que abrirlo muchas
veces, sobre todo mientras paseamos o viajamos. Es necesario poder
sumergirse en él, mirar luego a otra parte y no encontrar a nuestro
alrededor nada de lo que nos es habitual.” Nada de la lectura veloz, en
diagonal, sesgada: la metáfora más cercana a la experiencia nietzscheana
es la inmersión en el mismo texto, la indiferenciación entre lector y
texto, la lentitud como contra táctica anti ilustrada. Pero este diálogo
secreto no sólo es una guía invaluable para poder seguir la huella de
las influencias y paternidades literarias (lo que tendría un mero valor
de anticuariado) sino además nos descubre aristas e intereses
intelectuales, permite descifrar cuales eran sus objetivos estratégicos.
Por supuesto, la orientación general del pensamiento nietzscheano se
manifiesta en primer lugar en sus obras y en sus declaraciones públicas,
esta es la base científica mínima de toda interpretatio. Pero como
situación hermenéutica conviene modularla, matizarla, urbanizarla,
amueblarla gracias al conocimiento no sólo de su Nachlass sino en
especial de sus lecturas furtivas. Las prácticas literarias de
Nietzsche, poco estudiadas o ignoradas por el Nietzschéisme, apuntan al
trasfondo más medular y estratégico de su propia filosofía. En 1867/68
Nietzsche planea irse a Paris, para estudiar en profundidad, pero lo que
más le atrae de la ciudad es su estupenda biblioteca pública: “me
gustaría mucho, por ejemplo, ir a París a comienzos del año próximo y
trabajar allí un año en la biblioteca”, le confiesa a su amigo Deussen.
En todas sus cartas de la época a amigos o a su familia habla del placer
que sería vivir un año sabático disfrutando de la cultura parisina y en
especial de la biblioteca nacional y del circuito de librerías: “nada
deseo tanto en estos momentos como ver traducidas a realidad las
hermosas imágenes de la vida parisiense.” La “biblioteca” que fascina y
embelesa a Nietzsche no es otra que la famosa y monumental Bibliothèque
Nationale, heredera lejana de la librairie de Charles V, creada a partir
de la expropiación revolucionaria de la Bibliothèque du Roi,
paradójicamente una institución jacobina y republicana par excellence.
¡Nietzsche admira una de las instituciones más emblemáticas de la
democracia de masas! Ya en esa época había sido profundamente reformada,
institucional y arquitectónicamente, siendo una de las mejor provistas
del mundo junto con la del British Museum. Frustrado este proyectado año
de trabajo intelectual Nietzsche es convocado al servicio militar
prusiano en 1867, donde no deja de tener raros hábitos de ratón de
biblioteca. En una pequeña mesa de trabajo improvisada en las barracas
del cuartel prepara un entorno amigable para leer y escribir, incluso
coloca un retrato de Schopenhauer a la vista. La milicia no es obstáculo
para su pasión lectora: se lleva una buena provisión de libros recién
comprados, estudia y anota los Parerga und Paralipomena de Schopenhauer
(la edición en dos tomos de 1851, adquirida en 1865), su inseparable
manual del socialista-liberal Lange, el estudio de vulgarización sobre
Kant, Immanuele Kant, Entwicklungsgeschichte und System der kritischen
philiosophie (“Emanuel Kant, desarrollo histórico y sistema de su
filosofía crítica”, 1860) de Kuno Fischer (autor casi completo en su
biblioteca personal), además de lecturas literarias como el poeta
romántico Lord Byron. El prototipo del Byronic hero será un paradigma
inspirador a su radicalismo aristocrático hasta el fin de sus días.
Incluso durante su vida como soldado seguía clamando contra la cultura
libresca de la Ilustración, esa enfermedad decadente y mortal iniciada
por Sócrates, y veía en la autoritaria disciplina prusiana “una llamada
constante a la energía de un hombre… un antídoto eficaz contra la manía
erudita, pedante, fría, estrecha de miras…, esa manía contra la que
lucho cuantas veces tengo la desgracia de encontrarme” le cuenta con
orgullo a su amigo Mushacke. Su motto preferido de esta época de su
vida, “Esto llevo grabado en el corazón: en el intelecto, lo mejor es el
instinto”, no se correspondía con su vida práctica: como un patético
erudito Nietzsche continuó frecuentando librerías y libreros,
bibliotecas académicas y públicas entre 1870 y 1880, a pesar que en la
intimidad odiaba al homo literatus: “he de contemplar a diario toda esa
laboriosidad de topos, los buches llenos y la mirada ciega, la alegría
del gusano apresado y la indiferencia frente a los problemas urgentes de
la vida.”
Un bibliómano fugitivus errans: Nietzsche odia el mundo culto
mientras no puede concebir otra forma alternativa de alimento espiritual
que encerrarse a leer libros y ser el topo más obsesivo entre los
topos. En esta época, 1868, conoció a Richard Wagner, “la más viva
ilustración de lo que Schopenhauer llama un Genius”, por supuesto en un
café literario bourgeois, con quién compartió su Weltanschauung
política, gustos estéticos, lecturas, libros y la idea que el erudito
burgués no es otra cosa que un “mozo de comedor filosófico”. La
influencia de las lecturas fisiológicas sobre Kant de Kuno Fischer más
la preeminencia en Schopenhauer del principio aristocrático de la
naturaleza, lo empujan a intentar estudiar ciencias naturales hacia
1869, un faceta poco conocida o minimizada por el Nietzschéisme, como le
comunica a su amigo Rohde: “me entraron ganas de proponerte estudiar
juntos Química.” Su obsesión por la lectura lo llevó a decisiones
extremas y bizarras, como elegir ciudades para vivir de acuerdo a la
presencia o no de buenas bibliotecas y librerías. El norte de su brújula
nómade lo marcaba, no tanto el instinto, sino la provisión de buenas
librerías… Tal es el caso de su elección por pasar los cuarteles de
invierno en Turín, ciudad que elogia por sus bien provistas librerías,
como le comenta en carta a su hermana. O uno de los argumentos para
rechazar la invitación de Elisabeth, aka Lama, de irse a vivir a la
colonia alemana en Paraguay era que justamente ese país tan atrasado
carecía de librerías estilo europeo o buenas bibliotecas públicas: “la
carencia de grandes librerías no ha sido destacada suficientemente… mi
querida ‘Lama’, olvídense de mí, de este pobre animal cultural enfermo,
tu hermano, si me permiten la broma.” Nietzsche hace suya, en los
Nachlass de 1888, la frase libresca de Cicerón que dice si hortum cum
bibliotheca habes, nihil deerit (“Si tienes un jardín con biblioteca, no
necesitas de nada más”, extraído de Epistularum ad familiares liber
nonu). Por supuesto: Nietzsche compró libros de Cicerón desde muy joven,
muchos por las necesidades escolares de su secundaria en Pforta y su
primera adquisición fue en 1861. Las librerías y bibliotecas fueron un
elemento clave de sus lecturas y descubrimientos intelectuales, y la
calidad de ellas se constituyó en un importante factor para decidir sus
viajes o lugares de residencia. Ocasionalmente el topo Nietzsche lleva
esta máxima ad absurdum: antes de visitar una ciudad investiga
obsesivamente qué librerías y bibliotecas posee y si son adecuadas para
su alimentación filosófica, como en 1887 cuando le consulta a Overbeck
sobre un viaje: “necesito un lugar que tenga una gran biblioteca
completa para mi próxima obra: he pensado en Stuttgart. Me han enviado
las normas muy liberales de la biblioteca de la ciudad.” Cuando necesita
un libro y no lo tiene encima se desespera y recurre a sus amigos o
familiares. Al mismo Overbeck le escribe angustiado “necesito pronto uno
de mis libros de los cajones de Zürich: es el de Spir, ‘Pensamiento y
Realidad’,… son dos tomos…” Al mismo Overbeck le solicita sacar a
préstamo de la Lesergesellschaften, la sociedad de lectura muy común en
la época, revistas científicas y culturales y por supuesto libros de sus
bibliotecas personales o de públicas. Cuando pasa unos días en 1887 con
su hermana Elisabeth en Coira (Chur) en Suiza, considerada la ciudad
más antigua del país, escribe “la biblioteca en Chur, con cerca de
20.000 volúmenes, alcanza para mi educación” y a continuación discute
sobre tres libros que leyó allí. Durante sus últimos cuatro años de
actividad consciente Nietzsche utilizará con profusión bibliotecas de
Niza, Leipzig, Coira (Chur), Venecia, Turín, Zurich e incluso la
insignificante biblioteca del Hotel Alpenrosen en Sils-Maria, su base de
operaciones. Aparte utilizaba de manera no prevista las bibliotecas
públicas, si existían, de los lugares que visitaba por primera vez. Y,
por supuesto, vagabundeaba en busca de librerías de viejo, paseos que le
hicieron descubrir autores como Schopenhauer o el mismo Dostoievsky.
Como buen Büchernarr, “loco de los libros”, Nietzsche le encantaba y
mantenía estrecho e íntimo contacto con los libreros durante toda su
vida. Coherencia: para un adicto al libro el mejor amigo es el dueño de
la librería… Ya cuando era un joven adolescente sus paseos preferidos
consistían en largas y agotadoras visitas a librerías. Su hermana
Elisabeth lo recuerda en la biografía Der Junge Nietzsche de 1912:
“durante unas vacaciones de verano en las cercanías de la ciudad, Fritz
[Nietzsche] emprendió algunas expediciones a las librerías de Leipzig,
en la cuales estaba inmensamente interesado”; la misma anécdota de estas
expediciones librescas la recordará Nietzsche en uno de sus sketches
autobiográficos de juventud, su primer autobiografía titulada Aus meinem
Leben (“De mi vida”, 1858): “ También me agradó mucho el viaje a
Schönenfeld, junto a Leipzig, sobre todo porque, precisa mente, podía
acercarme cada día a Leipzig a revolver en librerías y tiendas de
música.” Como dijimos antes, cuando empezó a estudiar en Leipzig en 1866
Nietzsche planifica con seriedad el plan de adquisición de una
sustancial biblioteca personal, compra pensada en bloque y de una sola
vez, un plan que colapsa debido a su pobre estado financiero. De todas
maneras, continúa comprando libros de manera individual, adquisiciones
que comenzaron en Leipzig, muchas en librerías de segunda mano. Su
primer contacto personal con el propietario de una librería fue en
Leipzig, en la librería de viejo Rohn, donde descubrió al viejo
Schopenhauer en 1865; su segunda relación más duradera fue con la famosa
librería Domrich (gracias a sus servicios de novedades editoriales
descubrió al influyente socialista liberal Lange), en ésta comprará
muchos de sus libros. El contacto íntimo con el Buchhändler Julius
Domrich continuó a lo largo de su vida, incluso aparece en su
autobiografía, ya sea desde la casa de su madre en Naumburg (adonde se
hacía enviar las novedades), se conservan cartas y facturas de sus
envíos desde 1862, también utilizará su biblioteca de alquiler, la
Leihbibliotek, como ya señalamos. Parte de esta nueva infraestructura de
lectura se debía a la revolución de las prácticas de leer producidas en
el siglo XVIII por el asecienco del capitalismo y la influencia
ilustrada. Entre otros cambios radicales apareció la reducción del
precio del libro, el triunfo del formato pequeño, los gabinetes
literarios y las cámaras de lectura en librerías que permitían leer sin
comprar. Además se multiplican las asociaciones de lectura por toda
Europa (books-clubs, Lesegesellschaften, cámaras y kabinetts de lectura)
así como las modalidades de librerías de préstamo (circulating
libraries, Leihbiblioteken). Esto genera una nueva figura, el llamado
lector “extensivo”, la encarnación del “furor por leer”, que consume
impresos numerosos y diversos, los lee con rapidez y avidez, espera la
novedad editorial y ejerce su respecto una actividad crítica que ya no
sustrae más ningún dominio a la duda metódica. El lector “extensivo” es,
en el plano de las prácticas, la aparición de los que los
contemporáneos llamaban la Leserwut, la rabia de leer tan temida por los
poderes establecidos, que llegan a prohibir las Lesergesellschaften y
Leihbiblioteken de las que se aprovechó Nietzsche. La “rabia de leer” es
denunciada incluso por los filósofos muy en el talante antimodernista
nietzscheano como “narcótico” que aparta de la vida, como lo hace el
mismo Fichte. Incluso la medicina de la época considera a la Leserwut
como causa principal de los desarreglos de la imaginación y la
sensualidad. Nietzsche, aunque ideológicamente luche contra ello en lo
exotérico, es un lector “extenso”, un poseso de la lectura, un animal
poseído por la Leserwut. Pero continuemos con sus relaciones con las
librerías. Como señalamos la librería Domrich le enviará regularmente a
Nietzsche paquete de libros con novedades de su interés con opción de
devolución (al estilo de un Club de Lectores moderno). Cuando no se
encuentra en Naumburg, Nietzsche a través de su hermana Elisabeth sigue
manteniendo el contacto vital y adictivo con la librería de Leipzig. Ya
nombrado profesor ordinario de filología en Basilea, en 1869, Nietzsche
continúa manteniendo una relación estrecha y regular con librerías y,
por supuesto, comprando libros. A modo de ejemplo, a lo largo del año
1875, año en el que parece haber comprado más libros en su vida según la
documentación en el Archiv de Weimar, Nietzsche adquirió entre
ejemplares nuevos y de segunda mano entre setenta y cien libros. En la
década de profesor de filología (1869-1879) mantiene un contacto intenso
epistolar con el librero anticuariado de Leipzig Alfred Lorenz, al que
le ordena muchos pedidos de compras, tantos que tendrá una gran deuda
por saldar por compras de cajones de libros que saldará recién en 1885. A
partir de 1880 muchos de los libros que empieza a adquirir o tomar a
préstamo ya son en francés, lo que preanuncia el giro hacia el Nietzsche
“moralista” interesado en les moralistes français (Montaigne, Pascal,
La Bruyère, La Rochefoucauld, Chamfort et altri). Orientación en sus
lecturas efectuada bajo la presión del influyente filósofo darwiniano
Paul Rée… Estas compras de textos en francés las empieza a realizar en
la hiperburguesa Riviére francesa, en Niza, en la que vivirá en sus
cuarteles de invierno entre 1883 y 1888. Durante esta época comenzará a
escribir Also spracht Zarathustra. Un poco más tarde descubrirá en Turín
una librería trilingüe, llamada Löscher, de la cual se hará cliente
fiel, suficientemente buen cliente como para que su dueño lo conozca
personalmente y le presente incluso el círculo literario turinés. A su
madre Franziska le comenta el hallazgo en una carta de 1888: “Ayer un
filósofo local, Professor Pasquale D’Ercole, me hizo una visita bien
formal. Él, que es ahora el decano de la facultad de filosofía en la
Universidad de Turín, escuchó en la librería Löscher, que yo estaba en
la ciudad.” Aparte de estas librerías selectas, Nietzsche usa con
frecuencia las que encuentra a su paso de fugitivus errans, sigue
pidiendo y ordenando libros vía catálogos por correo, se suscribe a
boletines de novedades y pregunta recomendaciones de libros y autores
nuevos a sus íntimos. A su hermana Elisabeth le pide en 1880 “si, mi
querida hermana, al leer Revue des deux mondes ves un libro que se
recomienda encarecidamente, escríbeme por favor la novedad, te estaré
muy agradecido.” La Revue des Deux Mondes era (es) una publicación
bimestral político-literaria, fundada el 1 de agosto de 1829 por Prosper
Mauroy y P. de Ségur-Dupeyron. Entre otros famosos escriben en ella
Alexandre Dumas, Alfred de Vigny, Honorato de Balzac, Sainte-Beuve,
Charles Baudelaire. Por ejemplo en el numero 2, janvier - février de
1880 los artículos hablan del salón literario de Mme. Necker, la
represión a la libertad de prensa del Zar, el debate sobre la libertad
de enseñanza (tema que obsesionará a Nietzsche), las prácticas
parlamentarias, sobre la Fraternité en la ciencia social moderna, la
situación agrícola y ¡la historia del socialismo en China! Además se
suscribe a revistas científicas “duras” en su intento por encontrar
fundamentación en las ciencias naturales al principio del eterno
retorno. Recibe por abono los Philosophische Monatshefte, y si le
interesan número atrasados no cesa de buscarlos con desesperación en
bibliotecas, como por ejemplo en Basilea. A su amigo Overbeck le escribe
en 1881: “¿Están en la sociedad de lectura (o en la biblioteca pública)
de Zürich los Philosophische Monatshefte Necesito el tomo 9, año 1873,
así como el del año 1875. Además necesito la revista Kosmos, tomo I.” La
revista filosófica Philosophische Monatshefte (“Entregas filosóficas
mensuales”) editada en Leipzig, estaba dirigida por el filósofo Julius
Bergmann (un seguidor del influyente y hoy olvidado Hermann Lotze) y era
uno de los órganos culturales principales de los neokantianos.
Nietzsche estuvo muy influenciado por todo el neokantismo, que
básicamente era un intento de superar a Hegel. La pretensión de
recuperar el pensamiento del Kant de la Crítica de la Razón pura: es
decir, sobre todo la teoría del conocimiento kantiana, en especial la
epistemología o teoría del conocimiento. El neokantismo se proponía
servir de fundamento teórico a las ciencias particulares (física,
química, biología, etc.) que están teniendo un impresionante desarrollo
en la Alemania de finales del ‘800. Se trata, por tanto, de una
interpretación psicofisiológica del pensamiento kantiano, según la cual
la epistemología es una fisiología de los sentidos y un intento de
amalgama del materialismo y el idealismo sin renunciar a la dimensión
metafísica. Pero además la revista tenía muchos artículos sobre
filosofía política, la mayoría de crítica a Marx. En esta revista que
lee a Kant en clave fisiológica Nietzsche leyó y anotó a neokantianos
como Adolf Fick, Helmholtz, Otto Liebmann, Eduard Zeller o Kuno Fischer.
Por supuesto Nietzsche se compró todos los libros de esta corriente,
que fueron meticulosamente leídos y anotados. La otra revista es Kosmos,
una publicación cuyo insólito subtítulo rezaba Zeitschrift für
einheitliche Weltanschauung auf Grund der Entwicklungslehre in
Verbindung mit Charles Darwin und Ernst Häckel sowie einer Reihe
hervorragender Forscher auf den Gebieten des Darwinismus (“Revista para
una cosmovisión unitaria sobre la base de la teoría de la evolución, en
contacto con Charles Darwin y Ernst Häeckel, así como una serie de
destacados investigadores en el campo del darwinismo”, todo sic). La
editaba un comité dirigido por los doctores Otto Caspari, Gustav Jäeger y
Ernst Krause y demuestra el enorme interés de Nietzsche por una
corriente de la filosofía en Alemania hoy olvidada, la Naturphilosophie.
De hierro como una máquina de escribir: En el medio de este furor de
lectura Nietzsche toma una decisión bien moderna: decidirá comprarse un
aparato mecánico recién aparecido en el mercado que le ayudará a
completar su libro Die fröhliche Wissenschaft (“La Gaya Ciencia”): la
máquina de escribir, las Notebooks del siglo XIX… Le escribe
entusiasmado a su amigo Köselitz en 1881 “estoy en contacto con su
inventor, es un danés que vive en Copenhague…”. Se carteaba con el
inventor e incluso recibió pruebas de la tipografía en postales. Por
cierto Nietzsche se equivoca: la Schreibkigel, como le llamaba a la
máquina de escribir, ya había sido “inventada” y construida diez años
antes en América por L. Sholes y desde 1873 producida en serie por
Remington, una fábrica de armas y máquinas de coser. Nietzsche se había
familiarizado en Basilea y Zürich (gran centro financiero) con la
máquina de escribir Remington, Model 2, pero le había resultado muy
pesada y voluminosa. Lo cierto es que Nietzsche, ya sea por nacionalismo
europeo o por comodidad, prefirió comprarse el modelo danés porque al
parecer era más rápido, silencioso, preciso, ligero y cómodo para
trasladarlo en su errancia bohemia. El “inventor” era un pastor llamado
Hans Rasmus Johan Malling Hansen (1835-1890), que al parecer tuvo la
idea al quedar impresionado por la velocidad con la que escribían sus
alumnos con sólo dos dedos. Hansen imaginó que podrían escribir más
rápido si todos sus dedos fueran utilizados a la vez, y en dos años
diseñó un extraño pero elegante aparato, llamado “Malling-Hansen Writing
Ball”. Su amigo Paul Rée le llevó la máquina, pagada por su hermana
Elisabeth, un modelo 1878, con el número serial 125. Esta máquina fue
elegida el producto del año en 1878. Su forma era convexa en forma de
máquina de escribir que funcionaba de arriba (un teclado semiesférico de
52 teclas de latón ) hacia abajo (portapapel con un sistema que
desplazaba impulsado por electricidad ). Tenía buenas prestaciones y
Nietzsche se quejará en muchas cartas de sus problemas mecánicos…debido a
un accidente cuando la transportaba a Génova, a causa del cual fue mal
arreglada y nunca más funcionó bien. Hay especulaciones si el medio de
escritura mecánica no fue modificando el propio Stil del filósofo…un
amigo compositor reconoce que su estilo ha cambiado, de lo retórico a lo
telegráfico, desde que utiliza la máquina, a lo que Nietzsche responde:
“Tienes razón… nuestro equipamiento para escribir participa en la
formación de nuestros pensamientos.” Nietzsche llegó a mecanografiar 60
manuscritos, entre cartas, poemas y notas. Y será el primer filósofo en
utilizar una Schreibkigel…
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