Siempre he mantenido esa tensión entre el deseo de contribuir al cambio
social y la investigación. Pero con distintas intensidades en mi vida, y
no es una cuestión de edad, sino que en la primera parte de mi carrera
lo más importante era el cambio social. Después, en la medida en que por
mi experiencia vi que la mayoría de los agentes políticos no eran
agentes de cambio social, me distancié de la política como tal, aunque
nunca fui un militante en le sentido estricto estuve muy cerca del PSOE
en España. Cuando me distancié, la investigación, que siempre había sido
central en mi vida, pasó a ocupar un lugar absolutamente predominante.
El cambio social no era mi pasión, sino mi deber, mi deber moral frente a
la sociedad para no quedarme encerrado solo como un investigador. Soy
feliz escribiendo, investigando, enseñando, eso es el centro de mi vida.
Y en la investigación, cuanto más ligada al cambio social está, más
importante es que sea rigurosa y no ideológica. Hacia el futuro yo estoy
intentando entender realmente cuál es este proceso de transición
histórica hacia nuevas formas de civilidad y de construcción de la
coexistencia entre los humanos, algo que veo en peligro. Yo no quería
escribir el libro que acabo de publicar sobre Redes de indignación y
esperanza. Era muy pronto para sacar conclusiones, apenas estaba
observando lo que pasaba. Pero fue la presión del movimiento mismo para
que hubiera una primera cosa, y resultó ser el libro que más rápido
escribí en mi vida, apenas 7 meses. Voy a seguir en esto, pero a la vez
llevo tres tipos de investigación empírica. Una, sobre la crisis, que
aquí en la Argentina no la notan, también trabajo sobre las formas de
economía alternativa que están surgiendo en Europa, que es básicamente
la economía de la solidaridad, y estoy trabajando en ver cómo estos
movimientos, que ya estoy convencido son el patrón de movimientos
sociales de nuestro siglo, llegan o no a producir cambios
institucionales y de políticas sociales y económicas que afecten de
manera positiva la vida de la gente. Esto no lo podemos inventar,
ninguna teoría lo puede solucionar, es mirando estos movimientos que
aprenderemos. Por qué las cosas fueron mejor en Túnez que en Egipto, por
qué el sistema brasileño parece reaccionar de manera diferente, porque
de repente la presidenta de Brasil dice estar de acuerdo con algunos de
sus reclamos mientras que en Turquía los van a ametrallar. La relación
entre movimientos y cambio institucional requiere una investigación
cuidadosa desde dentro y fuera del movimiento. En eso estoy.
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