«Intenté fotografiar el alma misteriosa, verdadera y mágica de la España
popular, con su pasión, el amor, el humor, la ternura, la rabia,
el dolor, con su verdad; y los momentos más intensos y plenos en la vida
de los personajes, tan simples como irresistibles, con toda su fuerza
interior, en un desafío personal que me dio fuerza y comprensión y en el
que invertí todo mi corazón.»
Cristina García Rodero - fotógrafa documentalista - sus referencias a lo concreto, pero con implicaciones de una historia tras la fotografía que sea moral, ética, étnica, religiosa. La chica soñadora en el primer término de En las eras, Escober, 1988, es como El sueño de Jacob de José Ribera, el cuadro en el Museo del Prado acerca de cual se ha dicho sugestivamente que puede que exista una conexión entre la frase del Siglo de Oro español, "la vida es sueño" (Calderon de la Barca, 1635) y "el sentimiento trágico de la vida" (Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y los pueblos, 1913). Si esta chica que nos presenta García Rodero, separada de los trilladores tanto en términos de la imagen como por el hecho de su sueño, está creando su propia vida deshaciendo otra por el hecho de su sueño, ¿no se trataría esto de la negación artística de la vida de la que se ha retirado la chica? Vibran latentes en las fotografías documentales de García Rodero amplias sugerencias filosóficas, y como acabamos de ver, tal cosa ocurre no sólo por razones de los ritos autóctonos que pintan sus imágenes documentales. De esto último son claros ejemplos: Jugando a la pasión, Riogordo, 1983; La trinidad, Lumbier, 1980; Una promesa a la vida, Amil, 1975; y Cabezas de cera, Gende, 1977. Tal vez sea el momento extático, hablando literalmente, de la imagen En las eras, y no menos así en La maya, lo que convierte las fotografías en desvios alegóricos de los hechos concretos, en lugar de realizaciones fotográficas de una alegorías rituales.
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