jueves, 25 de julio de 2013

La televisión

Los contenidos transmitidos por la televisión no son «sabiduría», sino la antítesis misma de la sabiduría: ella transmite la serie de pautas díscolas que destruyen el mundo. Y si la sabiduría es holismo y la ignorancia fragmentación, tanto el mensaje principal de la TV —la estructura misma del medio— como sus mensajes secundarios —lo que a través de ella nos dicen los anunciadores y los locutores de los espacios informativos, así como los mensajes implícitos en los programas «recreativos»— no son otra cosa que una exacerbación de la ignorancia y de la deformación constituidas por la fragmentación. Así pues, la TV y otros medios audiovisuales impulsan el desarrollo del error que caracteriza el ciclo «evolutivo» (o más bien degenerativo) de la humanidad, colaborando con la ocultación cada vez más perfecta de la naturaleza de lo dado y, en consecuencia, con un distanciamiento cada vez mayor con respecto a la «verdad». 
Los medios audiovisuales crean artificialmente ídolos de masas que encarnan y promueven valores díscolos cuya adopción resulta necesariamente en destrucción y sufrimiento. Además, tales individuos, en vez de querer preservarse contra la idolatría de otros, a pesar de sus pies de barro —y de su pesado cuerpo de cristal— sólo aspiran a transformarse en ídolos de masas y a creer que ellos son la imagen que sus «fans» admiran e idolatran. En este caso, pues, podríamos considerar el error constituido por el ego como «medio» —o sea, como nivel principal de mensaje— y como «mensaje» —o sea, como nivel secundario de mensaje— a los valores que encarnan los personajes y que inculcan los programas: la visión del mundo implícita en los supuestos de todo razonamiento presentado, en informaciones manipuladas, en actitudes y valores de personajes; la exacerbación de la sensación subjetiva de carencia de los individuos por la propaganda comercial; el fomento de la avidez, la violencia y otras pasiones indeseables; etc.  Lo anterior hace que los modelos que deberían ser evitados se transformen en modelos a imitar y el proceso de degeneración se exacerbe, acelerando el paso de la humanidad en su marcha hacia el abismo.


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