jueves, 13 de junio de 2013

Viajando por mi vida


Un constante viaje que me impidió hacer raíces. El primer viaje empezó a los 7 años en una escuela donde presuntamente había ido a cumplir el sueño de ser gimnasta como Nadia Comaneci en una ciudad extraña con nuevos compañeros y donde sólo mi padre me visitaba una vez al mes. El régimen era estricto y corrupto en un país donde aún sigue esa corrupción que tanto detesto. Tenía 7 años y al poco tiempo enferme de tal manera que decidieron llevarme a casa. El segundo viaje a los 8 años, una escuela de mi barrio donde la maestra me cogió tanto cariño que hasta hoy me llama mi pequeña gimnasta pero también iba a durar poco. A los 11 años tuve que hacer otro viaje aunque cortito dentro de la misma escuela pero otra clase, es decir otros compañeros. Había vuelto a los deportes. Esta vez fue el basket por el medio de cual tuve la oportunidad de conocer sitios nuevos, trabajar en equipo y sentir el gusto de la competición. Sin embargo lo bonito ya sabemos que dura poco. Era el ruido del siguiente viaje que tocaba mi puerta. El año en el que ya podemos hacer el carné de identidad (14 años).  Era el colegio del centro de la ciudad, donde los nuevos compañeros eran de familías buenas y donde otra vez la corrupción empezó a enseñar sus colmillos. Aún así sobrevivi estudiando y con la gratitud de haberlo conseguido honestamente. Después de un examen que aprobé a los 16 años iba a embarcarme en otro viaje quizá el que le hubiera gustado a mi madre: la contabilidad (economía). Pero los viajes de escuelas pararon aquí. El motivo? Desde ya años el clima era horroroso en casa: los conflictos entre mi madre y mi padre se hacían insoportables. Mi hermano llego a sufrirlo cierto tiempo hasta que se independizo y se fue a vivir con la novia. Me había quedado sola entre dos personas que me volvía loca. Que no me dejaba disfrutar de mi vida. Mi padre al final se fue de casa y creo que eso es lo que más repercuto mi vida. La falta de cariño y armonía familiar me hizo empezar a buscarlo en la calle. Y conocí una persona que a su lado me sentía protegida, amada y representaba mi evasión de esa cárcel en que vivía. Se dio la oportunidad del sueño occidental donde sabemos que todos van en busca de la realización material. Me fui sin pensarlo ni un minuto quizá por salir de ese clima que tanto me atormentaba. Empecé de cero en un país extraño, sin amigos pero con una persona que llego a ser para mi todo, madre, padre, hermano y pareja. Hice el paso de la infancia a la vida adulta. Buscaba lo que realmente no había tenido en mi hogar, el cariño  y el calor de una familia. Pero me salte un paso que ahora pienso que era el más importante: la adolescencia. ¿Pero quien tiene la culpa de haberme perdido esa etapa? ¿yo por elegir o mis padres por no saber hacer las cosas bien? Es difícil juzgar y una extraña sensación hacía mis padres, hacía mi país, un mal sabor de boca. 
Hay un hecho curioso: me acuerdo más de los años que practique el basket que los dos años siguientes de colegio. Fue quizás mi mejor época. Al ver el otro día al superheroe jugando al basket, reviví todos mis momentos y tal fue el impacto que ayer yendo a Decathlon lo primero que hice fue tocar un balón de basket. Hacía tanto tiempo.....
Desde abril empecé a tener otra perspectiva de mi vida que ya lo comente que es gracias a esa mezcla rara entre Nietzsche y los "Días contra la rutina". Me di cuenta que tengo que pasar de los sueños materiales que en parte ya los tengo cumplidos a los ideales. Y que mejor impulso que esa persona desconocida con tantas ganas de vivir que sin saberlo te apoya y despierta en ti lo más bonito y profundo. Llegas a ver el modo de vivir de verdad en el que cada uno hace lo que más le apetece donde hay libertad y no críticas. Donde la felicidad depende de ti mismo y no del otro. Quizá volver a estudiar fue una manera de reanudar mi vida. 

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