Te veo, siento, toda delante de mí, como de carne
y hueso… el falso y vacío mundo se forma una idea superficial y
equivocada de las personas. ¿Quién entre mis numerosos
calumniadores y maldicientes enemigos me ha reprochado alguna vez
valer para el papel de primer galán en cualquier teatro de segunda
categoría? Pero es que soy así. Si esos canallas tuvieron siquiera
una gota de sentido del humor, habrían garrapateado en el anverso
“relaciones de producción y cambio” y en el reverso me habrían
dibujado postrado a tus pies, “mire este dibujo y el otro”,
rezaría la inscripción. Pero los canallas son tontos y seguirán
siendo necios in secula seculorum.
La separación temporal es útil ya que la
comunicación constante origina la apariencia de monotonía que lima
la diferencia entre las cosas. Hasta las torres de cerca no parecen
tan altas, mientras que las minucias de la vida diaria, al tropezar
con ellas, crecen desmesuradamente. Lo mismo sucede con las pasiones:
los hábitos consuetudinarios que, como resultado de la proximidad se
apoderan del hombre por entero y toman forma de pasión, dejan de
existir tan pronto desaparece del campo visual su objeto directo. Las
pasiones profundas, que como resultado de la cercanía de su objetivo
se convierten en hábitos consuetudinarios, crecen y recuperan su
vigor bajo el mágico influjo de la ausencia.
Así es mi amor. Al punto que nos separa el
espacio, me convenzo de que el tiempo le sirve a mi amor tan solo
para lo que el sol y la lluvia le sirven a la planta: para que
crezca. Mi amor por ti, cuando te encuentras lejos de mí, se
presenta tal y como es en realidad: como un gigante; en él se
concentra toda mi energía espiritual y todo el vigor de mis
sentimientos.
Karl Marx
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