Decir Dios ha muerto se ha vuelto un acto muy barato en estos tiempos, fue Nietzsche quien primero introdujo esta moda en Así hablo Zaratrusta para que acto seguido, se recopilasen multitud de paralelismos, la
filosofía ha muerto (aplastada por la publicidad), y la novela ha muerto
(ahogada por el cine y los espectáculos), y, el arte ha muerto
(seguramente dirán que suplantado por la prensa rosa). A simple vista
parece que la muerte funciona, oiga usted, pero, ¿qué quiso decir
Nietzsche con Dios a muerto?, esta claro que arremetía contra el
individuo y sus creencias, ¿como es posible que muera Dios sino?, solo
el individuo que llama Dios a unas cuantas ideas muertas, y, al mismo
tiempo muere con ellas esta matando a Dios (lo que ocurre es que en
tiempos de Nietzsche se trataba de una verdadera plaga cristiana en
Europa) pero en ningún caso consistía en la muerte de la espiritualidad
de forma genérica, al igual que los contemporáneos que proclaman la
muerte de la filosofía, quizá se trate de la muerte de las ideas
divulgadas en nuestros tiempos, de una extrema vagueza conceptual
enmarcada en todas las redes publicitarias, más, eso no quiere decir que la filosofía, las creaciones que ha esta acompañan vallan a morir, igual
que no puede morir la espiritualidad, tampoco puede morir la
individualidad filosófica, ni sus espléndidas o futuras creaciones.
¿Dios ha muerto? Está por verse... Tan buena noticia habría producido
efectos solares de los que esperamos siempre, aunque en vano, la menor
prueba. En lugar de que dicha desaparición haya dejado al descubierto un
campo fecundo, más bien percibimos el nihilismo, el culto a lo fútil,
la pasión por la nada, el gusto malsano por lo sombrío propio del fin de
las civilizaciones, la fascinación por los abismos y los agujeros sin
fondo donde perdemos el alma, el cuerpo, la identidad, el ser y el
interés por todo. Cuadro siniestro, apocalipsis deprimente...
La muerte de Dios fue un dispositivo ontológico, la falsa grandilocuencia propia del siglo XX que veía la muerte por todas partes: muerte del arte, muerte de la filosofía, muerte de la metafísica, muerte de la novela, muerte de la tonalidad, muerte de la política... ¡Decretemos hoy la muerte de esas muertes ficticias! Esas falsas noticias servían en otras épocas para montar la escenografía de las paradojas antes del cambio de chaqueta metafísica. La muerte de la filosofía autorizaba libros de filosofía; la muerte de la novela generaba novelas; la muerte del arte, obras de arte, etc. La muerte de Dios produjo lo sagrado, lo divino, lo religioso a cual mejor.
La muerte de Dios fue un dispositivo ontológico, la falsa grandilocuencia propia del siglo XX que veía la muerte por todas partes: muerte del arte, muerte de la filosofía, muerte de la metafísica, muerte de la novela, muerte de la tonalidad, muerte de la política... ¡Decretemos hoy la muerte de esas muertes ficticias! Esas falsas noticias servían en otras épocas para montar la escenografía de las paradojas antes del cambio de chaqueta metafísica. La muerte de la filosofía autorizaba libros de filosofía; la muerte de la novela generaba novelas; la muerte del arte, obras de arte, etc. La muerte de Dios produjo lo sagrado, lo divino, lo religioso a cual mejor.
Tratado de ateologia - Michel Onfray
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